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Introducción

1En este dossier dedicado al transhumanismo es importante incluir también, aunque solo sea furtivamente, la perspectiva politológica. La ciencia política estudia esencialmente las relaciones de poder así como sus justificaciones y críticas. Visto desde este ángulo, el objeto «transhumanismo» resulta ser muy significativo. En efecto, la corriente de pensamiento transhumanista trata de superar la condición humana «natural» recurriendo de manera generalizada a tecnologías punteras y ha superado ya varios niveles de desarrollo: sus primeras manifestaciones se remontan a inicios de los años ochenta, aunque el adjetivo «transhumanista» fuera utilizado ya en 1966 por el futurista persaestadounidense Fereidoun M. Esfandiary, cuando enseñaba en la New School of Social Research (Nueva Escuela de Investigación Social) de Nueva York, así como en las obras de Abraham Maslow El hombre autorrealizado (Barcelona: Kairós, 1973 [1968]) y de Robert Ettinger Man into Superman (Nueva York: St. Martin’s Press, 1972). Sin embargo, lo que provocó las primeras tentativas de sistematización fue el encuentro en el sur de California entre Esfandiary, que tuvo una audiencia cada vez mayor después de cambiar su nombre oficial por el del mítico FM-2030; la artista Nancie Clark, que decidió adoptar a partir de entonces el nombre de Natasha Vita-More y que redactó en 1982 el Transhumanist Arts Statement; John Spencer, de la Space Tourism Society (Sociedad de Turismo Espacial); y, más tarde, el británico Max More (antes Max O’Connor), que hizo las primeras tentativas de sistematización.

2Una década más tarde aproximadamente, con la llegada de filósofos universitarios como el sueco Nick Bostrom, profesor de la Universidad de Oxford, y los anglosajones David Pearce, Richard Dawkins y James Hughes, la corriente alcanzó una masa crítica suficiente como para hacerse hueco en el debate académico.

3Paralelamente emergió un movimiento político, en un primer momento con revistas como Extropy (desde 1988) y Journal of Transhumanism, y fundando asociaciones en el ámbito internacional (Extropy Institute en 1992 y la World Transhumanist Association en 1998, que se convertiría en 2008 en Humanity+) y en el ámbito nacional (Technoprog en Francia, Associazione Italiana Transumanisti en Italia, Aleph en Suecia, Transcedo en Holanda, etc.), a la vez que se organizaba virtualmente alrededor de una multitud de foros de discusión y de listas de difusión en internet y en los coloquios bianuales Extro, célebres en aquel momento.

4Estos últimos años, el transhumanismo se ha politizado considerablemente y se ha visto reforzado con la creación de los primeros partidos políticos, dedicados a influenciar en la toma de decisiones y en los imaginarios políticos (el Transhumanist Party, que presentó a Zoltan Istvan como candidato en las elecciones presidenciales de 2016 en los Estados Unidos; el partido homónimo en Gran Bretaña; el Transhumane Partei en Alemania, etc.), con la creación de universidades completamente privadas dedicadas a su causa como la Singularity University (Universidad de la Singularidad), fundada en 2008 por Google en California; el centro thecamp, que abrió a finales de 2017 cerca de la Provenza francesa, y de institutos y fundaciones privadas a cargo de la XPrize Foundation (Fundación XPrice) o el Institute for Ethics and Emerging Technologies (IEET – Instituto de Ética y Tecnologías Emergentes), así como numerosas asociaciones de la sociedad civil.

I – Una ideología política

5El transhumanismo, una doctrina que es ya bastante coherente, que tiene cada vez más cuerpo y que no se contenta con explicar el mundo, sino que aporta también consignas explícitas y precisas para orientar la acción a favor de un cambio de sociedad, puede ser definido ya como una auténtica ideología política y ser analizado en consecuencia desde el prisma de la «crítica ideológica» (Ideologiekritik), es decir, como uno de los «mitos que […] muestran como “legítima” la dominación [social] basándose en los intereses específicos de grupos particulares». [1] En efecto, introducido por el filósofo Antoine Louis Claude Destutt de Tracy en su obra Éléments d’idéologie, [2] el concepto de ideología designa siempre —a pesar de las diferencias notables entre las conceptualizaciones propuestas concretamente por Antonio Gramsci, Karl Mannheim, Louis Althusser, Nicos Poulantzas y Jürgen Habermas, en las cuales no podemos detenernos en el presente artículo— un sistema «de ideas por las cuales son postulados, explicados y justificados los medios y los fines de actividades organizadas en la sociedad». [3] El acento se pone por lo tanto en la justificación de los fines y de los medios de la acción política. Es el reino de los «ismos»: liberalismo, socialismo, ecologismo, nacionalismo, feminismo, fascismo, etc., todos vehiculados como movimientos de ideas verdaderamente transnacionales y que aportan a los actores políticos el marco ideal para sus acciones a escala ya mundial. [4] Tal y como lo formuló Gramsci, las ideologías «“organizan” las masas humanas, forman el terreno en el que los hombres se mueven, adquieren conciencia de su posición, luchan, etcétera». [5]

