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¿Todavía tiene futuro el crecimiento? El artículo anterior planteaba ya esta pregunta. ¿Es justo denunciar la adicción al crecimiento? ¿Un crecimiento sobrio es posible? ¿Se puede hablar de un crecimiento inteligente? Este artículo pretende responder a estas preguntas de actualidad.
COMMENTAIRE

1 El mundo está cambiando. Se está alejando rápidamente del período, entre los años 1000 y 1945, en que las mentes ilustradas se emanciparon gradualmente de los dogmas religiosos, luego la producción de bienes per cápita despegó lentamente y, finalmente, el crecimiento empezó a acelerarse bajo el impulso de las revoluciones industriales [1]. Esta aceleración le debe mucho a la confianza en el individuo y en su razón, así como a la fe en el progreso científico. Las innovaciones han sido en gran medida el resultado de iniciativas privadas y locales. Por su parte, las naciones europeas decidieron poner su destino en sus propias manos para construir un futuro mejor. Sin embargo, la mayoría de los economistas de los años 1800-1945 no veía futuro alguno para el crecimiento, por indiferencia o escepticismo. Según ellos, era inevitable que la ley de los rendimientos decrecientes (Ricardo), el mito del Estado estacionario (J. S. Mill), la denuncia del subconsumo de las clases trabajadoras (Sismondi, los estancacionistas), una burocracia y una fiscalidad invasoras (Schumpeter) rompieran los resortes del progreso económico.

2 Desde 1945, los economistas han hecho del crecimiento un elemento central de sus investigaciones. Y los gobiernos lo han convertido en un tema de gran preocupación hasta el punto de obsesionarse con él, que justifican con muchos argumentos: el pleno empleo de los trabajadores [2], la equiparación con los estándares de vida occidentales, la aspiración prácticamente generalizada de los pueblos e individuos a enriquecerse, la búsqueda de poder. Al extenderse a las economías emergentes, el crecimiento se desarrolla en un escenario global abarrotado en el que las naciones compiten a codazos por encontrar su lugar bajo el sol.

3 Pero la pregunta persiste: ¿todavía tiene futuro el crecimiento? Considerada en sus múltiples dimensiones (financiera, industrial, ecológica y de gobernanza), la crisis que se desencadenó en 2007 llegó en un momento en que el planeta se embarcaba en una nueva trayectoria, impuesta por una escasez de recursos naturales que se venía obviando desde hacía tiempo. El crecimiento económico entró así en una fase muy problemática de su historia. Nuestro trabajo aborda una cuestión cuyos intereses sociales y políticos van mucho más allá de la oferta global de bienes y del PIB per cápita.

4 Nuestras sociedades pasaron de un régimen en el que la oferta laboral controlaba en gran medida el crecimiento de la producción a otro en el que el pleno empleo de los trabajadores depende del crecimiento. Un crecimiento cuyas estadísticas subestiman el costo de la extracción sobre un capital natural agotable. Entonces, la incertidumbre se refiere a la capacidad de los Estados de garantizar el pleno empleo de los trabajadores por medios compatibles con la preservación de los recursos naturales.

5 El crecimiento incluye un elemento de exceso ligado a la dinámica del interés compuesto: un PIB de 100 que crece un 3,5% anual llega a 141 en diez años y se duplica en veinte años. El nivel del PIB incrementa por sí solo la riqueza del país. Su aumento acelera el rendimiento, como un río que se desborda cada vez más lejos de su cauce. Además, la población mundial no crece como un niño con un destino fatalmente limitado; seguirá creciendo de generación en generación, sin un término previsible y con aspiraciones indefinidamente renovadas [3]. La población ha empezado a envejecer en Europa y Asia, pero no por ello ha disminuido.

