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Introducción

1 La globalización del capital vino acompañada, durante el cambio de siglo, de una renovación de la crítica en las luchas —con el auge concretamente del movimiento altermundialista— y en la teoría. El resurgimiento de los planteamientos marxistas adopta en este momento tres líneas principales, que se presentan en este artículo. La primera de ellas entiende la globalización como una expresión del metabolismo capitalista que busca, sin cesar, nuevas oportunidades de beneficio para contrarrestar su tendencia a la crisis. La segunda analiza la globalización como la maduración de un proyecto político de largo alcance liderado por los Estados Unidos. La última de ellas, por su parte, insiste en la reestructuración de las relaciones de producción que acompaña la intensificación de los flujos comerciales y financieros.

Compensar la sobreacumulación de capital

2 Las teorías críticas contemporáneas de la globalización capitalista tienen su origen en la intuición de Karl Marx quien, a mediados del siglo XIX, ya había captado la dinámica global del capital, singular relación social a la que dedicó toda una vida de ciencia y lucha. A pesar de que en su época solo una pequeña parte de la población participaba directamente en los intercambios económicos internacionales y de que los sistemas de transporte y de comunicación globales eran aún incipientes, Marx anticipa la globalización contemporánea cuando escribe que «la tendencia a crear el mercado mundial está dada directamente en la idea misma del capital» (Marx 2007, 360). Dos razones explican esto: por un lado, en un sistema regulado por el beneficio, la búsqueda de recursos baratos y nuevos mercados es un potente incentivo para expandirse más allá de las fronteras nacionales; por otro, las viejas estructuras económicas no pueden resistir el imperativo competitivo de mejorar continuamente las técnicas de producción para producir a menor costo. La burguesía capitalista es, pues, una clase revolucionaria que pone en movimiento al mundo entero: «Los bajos precios de sus mercancías constituyen la artillería pesada que derrumba todas las murallas de China (…). Obliga a todas las naciones, si no quieren sucumbir, a adoptar el modo burgués de producción, las constriñe a introducir la llamada civilización, es decir, a hacerse burguesas. En una palabra: se forja un mundo a su imagen y semejanza» (Marx y Engels [1867] 2004, 27).

3 El devenir global del capitalismo remite a lo que David Harvey llama el «proceso molecular de la acumulación del capital». Hace con ello referencia al movimiento de productos, capital, tecnología y trabajadores dentro y fuera de los territorios y a los cambios concomitantes en los precios de bienes y servicios y de los activos financieros asociados a ellos. Como geógrafo, David Harvey presta especial atención a la dimensión espacial de la dinámica capitalista, algo que le lleva a desarrollar dos conceptos extremadamente valiosos de los que da cuenta en su libro El nuevo imperialismo (2004). El primero de ellos es el de arreglo espacial (spatial fix). Para explicar la tendencia del capital a proyectarse y a anclarse en nuevos territorios, Harvey juega aquí con la ambivalencia del término fix, término inglés que significa solución/reparación/resolución, pero que remite asimismo a la dosis que necesita un drogadicto y a la materialidad. Pretende demostrar así que la tendencia a la crisis —y, en primer lugar, la tendencia a sobreacumular beneficio cuando no se dan oportunidades de inversión suficientemente rentables— puede compensarse con la apertura de nuevos espacios. Esta expansión geográfica le da un mercado a los bienes de exportación, abre oportunidades de inversión y permite encontrar insumos a menor costo, que constituyen sendas oportunidades de beneficio. Harvey también considera el arreglo temporal, que, mediante innovaciones financieras, permite posponer las contradicciones en el tiempo.