6El normativismo del transhumanismo, que se expresó en un primer momento a través de un debate ético y jurídico sobre los límites que no deben ser franqueados en el marco del desarrollo tecnológico, en particular en cuestión de genética [6] y de neurociencias, se extendió luego al debate social sobre el conjunto de las mutaciones tecnológicas que están por venir: preconizando una verdadera superación de la condición humana para desarrollar poco a poco —de manera «proactiva» y, por lo tanto, por oposición al principio de precaución— [7] una criatura poshumana genética y neurológicamente modificada y además plenamente integrada a la máquina, el transhumanismo defiende una fuga hacia adelante, ya que los seres humanos estarían a nivel biológico excesivamente limitados para poder hacer frente con eficacia a los desafíos de la complejidad creciente del mundo. En consecuencia, habría que aumentar sus capacidades integrándolos a todo tipo de tecnologías emergentes, e incluso programándolos de manera que muten hacia un estadio poshumano. Es la verdadera culminación del programa de Ciencia y técnica como «ideología», en la fórmula de la célebre obra de Habermas de 1968. [8] Muy frecuentemente, el programa de los que Dominique Lecourt designa con el término de «tecnoprofetas» [9] adquiere también una dimensión gnóstica casi religiosa, [10] dado que muchos autores creen sin fisuras en la posibilidad de hacer del ser humano a largo plazo un ser inmortal, o incluso en la resurrección tecnológica de los muertos tras un compás de espera en estado de criogenización. El muy mediático Laurent Alexandre llama a esto «la muerte de la muerte». [11]

7El objetivo político es por lo tanto claramente anunciado. Se trata de nada menos que de la creación de un ser humano nuevo [12] y, en consecuencia, de una sociedad enteramente nueva, un proyecto que otras ideologías (comunismo, fascismo, etc.) persiguieron en el pasado de otras maneras, a la postre menos radicales. Dentro del movimiento político transnacional existen ciertamente diferencias ideológicas significativas, en relación con las tecnologías en las que hay que invertir en primer lugar y en lo tocante a los caminos de transición que deben emprenderse, concretamente entre los «tecnoprogresistas» por un lado, tipo James Hughes, Marc Roux y Amon Twyman, que abogan por un cierto igualitarismo social en la transición a la condición poshumana [13] y los «extropianos» o «tecnolibertarianos» por el otro, como Max More y Zoltan Istvan, que consideran que las mejoras y el aumento tecnológico deberían responder a mecanismos decisionales y capacidades financieras del individuo, aún a riesgo de engendrar una gran desigualdad o incluso una sociedad de castas tecnológicas. [14] Sin embargo, no se trata más que de luchas políticas entre sensibilidades diferentes dentro del movimiento [15] que, por lo demás, concuerda perfectamente en lo esencial.

8El pensamiento transhumanista se articula alrededor de tres ejes principales con una vocación altamente política:

91. El ser humano «natural» ha quedado obsoleto y debe ser mejorado por la tecnología, que se convierte en consecuencia en un vector de prolongación artificial del proceso de hominización. De ahí que el transhumanismo haga entrar abruptamente a la especie humana como tal en el juego político, algo que recuerda inmediatamente la fórmula empleada por Michel Foucault en 1976: «lo que se podría llamar “umbral de modernidad biológica” de una sociedad se sitúa en el momento en que la especie entra como apuesta de juego en sus propias estrategias políticas […]; el hombre moderno es un animal en cuya política está puesta en entredicho su vida de ser viviente». [16] En otras palabras, según los transhumanistas hay que sustituir la figura emblemática del ser humano por una criatura post sapiens sapiens y, llegado el caso se tratará, zoológicamente hablando, de un momento de verdadera especiación, es decir, de una situación extrema en la que una nueva especie aparece en el reino animal.

102. Conviene fusionar completamente el ser poshumano y la máquina, algo que va más allá de la actual interfaz hombre-máquina (por ejemplo, la interacción con el teléfono móvil o el ordenador). La figura espectacular del hombre-máquina resulta de la hibridación, interconectando permanentemente al (pos)humano y la máquina, tal y como propone por ejemplo, de manera recurrente, uno de los ideólogos transhumanistas más destacados, Ray Kurzweil, que estima que el hombre debe convertirse en parte integrante de la máquina, que debemos poder programarlo como un software y, llegado el caso, reprogramarlo. [17] Se trata de la culminación del fetichismo maquinista del movimiento cibernético nacido después de la Segunda Guerra Mundial, tal y como fue encarnado por Norbert Wiener y muchos otros matemáticos y filósofos. [18] Se trata de nada menos que de someter al ser humano enteramente a la racionalidad técnica en detrimento de la subjetividad humana: a partir de ese momento la tecnología, considerada como el nuevo factor de hominización, se convierte paradójicamente también en el principal vector de deshumanización. El maquinismo transhumanista resulta ser así fundamentalmente antihumanista entre otras cosas porque la máquina es por definición inhumana.