6 Desde cualquier perspectiva, la búsqueda de un crecimiento interminable en un mundo finito augura un callejón sin salida. Por lo tanto, la preocupación surge de la contradicción entre las aspiraciones ilimitadas y las limitaciones de la naturaleza. Estas dos características tienen que ver con los servicios prestados por aquello que es un bien común global. Sin embargo, estos servicios no son gratuitos ni renovables indefinidamente. Y ningún país puede aspirar a beneficiarse de una política unilateral de protección de su entorno natural a menos que todos sigan su ejemplo. Así, el océano Pacífico no protege a Estados Unidos de la contaminación atmosférica china más de lo que las fronteras protegían a Europa de la nube de Chernóbil. Entonces, ¿en qué dirección debemos dirigir nuestro barco?

7 El clima intelectual que rodea al crecimiento ha cambiado significativamente. El futuro del crecimiento plantea preguntas en las que los economistas no tienen el monopolio de la respuesta. En efecto, la racionalidad económica ya no impide, como en el pasado [4], que los tomadores de decisiones realicen grandes inversiones, sobre todo en medios de transporte e inmuebles urbanos; el valor de las redes comerciales, financieras y de comunicación crece con el número de clientes y suscriptores. Los rendimientos crecientes con la escala de producción y el progreso técnico inspiran iniciativas desproporcionadas. Por tanto, son necesarias ciertas decisiones políticas para controlar estos excesos. Por ejemplo, la elección de una tasa de descuento muy baja, necesaria para hacer atractivas las inversiones en la transición energética, es una opción política que atempera el egoísmo de las generaciones actuales en favor de sus descendientes.

8 La fe en el progreso positivo de la ciencia se está desvaneciendo, en parte por la deriva tecnológica, pero también por las peculiaridades del proceso científico. Según Ulrich Beck, «la ciencia resulta cada vez más necesaria, aunque también asimismo menos suficiente para la definición socialmente vinculante de la verdad». En la mente contemporánea, a las verdades que se afirman de una vez por todas les sucede una acumulación de verdades suspendidas [5], refutables, «parciales y provisionales» [6]. ¿Por qué? Porque la meticulosidad de la ciencia contemporánea y el «falibilismo triunfante» [7] de los métodos de investigación mantienen sistemáticamente la duda. La sociedad del riesgo debe aprender sobre el diseño y uso de aerogeneradores, coches autónomos, telemedicina, biogenética, etc. Las controversias entre investigadores en cuanto al calentamiento global y sus consecuencias son desconcertantes.

9 La incertidumbre que a veces reina sobre la legitimidad y la razonabilidad de las decisiones presentadas como racionales, la omnipresencia del concepto de riesgo y de nociones asociadas (riesgo moral, amenazas, miedo, principio de precaución) revelan la dificultad de aprehender el destino del mundo contemporáneo.

10 Entonces, ¿cómo reintroducir en el razonamiento una Tierra antaño celebrada por François Quesnay por su fecundidad y definida por Malthus y Ricardo por su avaricia? Una Tierra que, en aras de la simplificación, los modelos de economía de mercado han eliminado en lo sucesivo de las funciones de la oferta de bienes, para conservar únicamente el binomio trabajo-capital. Al definir el PIB como la suma de los valores que el trabajo y el capital agregan a unos recursos sin valor identificado, las rentas procedentes de la Tierra se diluyen y pasan desapercibidas entre unas ganancias que se distribuyen entre los dos únicos factores de producción seleccionados. Como no se remunera a la naturaleza por sus propios servicios, el mundo se está privando de las señales que permitirían medir la magnitud de los daños que se derivan indirectamente de un progreso técnico que se centra en reducir los costos de extracción. Al ignorar que la naturaleza es un bien común global no reproducible, la humanidad corre el riesgo de enfrentarse a daños irreversibles.

