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Introducción

1En el ámbito africano, la carne de animales silvestres sigue siendo un componente importante de la alimentación, en particular en el medio rural. Aunque las especies acuáticas también se consumen ampliamente, el concepto de «carne de animales silvestres» se refiere en general a los animales terrestres, en particular mamíferos, aves, reptiles y anfibios. Los insectos constituyen también una fuente de alimentación importante, pero se excluyen de la definición de carne de animales silvestres propuesta en el Convenio sobre la Diversidad Biológica.

2El consumo actual de animales silvestres en el contexto africano presenta importantes beneficios en cuanto a la seguridad alimentaria, pero no está exento de problemas en lo que respecta a la sobreexplotación de las especies silvestres, los efectos subsecuentes sobre los ecosistemas, la transmisión de enfermedades entre los animales silvestres y el hombre y sus consecuencias para la salud humana. De hecho, las recientes epidemias fulgurantes de ébola —zoonosis en la que nos centraremos particularmente en este texto— (ver más adelante el apartado «Enfermedad por el virus del Ébola y fauna silvestre») nos recuerdan los riesgos asociados al consumo de animales silvestres y empujan a los responsables políticos y a la comunidad científica a tomarse más en serio la necesidad de comprender mejor los vínculos entre la carne de animales silvestres, las prácticas forestales y la salud humana.

Importancia del sector de la carne de animales silvestres para la salud humana

Seguridad alimentaria y nutrición

3La carne de animales silvestres forma parte del régimen alimentario de las comunidades forestales desde hace milenios —se estima [1, 2] que actualmente se obtienen cinco toneladas por año— y sigue siendo una fuente primaria de proteínas animales, sales minerales y materias grasas [1, 3-7]. Los consumidores la consideran a menudo una carne saludable, ya que proviene del medio natural y no contiene aditivos ni productos artificiales. También se la prefiere a veces por su sabor o simplemente porque recuerda los vínculos culturales e identitarios relacionados con la vida tradicional [8, 9] y participa así en el bienestar de sus consumidores [10].

4Numerosos estudios sobre el contenido nutritivo de la carne de animales silvestres concluyen que contribuye de manera significativa a la cantidad y calidad de los nutrientes que consumen las comunidades de las zonas rurales de África y América Latina [11], sobre todo en términos de proteínas, especialmente aminoácidos esenciales, y de sales minerales (hierro, potasio, magnesio, zinc, etc.). En estos contextos, las familias que consumen carne de animales silvestres disfrutan de una mejor nutrición, lo que se traduce en un mejor estado de salud [12]. La desaparición del aporte nutritivo de la carne de animales silvestres (ya sea por la disminución de la caza o a causa de una transición nutricional hacia una dieta rica en grasas y glúcidos) podría tener significativas consecuencias perjudiciales para la salud humana [5], a menos que se compense mediante una alternativa más saludable y nutritiva.

5Muchos estudios muestran también que el consumo de carne de animales silvestres aumenta significativamente la diversidad nutricional debido a la diversidad de las especies consumidas [13, 14]. En algunos medios rurales o urbanos donde el acceso a otras fuentes de carne es imposible o resulta prohibitivo, la carne de animales silvestres es un alimento primordial para las familias pobres. Por ejemplo, en Kisangani (República Democrática del Congo), la carne de animales silvestres ha permitido mantener un cierto nivel de seguridad alimentaria para las poblaciones desplazadas que se refugiaron en la ciudad durante el conflicto armado, mientras que otros productos cárnicos importados se convirtieron en escasos [11]. Por el contrario, en las comunidades locales y en las localidades de entornos forestales, donde se produce una transición nutricional muy rápida debido al creciente acceso a los mercados y productos de origen industrial [13], el consumo de carne de animales silvestres también puede desempeñar otra función importante en la seguridad alimentaria: mantener la diversidad nutricional frente al consumo excesivo de pollo industrial y carne procedente de procesos industriales para limitar la incidencia de la obesidad, la diabetes, las enfermedades cardiovasculares y sus efectos dañinos [15]. Por tanto, la carne de animales silvestres sigue contribuyendo de formas diversas a la seguridad alimentaria de muchas comunidades, aunque esta aportación no siempre se tenga en cuenta en las cifras oficiales y permanezca olvidada en las políticas públicas relativas a la seguridad alimentaria.