113. A partir de ese momento conviene superar igualmente lo que podemos llamar la matriz ideológica de base que subyace a muchas otras ideologías (liberalismo, socialismo, conservadurismo, etc.), a saber, el humanismo que articula el conjunto de las reflexiones alrededor de un ser humano colocado en el centro del mundo y jerárquicamente superior a las otras especies. Si el humanismo apuesta por una eventual mejora moral del individuo gracias a la educación y a la cultura («la humanización del ser humano»), la ideología transhumanista, por su parte, propone valores enteramente nuevos estipulando la necesidad del tránsito a una criatura poshumana que puede mejorarse constantemente integrando nuevos artefactos técnicos. Estos sustituyen de alguna manera el esfuerzo moral, educativo y cultural.

12A partir de esta triple orientación, la ideología transhumanista se fragmenta en múltiples campos discursivos específicamente adaptados a cada nuevo artefacto concebible y desarrollable para realizar nuestro radiante futuro. [19] Esto es lo que ocurre por ejemplo en el debate sobre la mejora genética de la especie humana. En verano de 2017, un equipo de investigación estadounidense modificó por primera vez con éxito el genoma humano utilizando el método CRISPR-Cas9 para eliminar una enfermedad hereditaria del corazón. [20] El día en el que la nueva técnica esté a punto y autorizada (aunque sea en un solo país en todo el mundo), permitirá mediante una única intervención erradicar la enfermedad para todas las generaciones siguientes engendradas por esa persona. Se trata por lo tanto de una clara mejora genética reproductiva. En este caso, como en otros, la medicina tiene la función de abrir la puerta, romper un tabú, porque ¿quién puede estar en contra de la legitimidad de una intervención de este tipo en el genoma? Es prácticamente indiscutible, aunque quienes nazcan a partir de esa modificación —y todos sus descendientes— sean los primeros en ser (parcialmente) programados en el plano genético, los primeros verdaderos OMG humanos. El cursor del límite que no debe ser franqueado se ve desplazado y el próximo debate puede centrarse ya sobre un eventual nuevo desplazamiento, por ejemplo, hacia la modificación de genes que permita ser más resistentes al cansancio o mejorar nuestra visión o nuestra memoria. ¿Es posible oponerse a esto si no tenemos presente la coherencia de conjunto de las tres dimensiones ideológicas mencionadas más arriba? ¿Dónde empieza exactamente el riesgo eugenésico?

13Otro ejemplo resulta de los desarrollos del Project Cyborg, del transhumanista británico Kevin Warwick, profesor de cibernética en la Universidad de Coventry: en 1998 y, más tarde, en 2002 se injertó en su brazo electrodos directamente vinculados a su sistema nervioso y conectados también a un ordenador y, de ahí, a internet. A partir de entonces pudo controlar a distancia un brazo robótico que se encontraba físicamente al otro lado del Atlántico e, inversamente, controlar su brazo a distancia con un ordenador. En otro experimento puso en comunicación su sistema nervioso con el de su esposa, a la que se implantó también un chip electrónico. Los dos organismos se fundieron en internet. Esta integración humano-máquina en el cruce entre las neurociencias, la cirugía, la ingeniería digital y la robótica muestra en él una actitud profundamente transhumanista, tal y como él mismo admitió en el año 2000: «los convertidos en cíborgs tendrán ventaja sobre los humanos. Y al igual que los humanos se han colocado siempre por encima de otras formas de vida, es probable que los cíborgs mirarán desde arriba a los humanos que estén aún por “evolucionar”». [21]

II – Un potente imaginario tecnológico para la próxima revolución industrial

14Desde el experimento de Warwick, la ambición de crear cíborgs poshumanos se precisa, se masifica y apela a la inventiva política y jurídica. [22] Así, las compañías Apple y Cochlear acaban de anunciar el lanzamiento de Nucleus 7, que vinculará sin cable un iPhone con un chip implantado quirúrgicamente en la oreja para que las personas sordas pueden escuchar música de buena calidad acústica, llamar y oír el sonido de los vídeos. [23] La empresa sueca Biohax y la compañía estadounidense Three Square Market proponen ya a sus empleados un implante gratuito de microchips subcutáneos que introducen automáticamente las contraseñas personales en los ordenadores y en las puertas de despacho, que almacenan informaciones y que podrán ser utilizados como medios de pago en la cafetería de las empresas. [24] La acción de artistas transhumanistas como Neil Harbisson contribuye a la difusión del imaginario cíborg. [25] ¿Podremos prohibir a largo plazo la implantación de un chip directamente en el cerebro si esto permite —¡en un primer momento!— estimular la memoria de una persona afectada de alzhéimer?