4 El segundo concepto desarrollado por Harvey es el de acumulación por desposesión. La preocupación central sigue siendo la oportunidad de beneficio, pero el acento se pone ahora en los mecanismos propiamente políticos que rebajan los costos de las operaciones de capital y extienden el campo de la acumulación a activos hasta entonces inaccesibles: privatización de las empresas públicas en los antiguos países socialistas, acaparamiento de tierras mediante la expulsión de los campesinos en los países del sur, eliminación de puestos de funcionarios, apertura a la competencia de profesiones reguladas, debilitamiento de los sistemas de pensión por reparto, reducción del impuesto de sociedades, fin de las restricciones a las inversiones extranjeras directas o incluso planes de rescate de los bancos tras la crisis de 2008. Todos estos ejemplos constituyen operaciones propiamente políticas que refuerzan la acumulación del capital a expensas de una desposesión directa o indirecta de la población en general o de un sector social determinado. La globalización de finales del siglo XX coincide así con el triunfo del neoliberalismo sobre los sistemas socialistas, los Estados en desarrollo y los modelos socialdemócratas: privatizaciones, liberalización interna y externa y estabilidad financiera son el alfa y el omega de esta agenda política que se pone al servicio de la acumulación del capital integrando a sus circuitos masas gigantescas de activos de todo tipo y cientos de millones de trabajadores.

Un imperio informal

5 El metabolismo económico está adosado a un segundo pilar político de la globalización conocido con el nombre de imperialismo. Según el argumento desarrollado inicialmente por el periodista y ensayista John Hobson en 1902 y, más tarde, por los dirigentes socialistas Lenin y Kautsky (Callinicos 2009), los Estados participan activamente en la internacionalización del capital. Este imperialismo puede caer del lado de la confrontación, como ocurrió a principios del siglo XX, cuando el apoyo gubernamental a los intereses de los capitales nacionales fragua el enfrentamiento militar generalizado de 1914. También puede que, como ocurre desde el fin de la Segunda Guerra Mundial, adopte la forma de una interacción beneficiosa en la que la colaboración asimétrica entre grandes potencias prima sobre el enfrentamiento directo, a la vez que se limitan las guerras a zonas periféricas.

6 Esta fase interesa al politólogo canadiense Leo Panitch y su coautor, el sindicalista y economista Sam Gindin. Su libro principal, The Making of Global Capitalism: The Political Economy of American Empire (2012), sostiene que la globalización es un fenómeno eminentemente político, que en ningún caso podemos reducir a una ley histórica, como demuestra el período de repliegue nacional posterior a la Primera Guerra Mundial y a la crisis de 1929. La globalización es, por tanto, un proyecto de nuevo orden internacional liderado por Estados Unidos después de la guerra y cuya maduración se logró mediante ajustes sucesivos para responder a las oportunidades y obstáculos encontrados. Este imperio informal, a diferencia de los anteriores, no trata de establecer un control territorial formalizado jurídicamente; el objetivo es más bien cooptar a las clases dominantes de todo el mundo para dar luz a un orden capitalista global en el que todos los Estados contribuyen al mismo tiempo que conservan cierto margen de autonomía.

7 A diferencia de las sociedades precapitalistas, las sociedades contemporáneas se distinguen por una diferenciación clara entre el campo de la economía y el del Estado. Los Estados extraen su poder del éxito de la acumulación en su territorio, pero se distancian de los intereses inmediatos de los capitales individuales a fin de asumir mejor funciones que son esenciales para el desarrollo capitalista en su conjunto, como la construcción de infraestructuras administrativas, jurídicas y físicas indispensables para el funcionamiento de los mercados o las intervenciones macroeconómicas para contener las crisis. Como señaló Nicos Poulantzas ya en los años setenta, estos mecanismos evolucionan a través de «las transformaciones interiorizadas del propio Estado nacional con miras a hacerse cargo de la internacionalización de las funciones públicas respecto del capital» (1976, 77). Así, el imperio informal consiste en la creación de las condiciones para la extensión y reproducción del capital a escala internacional. Mediante convicción o coerción, según las circunstancias, los gobiernos de Estados Unidos invitan a otros países a internacionalizarse, es decir, a implicarse en la creación de un orden mundial cuyo horizonte sea la igualdad de trato de todos los capitales, independientemente de su nacionalidad.