Zoonosis y riesgos

6Algunos animales silvestres cuya carne se consume pueden, no obstante, servir de reservorio para ciertas enfermedades transmisibles de los animales a los humanos (zoonosis). De hecho, varios patógenos (virus, bacterias, protozoos y parásitos) hallados en las diversas especies de carne de animales silvestres son transmisibles a los seres humanos. En África, por ejemplo, veinticinco tipos de parásitos (incluidos Trichuris sp., Ancylostoma sp., los ascárides, Toxoplasma gondii y Strongyloides fulleborni), nueve tipos principales de virus (incluidos el SIV, el HTLV, el virus de Marburgo, el virus de Lassa, el virus del Ébola, el virus de Nipah y el virus del herpes) y ocho tipos de bacterias (incluidos Escherichia coli, Salmonella spp. y Campylobacter spp.) están presentes en la carne de animales silvestres y pueden transmitirse a los humanos [11]. Sin embargo, no todos se transmiten durante el consumo de dicha carne. En realidad, la mayoría de las zoonosis se transmiten a los humanos por exposición a fluidos corporales y excrementos durante la manipulación y el despiece de la carne de animales silvestres antes de cocinarla. Los roedores, murciélagos, monos y pequeños antílopes (cefalofos y tragúlidos) son las especies que se citan con mayor frecuencia en la transmisión de zoonosis a los seres humanos. Aunque la atención mediática se centra con mayor frecuencia en las zoonosis víricas que dan lugar a grandes pandemias (VIH y ébola), las infecciones bacterianas y parasitarias derivadas de la carne de animales silvestres son, no obstante, una causa mayor de enfermedades graves entre la población de los bosques tropicales y subtropicales. Estas enfermedades corrientes merecen una mayor atención. A menudo se deben a las malas condiciones de higiene en las zonas de despiece y cocinado. Por tanto, mejorar el acceso al agua potable y usar guantes y utensilios modernos para despiezar y cocinar son algunas de las posibles estrategias para reducir la transmisión de las zoonosis. Considerando el probable aumento del consumo de carne de animales silvestres en el futuro [16], resulta urgente determinar las mejores prácticas para la producción, el transporte y la transformación de esta carne, de conformidad con normas sanitarias culturalmente aceptables.

Enfermedades infecciosas emergentes y bosques tropicales húmedos

Enfermedades infecciosas emergentes

7Los cambios de los modos de vida, combinados con las transformaciones del entorno y del clima, plantean retos sin precedentes para la salud de la población humana, los animales y los ecosistemas del planeta. Aunque las relaciones exactas implicadas todavía no se conocen bien [17], en la actualidad se acepta de forma generalizada que existe un vínculo entre la salud de los ecosistemas y la humana [18]. En particular, la transmisión cada vez más frecuente a los seres humanos de enfermedades infecciosas emergentes, la mayoría de las cuales se originan en las especies reservorio [1] [19-21], puede amplificarse a medida que las personas modifican las condiciones ecológicas, sociales y económicas de su entorno de vida.