15Ambos ejemplos hacen evidente que la ideología transhumanista, a menudo bajo la cobertura de una medicina en realidad altamente humanista (salvar vidas, aliviar el sufrimiento), intenta por todos los medios presentar los nuevos artefactos tecnológicos que alteran la naturaleza humana como incuestionables, inevitables y sobre todo eminentemente deseables. En este sentido el artefacto va mucho más allá de un simple objeto o procedimiento novedoso y se impone siempre como una verdadera comunión entre un objeto/procedimiento técnico y una tecnología discursiva refinada y específicamente aplicada que lo presenta como atractivo o útil. Ambas cosas van juntas, se trata de dos caras de una misma moneda. El objetivo último es siempre despolitizar tanto como se pueda el debate, argumentando que esta tecnología altamente específica resulta ser la solución perfecta a un pequeño problema concreto y bien definido.

16Visto desde este ángulo, el discurso transhumanista acompaña y justifica el desarrollo de innumerables objetos y procedimientos high tech del presente y del futuro: ingeniería genética humana, úteros artificiales, robots humanoides, exoesqueletos biomecánicos, inteligencia artificial, chips neurológicos, xenotransplantes a partir de quimeras humano-animal, etc. En la mayoría de los casos apuntan a una misma dirección: aumentar la capacidad del ser humano mediante el recurso a la hibridación a escala nanométrica. Son las tecnologías emergentes NBIC, que pronto revolucionarán nuestras vidas: la interconexión cada vez más sistemática de las nanotecnologías, las biotecnologías, la informática y las ciencias cognitivas desemboca en la novedosa «gran convergencia» que produce la integración avanzada y creciente entre lo infinitamente pequeño (N), la fabricación de lo vivo (B), las máquinas pensantes (I) y el estudio del cerebro humano (C). [26] La humanidad se encuentra de este modo definitivamente rebajada al rango de una especie zoológica similar a las otras, a la cual se puede aplicar la imagen mecanicista de un ser-objeto producido por técnicas de selección, de eliminación y de manipulación. [27] El concepto de convergencia de las tecnologías NBIC —que da lugar por ejemplo a la nanobioinformática, la ingeniería neuromórfica, la biofotónica y otras biologías sintéticas y estimulaciones cerebrales— fue hecho «oficial» por primera vez en 2002, en un informe internacional confeccionado por Mihail C. Roco y William Sims Bainbridge a cargo de la National Science Foundation (Fundación Nacional de Ciencias), la agencia federal estadounidense para la ciencia. [28]

17Hay ahí un mercado potencial enorme, y por lo tanto una mercantilización complementaria de la vida humana: asistiremos al nacimiento del «cuerpo-mercado». [29] Será el resultado de la cuarta revolución industrial. En efecto, las tecnologías NBIC introducirán probablemente un salto importante en la evolución del capitalismo, al igual que la máquina de vapor (primera revolución industrial), la electricidad (segunda) y la electrónica y la informática (tercera). [30] Incontables nuevos productos y procedimientos aparecerán en el mercado. Ante la explosión de la oferta, el discurso transhumanista intenta hacer pasar el mensaje según el cual a cada nueva herramienta corresponde una necesidad y una demanda precisa. En otras palabras, el transhumanismo es la ideología que permite justificar esta expansión hacia nuevos mercados.

18En caso de éxito, las regulaciones y los arbitrajes estatales se verán fuertemente perturbados, aunque solo sea por las nuevas desigualdades constitutivas que no tardarán en emerger entre los humanos que sigan siendo «naturales» —los «chimpancés del futuro» según la expresión el transhumanista Kevin Warwick— [31] y la futura especie poshumana tecnológicamente aumentada. Desde ahí el transhumanismo lanza un desafío inconmensurable al Estado de bienestar, en la medida en que este ha sido forjado para eliminar todo lo posible las desigualdades sociales de partida y porque está profundamente anclado en la meritocracia. Un desafío también para la democracia y el Estado de derecho, porque debido a la complejidad creciente de los retos vinculados a la hibridación tecnológica y a lo que podemos calificar como «aceleracionismo» intencional [32] promovido precisamente por los transhumanistas, los «consejeros del príncipe» —los comités de bioética y otras estructuras de evaluación tecnológica— no podrán ya probablemente asistir eficazmente a los decisores políticos para regular en tiempo real la introducción en el mercado de los nuevos objetos y procedimientos. En otros términos, no puede excluirse que existan pronto límites tecnológicos a la democracia.