8 Desde que el presidente Nixon pusiera fin a la convertibilidad del dólar contra el oro en 1973, la participación de los Estados capitalistas individuales en la gestión colectiva de la economía mundial se intensificó. El final de los setenta marcó el final de una fase de debilitamiento de la posición estadounidense y el inicio del fortalecimiento de su hegemonía. Esta se caracteriza, por un lado, por la reafirmación de la centralidad del dólar y el repunte de las finanzas, tras la repentina subida de la tasa de interés decidida por la Reserva Federal en 1979; por otro, por la densificación de la red de instituciones internacionales encargadas de gestionar el capitalismo mundial (Duménil y Lévy 2014). Aunque esta mayor institucionalización internacional parece derivarse de la insistencia de las autoridades francesas en formalizar las normas (Abdelal 2009), no cabe duda de que la influencia de Estados Unidos en el FMI, el Banco Mundial, el G7, el G20, el Banco de Pagos Internacionales y la OMC fue y sigue siendo preponderante, aunque solo sea por el lugar que ocupa el dólar en el sistema monetario internacional. La gestión de las crisis financieras que, desde entonces, se han multiplicado, la integración de China en los circuitos del capitalismo globalizado y la ausencia de una reacción nacionalista inmediata tras la gran crisis de 2008 son manifestaciones de la vitalidad de este imperio informal en el que Estados Unidos sigue desempeñando un papel de liderazgo.

El nexo financiarización-globalización

9 La lógica económica molecular y la lógica del poder político se entreveran y engendran así una reestructuración de las relaciones de producción. Tal y como explica François Chesnais en su libro La mondialisation du capital (1997), la internacionalización del capital productivo y la globalización financiera van a la par. La libre circulación de capitales permite la intensificación de los flujos de inversiones extranjeras directas y, sobre todo, la interconexión de los mercados financieros, e impone así su disciplina a los gobiernos, a las empresas y a los trabajadores a la vez que ofrece a las empresas multinacionales un abanico de servicios financieros para acompañar la internacionalización de sus operaciones.

10 Con el auge de las tecnologías de la información y la comunicación, pero también a causa de la reducción drástica de los costos del transporte, el peso del comercio internacional en el PIB mundial aumenta rápidamente y cambia de calidad. Si antes este tenía que ver fundamentalmente con el comercio de materias primas, productos agrícolas y productos industriales acabados, ahora incluye cada vez más productos intermedios que deben combinarse con otros antes de ser vendidos, como productos acabados, a los usuarios finales; en algunos casos —automóviles, computadoras, maquinaria, alimentos, software, servicios— el producto final es el resultado de una combinación de actividades realizadas en varios países, a menudo decenas. Esta fragmentación de los procesos productivos en cadenas globales (Bair 2009) va de la mano de una distribución desigual del valor, a favor de las empresas líderes que asumen las funciones de concepción, integración y marketing.

11 El auge de las cadenas de valor mundiales alimenta así una disociación entre, por una parte, el control centralizado de la realización de las actividades productivas, a través de la propiedad intelectual, la definición de criterios y el control de los dispositivos electrónicos que garantizan la integración, desde los proveedores más lejanos hasta los consumidores finales; y, por otra parte, un fraccionamiento de la propiedad de los activos materiales (edificios y maquinaria) y de los colectivos de trabajo. En un contexto en el que sobra mano de obra a nivel mundial y en el que hay un exceso de capacidad de producción en industrias clave (Brenner 2009; Crotty 2003), esta configuración se caracteriza por un debilitamiento del mundo del trabajo (Peoples y Sugden 2000) y una estratificación vertical entre capitales desigualmente rentables (Starosta 2010). Para el conjunto de las poblaciones del Sur, el empobrecimiento asociado a la urbanización no se ha detenido, con la notable excepción de China, cuya singular trayectoria es tanto una cuestión de tamaño como de historia política. En los países del Norte, los beneficios abundan sin llegar a invertirse y esto alimenta la tendencia al estancamiento, el subempleo y la fuga hacia el capital ficticio (Durand 2014).