8Aunque cada vez se es más consciente de la amenaza creciente que representan estas enfermedades para los seres humanos, comprender esta amenaza y las medidas que hay que tomar es uno de los mayores retos a los que se enfrenta la especie humana en la actualidad [22]. Sin embargo, el riesgo que comportan estas enfermedades infecciosas emergentes no es el mismo en todas partes, puesto que el 53 % de las epidemias constatadas en el mundo entre 1996 y 2009 se produjeron en África [21]. Se desconocen en gran medida las razones de la preponderancia del riesgo de enfermedades infecciosas emergentes en África, pero el riesgo a la exposición a los agentes patógenos de las zoonosis, especialmente los de transmisión vectorial [2], es probablemente más alto en los bosques tropicales que en ningún otro lugar [21, 23]. Este vínculo no es sorprendente, ya que en los bosques tropicales húmedos se observa el porcentaje más alto de biodiversidad terrestre [24, 25] y, por lo tanto, de hospedadores para infinidad de patógenos.

9La perturbación de esos ecosistemas, por ejemplo a través de una explotación incontrolada, podría favorecer la emergencia de nuevos patógenos [26]. En teoría, con una perturbación moderada la diversidad de especies es mayor, y disminuye con una perturbación alta o baja [27]. En cuanto a la transmisión de enfermedades, es probable que la transformación de la biodiversidad provocada por la alteración reciente de los paisajes del ámbito forestal tropical repercuta a la larga sobre el espectro y la situación de las especies vectores [28, 29]. Por ejemplo, los estudios realizados sobre la diversidad de los mosquitos en los bosques tropicales de Panamá revelaron que el número de especies identificadas como vectores de patógenos era mucho mayor entre las especies colonizadoras que entre las especies climácicas [30], lo cual sugiere que los vectores biológicos son más numerosos en los entornos forestales de perturbación elevada, mientras que su presencia se reduce a medida que nos acercamos a los bosques relativamente poco perturbados.

10El uso de las tierras en los bosques tropicales húmedos cambia con el tiempo y, con ello, varía también la emergencia de nuevos patógenos para el ser humano. La degradación de los bosques o la deforestación, tanto por parte de las empresas industriales como de los pequeños explotadores locales, sigue siendo considerable en muchas regiones tropicales. En África Occidental, como resultado de la intensa explotación forestal que tiene lugar desde los años sesenta, el cinturón forestal ecuatorial se ha reducido a su mínima expresión: tan solo queda un 22,8 % de bosques húmedos, en gran parte degradados. Las zonas boscosas suelen estar rodeadas de tierras agrícolas y de aldeas. En este contexto de degradación de la biodiversidad forestal es posible observar un aumento del riesgo de enfermedades infecciosas en los seres humanos y los animales domésticos [31]. Los factores probables de transmisión son la incursión y los movimientos de poblaciones humanas y ganaderas en zonas anteriormente aisladas, los flujos comerciales de fauna hacia los centros urbanos y periurbanos, el éxodo rural hacia ciudades ya masificadas con poblaciones en riesgo de pobreza y enfermedades (malnutrición, sida, malaria y diversas infecciones crónicas) y la rápida circulación de personas, animales y productos de origen animal a escala mundial. Así pues, el reto principal es limitar los factores de degradación de los hábitats, a fin de mantener la estructura y las funciones de un ecosistema vital para la calidad de vida de las poblaciones y la sostenibilidad de la fauna, evitando al mismo tiempo la transmisión de agentes patógenos entre los animales silvestres y los humanos.

Enfermedad por el virus del Ébola y fauna silvestre

11La emergencia y la propagación de nuevas enfermedades muy infecciosas son, con justa causa, motivo de preocupación. Recientemente se ha prestado una gran atención a las devastadoras consecuencias de la enfermedad por el virus del Ébola (EVE). Se trata de una zoonosis causada por filovirus del género Ebolavirus (en lo sucesivo, el virus del Ébola), de los que se conocen cuatro especies en África: la de Zaire, la de Sudán, la del bosque de Tai y la de Bundibugyo [32]. Estos virus provocan fiebres hemorrágicas con frecuencia mortales para las personas infectadas [33]. En la mayoría de los casos, la transmisión del virus del Ébola por parte de la fauna silvestre está relacionada con la manipulación y el despiece de la carne de estos animales [34]. Debido a la importancia de la carne de animales silvestres en la dieta del África subsahariana [35], es fundamental comprender cómo se desencadenan las epidemias de ébola a través de los factores relativos a las especies hospedadoras, las condiciones ambientales y el comportamiento humano [36].