19También, con la fusión humano-máquina, se abrirán nuevas perspectivas para las relaciones de producción y las relaciones capital-trabajo. El obrero y el empleado podrán quedar plenamente integrados en los sistemas productivos (por ejemplo, mediante chips subcutáneos o implantados directamente en el sistema nervioso) y mejor vigilados. Su productividad, clave de la competitividad entre compañías, podrá ser estimulada. Asistiremos probablemente a una deshumanización complementaria del trabajo si la ideología transhumanista gana, aunque solo sea parcialmente. La cuestión será entonces la adaptabilidad del individuo a las exigencias de las fuerzas del capital, y el propio concepto de recursos humanos se volverá tal vez obsoleto, en la medida en la que el empleado quedará integrado simplemente en los recursos tecnológicos; será tan solo una mera herramienta de producción. Otra consecuencia posible de las políticas transhumanistas sería que las luchas entre la patronal y los sindicatos podrían intensificarse, versando más sobre el grado de autonomía que el trabajador podrá aún preservar frente a la tecnología de los sistemas productivos que sobre los salarios y el tiempo de trabajo. Debido al desempleo masivo que engendrará pronto la inteligencia artificial, seguirán dándose probablemente revueltas ocasionales de tipo ludita. Es evidente en todo caso que existe el riesgo de que, en varias décadas, basculemos poco a poco hacia un capitalismo poshumano que transformará profundamente no solo las relaciones del individuo con los demás, con el trabajo y con el Estado, sino también el género humano propiamente dicho.

III – La infraestructura que hay detrás de la difusión ideológica

20Lo que precede parece respaldar la tesis según la cual el transhumanismo es ante todo un gran proyecto político, para beneficio de las industrias que libran el combate por la cuarta revolución industrial que desembocará probablemente en una completa redistribución de las riquezas en nuestras sociedades, en una amplia recomposición de las clases sociales y sobre todo en una modificación en profundidad de la manera en la que nuestras sociedades funcionan. Ahora bien, es significativo que algunos sectores muy importantes, tanto del aparato del Estado como del sector privado, promuevan este proyecto.

21Así, los propios Mihail C. Roco y William Sims Bainbridge, que prepararon cuidadosamente el famoso informe NBIC de la National Science Foundation en 2002, han elevado toda la problemática NBIC al nivel social e ideológico publicando en julio de 2013 (con Bruce Tonn y George Whitesides) el voluminoso informe Converging Knowledge, Technology, and Society (CKTS), que trata de guiar los esfuerzos en materia de ingeniería social para contener en un espacio discursivo restringido toda protesta posible en relación con las tecnologías NBIC. El nuevo concepto de «metaconvergencia» CKTS se inscribe en una posición claramente «solucionista», resultante del pensamiento transhumanista de tendencia «tecnoprogresista» que no concibe el «progreso» de la tecnología sin beneficio inmediato para la sociedad, o al menos para un parte de la sociedad. En este informe se menciona expresamente que «el estudio ha identificado barreras al progreso; este informe ofrece un marco, métodos y acciones posibles para superarlas». [33] En varias ocasiones se habla en él concretamente de la cuestión de la movilización generalizada de las nuevas redes sociales (Facebook, Twitter, etc.) para la difusión dirigida del «solucionismo» transhumanista: «las instituciones tradicionales tienen [ahora] un rol reducido, al verse superadas por [nuevos] movimientos, reforzados por las redes sociales». [34] Según ellos, orientar el debate en la sociedad en el sentido deseado resulta primordial porque las «tecnologías emergentes prometen ofrecer retornos de inversión privada y pública más elevados, debido a su naturaleza perturbadora [disruptive] y transformadora. Tales retornos dependen también de los […] métodos de gobernanza». [35]

22Dado que las propias agencias estatales y las organizaciones internacionales —incluyendo aquí al Consejo de Europa— [36] se implican por lo tanto fuertemente en la infraestructura de los vectores de la difusión ideológica, resulta aún menos sorprendente que la élite de los grandes patronos del Silicon Valley californiano suscriba a su vez y promueva también la ideología transhumanista. Lo mismo ocurre para cantidad de empresarios de las innumerables startups que gravitan alrededor de ellos. Las inversiones financieras fuera de la norma aprobadas entre otros por los multimillonarios Elon Musk (que acaba de fundar entre otras la empresa Neuralink para reorientar los esfuerzos para la creación de cíborgs superinteligentes), [37] Peter Diamandis y Peter Thiel, y más aún por las célebres GAFAM (Google, Apple, Facebook, Amazon y Microsoft), pesan mucho en este debate social. Porque sus intereses económicos en el futuro de la high tech están directamente en juego. Estas empresas han invertido ya masivamente en la cuarta revolución industrial, inyectando también actualmente sumas colosales en el lobbying político y en la ingeniería social.

23Cabe mencionar aquí el ejemplo de la Partnership on AI (Asociación en IA), que reagrupa a la casi totalidad de los gigantes de Silicon Valley (salvo Elon Musk y Peter Thiel, que han lanzado su propia estructura llamada OpenAI (IA Abierta) y que está financiada con unos mil millones de dólares) para activar una especie de autorregulación ética de las tecnologías de la inteligencia artificial, pero que en realidad, y sobre todo, difunde al gran público el mensaje según el cual el big business transhumanista se ocupa por sí mismo de los eventuales riesgos asumidos y de los límites a imponer a la inteligencia artificial, sin que los poderes públicos reguladores tengan que intervenir en absoluto. [38] Es la fórmula «Valium para el pueblo». La Partnership on AI está dotada, por su parte, de un financiamiento colosal y coopta a gran cantidad de universitarios, lo que deja ver el extremo cuidado con el que los gigantes estadounidenses intentan prevenir toda protesta social. [39] Y, en efecto, los que se oponen a ciertas nuevas tecnologías, sean quienes sean y vengan de donde vengan, simplemente no disponen de los mismos medios.