Conclusión

12 La globalización capitalista de estas últimas décadas ha ampliado el margen de oportunidad de beneficio y ha concedido una victoria política global a las finanzas, es decir, a las instituciones que permiten a los rentistas gozar de la propiedad del capital sin verse expuestos directamente a los riesgos de la producción. A pesar de esta evolución favorable desde el punto de vista del capital, no se ha detenido la pérdida sistémica de dinamismo iniciada a finales de los años sesenta. La tendencia al estancamiento se ha visto incluso reforzada en los últimos años, y esto ha agudizado el conflicto distributivo en el Norte y mermado las esperanzas de prosperidad en el Sur. En este contexto, la economía política crítica adopta una visión ambivalente sobre la globalización capitalista. Es innegable que esta ha supuesto un progreso en el sentido de una mayor socialización de la producción y que aumenta las posibilidades tecnológicas y sociales de una cooperación mundial; pero sus fragilidades internas, puestas de manifiesto por la disminución relativa de los flujos comerciales y de capital desde principios de la década de 2010 y, sobre todo, las contradicciones sociales, económicas y ecológicas crecientes en el seno de los propios países, indican que estamos llegando a un fin de ciclo, a un momento de indeterminación en el que el juego nacional e internacional de alianzas y conflictos entre clases y fracciones de clase está abierto a destinos colectivos opuestos.

Español

A principios del siglo XXI, la globalización del capital vino acompañada de una renovación de la crítica teórica. El renacimiento de los planteamientos marxistas tomó entonces tres líneas principales que se pretende exponer en este artículo. El primero interpreta la globalización como la expresión del metabolismo capitalista que busca constantemente nuevas oportunidades de beneficio para contrarrestar su tendencia a la crisis. El segundo analiza la globalización como la maduración de un proyecto político de largo alcance liderado por los Estados Unidos. El tercero, por su parte, hace hincapié en la reestructuración de las relaciones de producción que acompaña a la intensificación de los flujos comerciales y financieros.

Bibliografía

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  • Bair, Jennifer. 2009. Frontiers of Commodity Chain Research. Stanford: Stanford University Press.
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  • Callinicos, Alex. 2009. Imperialism and Global Political Economy. Cambridge: Polity.
  • Chesnais, François. 1997. La mondialisation du capital. París: Syros.
  • Crotty, James R. 2003. «The Neoliberal Paradox: The Impact of Destructive Product Market Competition and Impatient Finance on Nonfinancial Corporations in the Neoliberal Era». Review of Radical Political Economics 35 (3): 271-279. doi:10.1177/0486613403255533.
  • Duménil, Gérard y Dominique Lévy. 2014. La Grande Bifurcation: En finir avec le néolibéralisme. París: La Découverte.
  • Durand, Cédric. 2014. Le Capital fictif: Comment la finance s’approprie notre avenir. París: Les prairies ordinaires.
  • Gindin, Sam y Leo Panitch. 2012. The making of global capitalism: The political economy of American empire. Londres y Nueva York: Verso.
  • Harvey, David. 2004. El nuevo imperialismo. Madrid: Akal.
  • Marx, Karl y Friedrich Engels. (1867) 2004. Manifiesto Comunista. Madrid: Akal.
  • Marx, Karl. (1939) 2007. Elementos fundamentales para la crítica de la economía política. Borrador 1857-1858, traducido por Pedro Scaron, 3 vols. Madrid: Siglo XXI.
  • Peoples, James y Roger Sugden. 2000. «Divide and rule by transnational corporations». En The nature of the transnational firm, editado por Christos Pitelis y Roger Sugden, 174-192. Oxfordshire: Routledge.
  • Poulantzas, Nicos. 1976. Las clases sociales en el capitalismo actual. Traducido por Aurelio Garzón del Camino. México D.F.: Siglo XXI.
  • Starosta, Guido. 2010. «Global Commodity Chains and the Marxian Law of Value. Antipode 42 (2): 433-465. doi:10.1111/j.1467-8330.2009.00753.x.
Cédric Durand
Profesor titular de Economía en la Universidad de París XIII. Investigador en el Centro de Economía de la Universidad de París XIII (CEPN - Centre d´Économie de l’Université Paris-Nord).
Subido a Cairn Mundo el 04/05/2023
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