12La EVE se identificó por primera vez en 1976 en África y se estima que desde entonces ha acabado con la vida de más de 13 000 personas. Debido a su alta tasa de mortalidad y a su potencial de contagio, esta enfermedad se considera una amenaza mundial. A pesar de los avances logrados en el conocimiento de esta zoonosis, los factores que desencadenan y propulsan las epidemias siguen siendo poco conocidos. Esta falta de elementos precisos hace imposible predecir de manera fiable y eficaz la aparición de una epidemia para mejorar los mecanismos de prevención o respuesta. Las actividades humanas pueden haber dado lugar a un contacto directo o indirecto entre las personas y un animal reservorio del virus. Aunque se desconoce, el mecanismo de la epidemia es sin duda resultado de un contacto más frecuente entre la fauna silvestre infectada y los seres humanos. Algunos autores han sugerido que la desaparición del bosque puede facilitar la propagación de la enfermedad a zonas no boscosas [37]. La última epidemia de 2014, que tuvo lugar en Guinea, estuvo vinculada con el contacto con una colonia de murciélagos y asociada al retroceso del bosque [38]. Sin embargo, el retroceso del bosque probablemente no sea el único factor causante de la aparición de epidemias de ébola, ya que los bosques de la Alta Guinea constituyen desde hace siglos un mosaico dinámico de bosque, sabana y tierras agrícolas, y los habitantes de esta región conviven desde hace mucho tiempo en contacto con las especies reservorio (como los murciélagos) y otra fauna silvestre de los bosques [39].

13A pesar de los avances metodológicos y del creciente volumen de datos disponibles, la ecología del virus del Ébola sigue siendo en gran medida incierta [36]. Los modelos existentes que describen la propagación del virus no tienen en cuenta el papel de los hospedadores en su perpetuación [40] y se basan en un pequeño número de especies, de las que se sospecha que actúan como reservorio del virus [41].

14En realidad, la lista de las especies que intervienen en la transmisión y perpetuación del virus sigue discutiéndose. Por ejemplo, el papel de los murciélagos como reservorio demostrado del virus del Ébola [34, 42] sigue siendo objeto de debate [43] y es casi seguro que se produce una propagación significativa del virus entre mamíferos que en principio no se consideraban hospedadores naturales [36, 44, 45]. En un análisis reciente, Olivero et al. [46] mostraron que la distribución geográfica de sesenta y ocho especies en las que se identificó la presencia del virus coincidía de forma significativa con las zonas favorables al virus del Ébola y propusieron una lista de mamíferos asociados biogeográficamente con el virus del Ébola. A diferencia del análisis efectuado por Peterson et al. [41], que se basaba únicamente en las especies identificadas como reservorio, la lista elaborada por Olivero et al. [46] comprende un 33% de primates (pertenecientes a las familias de homínidos y cercopitécidos) y un 20% de ungulados (pertenecientes a las familias de suidos y bóvidos). Los murciélagos frugívoros (pteropódidos), los molósidos, los vivérridos carnívoros y el roedor Praomys jacksoni aparecen en ambas listas. Sin embargo, Olivero et al. [46] incluyen también otros murciélagos frugívoros (Casinycteris argynnis, Scotonycteris ophiodon y Scotonycteris. zenkeri) y dos géneros de roedores (Cricetomys y Thryonomys, ampliamente consumidos como carne silvestre) entre los animales claramente vinculados con la transmisión del virus del Ébola.