IV – Conclusiones

24El juego no es por lo tanto equitativo. En el debate social que apenas acaba de comenzar, los dados están trucados: la ideología transhumanista está fuertemente impulsada por sectores de los aparatos estatales y, sobre todo, por las poderosas empresas multinacionales, que tienen todo el interés en que la revolución NBIC se lleve a cabo sin obstáculos. En este sentido, el transhumanismo es ya ideología dominante, porque acaba con todas las demás posiciones ideológicas que existen ante la mutación tecnológica —concretamente las de los humanismos de todo tipo, así como las de los adeptos de la «ecología profunda»— debido al poder del dinero.

25De todas maneras, algunos industriales ya han adoptado un plan B en el caso en el que la puesta en práctica concreta de la ideología transhumanista se viera confrontada a demasiadas resistencias en la opinión pública y por parte de los aparatos estatales: Peter Thiel y otros industriales cofinancian el Seasteading Institute que desde 2008 elabora, bajo la dirección de Patri Friedman, proyectos de construcción de islas flotantes en aguas internacionales, y por lo tanto fuera de toda legislación nacional, para llevar a cabo en ellas, con voluntarios, experimentos (genéticos, neurológicos, etc.) que podrían estar prohibidos en los territorios de todos los Estados. [40] En enero de 2017 se cerró un acuerdo con el gobierno de la Polinesia francesa para construir ahí un prototipo de isla flotante de 7500 m2junto a la isla de Tahití que tendría el estatus de «zona económica especial». [41] Esto demuestra el poco caso que los transhumanistas estadounidenses le hacen en general —hay excepciones— al rol regulador del Estado, por oposición a la franja, minoritaria a escala mundial, de los «tecnoprogresistas», es decir, ideólogos transhumanistas sobre todo europeos que abogan por una intervención igualadora del Estado en lo relativo al acceso a las tecnologías de la «gran convergencia» NBIC, y que de este modo favorecen su difusión en países de tradición socialdemócrata (en un sentido muy amplio del término).

26El transhumanismo ha alcanzado ya la fase de gran proyecto político y de difusión masiva ideológica; ya no está confinado a los debates universitarios sobre cuestiones éticas y jurídicas. Vista la hábil estrategia «solucionista» de fraccionar el debate social en múltiples fragmentos, haciendo difícil el acceso a una visión global, así como los recursos combinados de los científicos y de las grandes empresas multinacionales, sobre todo estadounidenses y cada vez más también chinas, podemos temer que el paso a la cuarta revolución industrial se hará sin demasiadas controversias en lo relativo al proyecto político global del transhumanismo que se esboza como trasfondo. Todo ocurre actualmente como si la transición, a través de la «gran convergencia NBIC» a un ser (pos)humano tecnológicamente aumentado e integrado a la máquina ya se hubiera llevado a cabo grosso modo. En este sentido, el proyecto ideológico del transhumanismo encarna perfectamente el programa antihumanista examinado y enunciado ya por el filósofo Günther Anders: realizar «la obsolescencia del ser humano» [42] y su extinción como especie.

