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En Francia, los think tanks mantienen una relación ambigua con el Estado. Por un lado, este no los implica en el diseño de las líneas generales de la política exterior. Por otro, exige que sean herramientas multifuncionales al servicio del interés nacional, manteniendo la autonomía y la independencia. Los think tanks y sus miembros están sujetos, de hecho, a potenciales instrumentalizaciones y otros juegos de influencia por parte de poderes externos. Sin embargo, existen numerosos ejemplos que no se deben subestimar de relaciones interestatales exitosas iniciadas por think tanks.