15El mapa de la figura 1 muestra las zonas que ofrecen condiciones favorables para el desarrollo del virus del Ébola. Este mapa complementa en gran medida uno previo, desarrollado por Pigott et al. [47] y confirma la relación entre los bosques tropicales húmedos y la presencia del virus del Ébola, como muestran Olivero et al. [46]. En este mapa, el África Occidental aparece como una región muy favorable para el virus del Ébola. Sin embargo, también se observa que la presencia del virus probablemente se extienda a una superficie mucho más amplia de lo que se creía, en particular a lo largo de las costas del África Occidental y Central, entre Camerún y Guinea, y también hacia el este, a la región de los Grandes Lagos (es decir, Uganda). Las condiciones son claramente menos favorables para el virus del Ébola al sur del río Congo, probablemente debido a la falta de hábitats naturales adecuados para el virus y a una menor diversidad de especies hospedadoras potenciales en esta zona [35].

Figura 1

Combinación de los modelos ambientales y zoogeográficos del virus del Ébola según Olivero et al. [46]

Figura 1

Combinación de los modelos ambientales y zoogeográficos del virus del Ébola según Olivero et al. [46]

Los tonos rojos distinguen las regiones de favorabilidad alta (valor > 0,8), media (0,2-0,8) y baja (< 0,2) para la presencia del virus del Ébola. Las zonas blancas son completamente desfavorables para el virus del Ébola (< 0,05). Los círculos indican zonas con casos positivos por análisis serológico o PCR de infección por virus del Ébola en mamíferos no humanos, mortalidad animal atribuida a la enfermedad por el virus del Ébola (EVE) y transmisión zoonótica a los humanos.
Nombres de los países: G, Guinea; SL, Sierra Leona; L, Liberia; CI, Costa de Marfil; GH, Ghana; T, Togo; BE, Benín; N, Nigeria; CA, Camerún; CAR, República Centroafricana; S, Sudán del Sur; U, Uganda; R, Ruanda; B, Burundi; DRC, República Democrática del Congo; A, Angola; CO, Congo; GA, Gabón; EG, Guinea Ecuatorial. Mapas generados con la ayuda de ArcGIS.

16La relación manifiesta entre los casos de ébola en zonas donde las condiciones son moderadamente favorables al virus y la presencia humana (es decir, con una cierta densidad de población y carreteras) deja entrever que la transmisión del virus a los seres humanos en esas zonas podría verse influenciada por factores antrópicos [49]. Así pues, un contacto más frecuente entre los seres humanos y la fauna podría aumentar el riesgo de transmisión del virus del Ébola a las personas, incluso donde las condiciones ambientales y zoogeográficas no sean las más favorables para el virus. Aproximadamente la mitad de los primeros casos de EVE notificados en la región donde las condiciones son medianamente favorables se produjeron en la linde con zonas muy favorables, donde se podrían haber facilitado los contactos. Sin embargo, algunos de los primeros casos se observaron lejos de la zona forestal. La introducción del virus a través de los murciélagos migratorios podría explicar finalmente la llegada del virus de la especie de Zaire al África Occidental durante la epidemia de 2014 en Guinea, lejos de su territorio habitual en el África Central [38, 50]. En la propagación de las zoonosis, ¿desempeñan los quirópteros un papel mayor en las zonas con condiciones medianamente favorables, en comparación con las profundidades del bosque tropical húmedo idóneas para el virus? El primer caso de ébola notificado en Sudán en 1976 se localizó (según la Organización Mundial de la Salud) en una fábrica de algodón alejada de los macizos forestales, en un lugar donde la única especie silvestre claramente abundante era un murciélago insectívoro [51]. Es necesario continuar estudiando la conexión entre los seres humanos y la fauna silvestre para delimitar las zonas en que las poblaciones humanas se enfrentan al riesgo de transmisión zoonótica del virus del Ébola. Cuando se conozcan mejor los factores de riesgo de transmisión zoonótica del virus del Ébola, será posible integrar esta información en futuras evaluaciones de la cartografía de riesgos y establecer medidas de atenuación o prevención.