Notes

  • [1]
    Jürgen Ritsert, Ideologie: Theoreme und Probleme der Wissenschaftssoziologie (Münster: Westfälisches Dampfboot, 2001), 129. La traducción es nuestra (como todas las que aparezcan a lo largo del artículo, salvo que se indique lo contrario).
  • [2]
    Véase Terry Eagleton, Ideología, trad. Jorge Vigil (Barcelona: Paidós, 1997), capítulo 3.
  • [3]
    Martin Seliger, Ideology and Politics (Nueva York: The Free Press, 1976), 11.
  • [4]
    Klaus-Gerd Giesen, «Einleitung: Ideologien und Weltpolitik», en Ideologien in der Weltpolitik (Wiesbaden: VS Verlag für Sozialwissenschaften, 2004), 9-18. doi:10.1007/978-3-322-87372-9_1.
  • [5]
    Antonio Gramsci, Cuadernos de la cárcel, trad. Ana María Palos (México: Era, 1984), vol. 3, cuaderno 7, §19, 159.
  • [6]
    Klaus-Gerd Giesen, «Transhumanisme et génétique humaine», L’Observatoire de la génétique 16 (2004). https://iatranshumanisme.com/wp-content/uploads/2015/08/no-16.pdf
  • [7]
    Steve Fuller y Veronika Lipińska, The Proactionary Imperative: A Foundation for Tranhumanism (Londres: Palgrave Macmillan, 2014).
  • [8]
    Jürgen Habermas, Ciencia y técnica como «ideología», trad. Manuel Jiménez y Manuel Garrido (Madrid: Tecnos, 1984).
  • [9]
    Dominique Lecourt, Humain, posthumain. La technique et la vie (París: PUF, 2003), 57-79.
  • [10]
    Véase Jean-Gabriel Ganascia, Le mythe de la Singularité. Faut-il craindre l’intelligence artificielle? (París: Seuil, 2017).
  • [11]
    Laurent Alexandre, La mort de la mort. Comment la technomédecine va bouleverser l’humanité (París: Lattès, 2011).
  • [12]
    Antoine Robitaille, Le Nouvel Homme nouveau. Voyage dans les utopies de la posthumanité (Montreal: Boréal, 2007).
  • [13]
    Véase por ejemplo la entrevista con los transhumanistas franceses Marc Roux y Agathe François «L’Homme augmenté, mythe ou réalité», Journal des Grandes Écoles et Universités 82 (2017). http://www.mondedesgrandesecoles.fr/lhomme-augmente-mythe-realite/.
  • [14]
    Véase por ejemplo Zoltan Istvan, «The Growing World of Libertarian Transhumanism», The American Conservative, 8 de agosto de 2017. https://www.theamericanconservative.com/articles/the-growing-world-of-libertarian-transhumanism/.
  • [15]
    Gabriel Dorthe y Marina Maestrutti, «Les transhumanistes aux prises avec des imaginaires contradictoires», Ethique, Politique, Religion 6 (2015): 67-88.
  • [16]
    Michel Foucault, Historia de la sexualidad, vol. 1, La voluntad de saber, trad. Ulises Guiñazú (México: Siglo XXI, 1977), 173. Véase al respecto Michael Dillon y Luis Lobo-Guerrero, «The Biopolitical Imaginary of Species-being», Theory, Culture & Society 26, n.o 1 (2009): 1-23.
  • [17]
    Ray Kurzweil, La singularidad está cerca: Cuando los humanos transcendemos la biología, trad. Carlos García Hernández (Berlín: Lola Books, 2012).
  • [18]
    El núcleo del programa cibernético fue formulado ya por Norbert Wiener en 1948 y en 1950 respectivamente, en sus obras Cibernética o el control y comunicación en animales y máquinas, trad. Francisco Martín (Barcelona: Tusquets, 1985) y Cibernética y sociedad, trad. José Novo (Buenos Aires: Sudamericana, 1958).
  • [19]
    Véanse por ejemplo las partes II a VII del ya célebre Transhumanist Reader, dedicadas todas ellas a campos tecnológicos específicos: Max More y Natasha Vita-More, dirs., The Transhumanist Reader: Classical and Contemporary Essays on the Science, Technology, and Philosophy of the Human Future (Chichester: Wiley-Blackwell, 2013), 65-360.
  • [20]
    Steve Connor, «First Human Embryos Edited in US», MIT Technology Review, 26 de julio de 2017, https://www.technologyreview.com/2017/07/26/68093/first-human-embryos-edited-in-us/; Hong Ma et al., «Correction of a pathogenic gene mutation in human embryos», Nature 548 (2017): 413-419, doi:10.1038/nature23305; Florence Rosier, «Corriger une mutation génétique chez un embryon humain, c’est possible», Le Temps, 2 de agosto de 2017, https://www.letemps.ch/sciences/corriger-une-mutation-genetique-chez-un-embryon-humain-cest-possible.
  • [21]
    Kevin Warwick, «Cyborg 1.0», Wired Magazine, 2 de enero de 2000, https://www.wired.com/2000/02/warwick/.
  • [22]
    Marcello Ienca y Roberto Andorno, «Towards new human rights in the age of neuroscience and neurotechnology», Life Sciences, Society, and Policy 13 (2017). doi:10.1186/s40504-017-0050-1.
  • [23]
  • [24]
    Dan Howarth, «US tech company offers to turn employees into cyborgs with microchip implants», Dezeen, 25 de julio de 2017, https://www.dezeen.com/2017/07/25/us-tech-company-three-square-market-offers-employees-microchip-implants-cyborgs-biohax/.
  • [25]
    Ross Bryant, «People “will start becoming technology” says human cyborg», Dezeen, 20 de noviembre de 2013, www.dezeen.com/2013/11/20/interview-with-human-cyborg-neil-harbisson/.
  • [26]
    Jean-Michel Besnier, Demain les posthumains. Le futur a-t-il encore besoin de nous? (París: Hachette, 2009), 153-167.
  • [27]
    Véanse por ejemplo las publicaciones siguientes: Gregory Stock, Redesigning Humans: Our Inevitable Genetic Future (Boston: Houghton Mifflin, 2002); Ramez Naam, More than Human: Embracing the Promise of Biological Enhancement (Nueva York: Broadway, 2005); Simon Young, Designer Evolution: A Transhumanist Manifesto (Amherst: Prometheus Books, 2005).
  • [28]
    Mihail C. Roco y Williams Sims Bainbridge, eds., Converging Technologies for Improving Human Performance: Nanotechnology, Biotechnology, Information Technology and Cognitive Science (Dordrecht: Kluwer, 2003).
  • [29]
    Céline Lafontaine, Le corps-marché. La marchandisation de la vie humaine à l’ère de la bioéconomie (París: Seuil, 2014).
  • [30]
    Klaus Schwab, «The Fourth Industrial Revolution. What It Means and How to Respond», Foreign Affairs, 12 de diciembre de 2015, https://www.foreignaffairs.com/articles/2015-12-12/fourth-industrial-revolution.
  • [31]
    Kevin Warwick, I, Cyborg (Champaign: University of Illinois Press, 2004), 4.
  • [32]
    En el sentido otorgado a este término por Robin Mackay y Armen Avanessian en su compilación #Accelerate: The Accelerationist Reader (Falmouth: Urbanomic, 2014).
  • [33]
    Mihail C. Roco et al., eds., Converging knowledge, technology, and society: Beyond convergence of nano-bio-info-cognitive technologies (Dordrecht: Springer, 2013), 2.
  • [34]
    Ibíd., 372.
  • [35]
    Ibíd., 364.
  • [36]
    En 2014, el Consejo de Europa apoyó todos los proyectos que favorecían la convergencia de las nanotecnologías, la nanobiología y el campo de la salud posicionándose en una dinámica compatible con la de la CKTS, publicando concretamente el informe del Comité de Bioética redactado por Rinie van Est et al., From Bio to NBIC convergence: From Medical Practice to Daily Life (La Haya: Institut Rathenau, 2014).
  • [37]
    Claude Touzet, «Avec Neuralink, Elon Musk ambitionne de réorienter l’Intelligence artificielle», The Conversation France, 9 de julio de 2017, http://theconversation.com/avec-neuralink-elon-musk-ambitionne-de-reorienter-lintelligence-artificielle-80641.
  • [38]
  • [39]
    Klaus-Gerd Giesen, «Intelligence artificielle: Comment les multinationales de Silicon Valley tentent de dépolitiser le débat», Distinguos, 16 de octubre de 2016, https://www.distinguos.info/distinguos/intelligence-artificielle-comment-les-multinationales-de-silicon-valley-tentent-de-depolitiser-le-debat.
  • [40]
    Peter Thiel, intervención en la Seasteading Institute Conference de 2009, https://vimeo.com/7577391.
  • [41]
    El protocolo de acuerdo entre el país y el Seasteading Institute fue desvelado en La Dépêche de Tahiti. Véase J. Hunter «Le protocole d’accord entre le Pays et le Seasteading Institute dévoilé», La Dépêche de Tahiti, 26 de enero de 2017, https://actu.fr/politique/le-protocole-daccord-entre-le-pays-et-le-seasteading-institute-devoile_27869077.html
  • [42]
    Günther Anders, La obsolescencia del hombre, 2 vols., trad. Josep Monter Pérez (Valencia: Pre-Textos, 2011).
Español