Enfermedad por el virus del Ébola y retroceso del bosque

17Desde que se identificó el virus por primera vez en África en 1976 [52], las actividades humanas parecen haber facilitado el contacto directo o indirecto entre personas y animales reservorio del virus [50]. Algunos autores opinan que la desaparición del bosque puede facilitar la propagación de la enfermedad a zonas no boscosas [37, 53]. Aunque se desconoce, el mecanismo de transmisión es sin duda resultado de un contacto más frecuente entre los animales silvestres infectados y los seres humanos [38, 43].

18La idea de que la deforestación aumenta las epidemias de EVE de origen zoonótico se debe a que en siete lugares del África Occidental donde se han registrado epidemias de ébola se ha observado una mayor fragmentación forestal que en sus alrededores [53]. Rulli el al. llevaron a cabo recientemente un análisis cuantitativo del vínculo entre la deforestación y la emergencia de la enfermedad por el virus del Ébola [54]. Aunque en este estudio se demostró que las epidemias de EVE se producían principalmente donde la fragmentación forestal era mayor, no se consideró la dinámica espaciotemporal de esta relación. A partir de los datos de teledetección sobre la evolución del bosque indicados por Hansen et al. [55], Olivero et al. [56] revelaron que el vínculo entre epidemia de EVE y desaparición del bosque es significativo en el perímetro del bioma de la selva tropical húmeda del África Occidental y Central. Además, estos autores muestran que hay dos años de desfase entre la desaparición del bosque y las epidemias de EVE y que un factor importante es la destrucción de bosques densos, principalmente aquellos en los que el porcentaje de cobertura del dosel arbóreo supera el 83%. Las epidemias de esta enfermedad zoonótica aparecen también en zonas con una alta densidad de población humana y condiciones favorables para el virus. El vínculo entre las epidemias de EVE y la destrucción del bosque en el perímetro del bioma del bosque tropical húmedo puede explicarse por la perturbación de los movimientos y las densidades de la fauna (murciélagos y otros mamíferos) y el aumento del contacto entre los seres humanos y la fauna silvestre infectada (potencialmente vinculado a la alta presión de caza concomitante). De este modo, la desaparición y la fragmentación del bosque podrían favorecer la combinación de sucesos ecológicos necesaria para la emergencia de la EVE.

19Es probable que la magnitud de estas epidemias aumente en las próximas décadas. El crecimiento demográfico, la progresiva ocupación de bosques antes aislados, la intensificación de la urbanización, la agricultura y la deforestación se combinarán con la proliferación de potenciales especies reservorio. El aumento de la movilidad de la población humana gracias a la mejora de las redes viarias y al desarrollo del transporte aéreo agrava el riesgo de que una epidemia de EVE se transforme en una pandemia. Es fundamental reaccionar rápidamente a las epidemias para reducir el contagio y la mortalidad, pero también es necesario mejorar las medidas de preparación y vigilancia para reducir el riesgo. El reto, no obstante, es enorme. Considerando las extensas zonas afectadas, aun difícilmente accesibles, junto con los limitados recursos humanos y presupuestarios, será necesario determinar las prioridades para orientar mejor la estrategia de actuación.

20Esta estrategia podría basarse en las siguientes líneas de acción:

  • reducir la deforestación;
  • mantener a los seres humanos alejados de las zonas forestales recientemente comprometidas y evitar el acceso a ellas durante dos años;
  • reforzar los servicios sanitarios en las zonas afectadas;
  • fortalecer los enfoques interdisciplinares para refinar nuestra comprensión de la ecología del virus y sus hospedadores.

21De este modo, la predicción de dónde y cuándo es probable que se declare una epidemia de EVE sería cada vez más fidedigna. La desaparición del bosque, a semejanza de la enfermedad por el virus del Ébola, debería considerarse un problema sanitario agudo que afecta a todo el planeta. La gestión y la correspondiente financiación de esta cuestión deberían partir de esta constatación.