El artículo examina el transhumanismo desde el prisma de la ciencia política. Demuestra en detalle que se trata de una auténtica ideología política que trata de promover el «nuevo ser humano», fragmentándose para llevarlo a cabo, a través de una estrategia «solucionista», en múltiples campos discursivos específicamente adaptados a cada contexto particular. El análisis del discurso transhumanista muestra cómo este acompaña y justifica una mercantilización complementaria de la vida humana como resultado de la cuarta revolución industrial resultante del recurso generalizado a la «convergencia» de las tecnologías NBIC, un salto importante en la evolución del capitalismo. Así, el transhumanismo, una vez llegado a la fase de gran proyecto político, promueve los intereses de las grandes compañías multinacionales high tech que defienden la difusión de esta ideología a gran escala.

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Français

La contribution examine le transhumanisme sous le prisme de la science politique. Elle démontre en détail qu’il s’agit d’une véritable idéologie politique qui vise à promouvoir « l’Homme nouveau », tout en se fractionnant, par une stratégie « solutionniste », en multiples champs discursifs spécifiquement adaptés à chaque contexte particulier pour le réaliser. L’analyse du discours transhumaniste fait apparaître qu’il accompagne et justifie une marchandisation supplémentaire de la vie humaine comme résultat de la quatrième révolution industrielle par le recours massif à la « convergence » des technologies NBIC, une césure importante dans l’évolution du capitalisme. Ainsi, le transhumanisme, parvenu au stade de grand projet politique, promeut les intérêts des grandes firmes multinationales high tech qui soutiennent la diffusion de l’idéologie à grande échelle.

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Klaus-Gerd Giesen
Profesor de ciencias políticas
Université Clermont Auvergne
www.giesen.fr
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Subido a Cairn Mundo el 03/05/2022
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