22No se ha declarado ningún conflicto de intereses

Notes

  • [1]
    Un reservorio natural o nido (del latín nidus) es el hospedador a largo plazo del agente patógeno de una enfermedad infecciosa. Los patógenos no suelen causar la enfermedad al hospedador (o tan solo una infección subclínica) y, por lo tanto, no provocan síntomas ni la muerte.
  • [2]
    Transmisión vectorial: transmisión indirecta de un agente infeccioso que se produce cuando un vector muerde o toca a una persona. Transmisión indirecta: transmisión en la cual el agente infeccioso se transfiere a la persona por medio de un vector de vector.
Español

En un momento en que cada año se extraen de los bosques tropicales más de cinco millones de toneladas de carne de animales silvestres —lo cual representa un porcentaje importante, aunque no contabilizado, del producto interior bruto de muchos países «forestales»—, se insta a los responsables políticos a que aclaren, a través de políticas de conservación y seguridad alimentaria, qué papel puede desempeñar la fauna silvestre en la conservación de los servicios ecosistémicos. En este artículo proponemos un análisis del problema, describiendo el puesto que ocupa la carne de animales silvestres en la dieta, los riesgos para la salud humana asociados con el consumo de dicha carne y, en particular, en lo que respecta a la enfermedad del Ébola. El fin es proporcionar puntos de reflexión sobre la orientación de posibles estrategias que reduzcan los riesgos para la salud humana en un contexto de uso frecuente de la carne de animales silvestres para atender las necesidades de las poblaciones rurales y urbanas.

  • bosques tropicales húmedos
  • seguridad alimentaria
  • zoonosis
  • Ébola
  • salud humana
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Viande de brousse, impacts anthropiques et santé humaine dans les forêts tropicales humides : le cas du virus Ebola

À l’heure où plus de 5 millions de tonnes par an de viande de brousse sont prélevées dans les forêts tropicales et représentent une part significative, mais non comptabilisée, du produit intérieur brut de nombreux pays forestiers, les décideurs publics sont amenés à clarifier, dans les politiques de conservation et de sécurité alimentaire, le rôle que peut jouer la faune sauvage dans la conservation des services écosystémiques. Dans cet article, nous proposons une analyse du problème, en décrivant le rôle que joue la viande de brousse dans l’alimentation, les risques de santé humaine liés à la consommation de viande de brousse, et en particulier en ce qui concerne la maladie d’Ebola, afin d’apporter quelques éléments de réflexion sur l’orientation des stratégies possibles pour diminuer les risques pour la santé humaine dans le contexte d’une utilisation fréquente de la viande de brousse pour les besoins des populations rurales et urbaines.

  • forêts humides tropicales
  • sécurité alimentaire
  • zoonoses
  • Ebola
  • santé humaine

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John Emmanuel Fa
Center for International Forestry Research (CIFOR) (Centro para la Investigación Forestal Internacional) – Jalan Cifor Rawajaha, Situ Gede, Barat, Kota Bogor, Jawa Barat – 16115 Bogor – Indonesia.
Division of Biology and Conservation Ecology – School of Science and the Environment – Manchester Metropolitan University (MMU) (Universidad Metropolitana de Mánchester) – Manchester M1 5GD – Reino Unido.
Robert Nasi
Center for International Forestry Research (CIFOR) (Centro para la Investigación Forestal Internacional) – Jalan Cifor Rawajaha, Situ Gede, Barat, Kota Bogor, Jawa Barat – 16115 Bogor – Indonesia.
Nathalie van Vliet
Center for International Forestry Research (CIFOR) (Centro para la Investigación Forestal Internacional) – Jalan Cifor Rawajaha, Situ Gede, Barat, Kota Bogor, Jawa Barat – 16115 Bogor – Indonesia.
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Subido a Cairn Mundo el 23/08/2021
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