11 Las sociedades contemporáneas están tomando conciencia de los riesgos que estas anomalías representan para el planeta. Inicialmente, el Club de Roma advirtió en 1972 sobre el riesgo de agotar el volumen de recursos necesarios para la producción mundial. La naturaleza se ve como una acumulación de reservas de recursos físicos poco o nada renovables. Entonces, los investigadores se han concentrado en su ritmo de agotamiento y en la «huella ecológica» de nuestras acciones [8]. Se invita a la contabilidad nacional a elaborar un inventario de los activos que componen un capital que el mundo consume más que los intereses [9].

12 Pero este enfoque no es suficiente, por dos razones [10]. Por un lado, las medidas adoptadas para mejorar la eficiencia energética y reducir los costos de los recursos naturales de nuestras actividades suelen tener el efecto indeseable de estimular el crecimiento. Por otro lado, y sobre todo, la naturaleza debe ser considerada como un capital que hay que mantener. Efectivamente, los medios técnicos utilizados para hacer retroceder incesantemente los límites físicos que impone la escasez de los recursos agotables (yacimientos del subsuelo cada vez más caros de explotar, tierras cultivables conquistadas por la deforestación, pesca de arrastre desmesurada) deterioran las principales «funciones de la regulación planetaria». Contaminan el aire, alteran el ciclo del agua dulce y los océanos y destruyen la biodiversidad. La carrera por las materias primas está debilitando el planeta. Al privilegiar los recursos físicos por encima de los grandes equilibrios planetarios, podemos ver el peligro de los modelos de crecimiento contemporáneos. Más allá de algunos umbrales de concentración de gases de efecto invernadero (GEI), el calentamiento global, la acidificación de los océanos y la acelerada desaparición de especies, la humanidad se expone a desastres que no podrá remediar. Ahora bien, según los datos más recientes del IPCC, de aquí en adelante se requerirá una reducción drástica de las emisiones de GEI (CO2, metano, etc.) a fin de limitar el aumento de la temperatura media global a 2 °C, condición necesaria para estabilizar el clima.

¿Crecimiento nulo, o incluso decrecimiento?

13 Parece sensato denunciar la adicción al crecimiento [11]. Esta oposición frontal al productivismo parte de los excesos del consumismo en los países ricos y se remonta a una acusación más profunda: la que contempla una sociedad en la que la producción sería, junto con el trabajo, la única fuente de cohesión social. Para estos nuevos «objetores del crecimiento», la naturaleza debe reemplazar al capital en una nueva función de producción propuesta. Esta rectificación abandona el progreso técnico incorporado en los equipos de los productores y reduce al ser humano al papel de «jardinero de la Tierra» [12]. Como mínimo, dicha rectificación requiere una revisión radical de la relación entre el ser humano y la naturaleza, sin deificar a esta última [13].

14 Las reformas preconizadas son tan ambiciosas que rayan con la utopía. En efecto, los ricos y las clases medias, sin más precisiones, deben pagar para repartir entre todos una misma «asignación individual de autonomía, desde el nacimiento hasta la muerte, para garantizar un nivel de vida decente y desligado de la ocupación de un puesto de trabajo» [14]. Desde luego, resulta cómodo contrastar el Estado perfecto con las fallas del mercado y del sector privado para alcanzar el nirvana. Por eso se suceden los remedios: limitación de los ingresos individuales, nacionalización de los bancos privados para «quitarles el poder de emitir dinero y entregárselo a los bancos públicos». En cuanto a las deudas consideradas ilegítimas, basta con negarse a pagarlas (sic). Por último, el peso de una deuda ecológica contraída únicamente por el Norte debe ser asumido solo por esta región del mundo. La protección del medio ambiente atiende al propósito único de acabar con el capitalismo. Se nos pide condenar un principio organizativo simplemente por los abusos que comete, como en cualquier emprendimiento humano. Y es difícil ver cómo, sin capital ni capitalistas que tomen riesgos industriales, puedan surgir nuevas energías y otras innovaciones «bioeconómicas».

15 Desde el punto de vista demográfico, hablar de crecimiento cero es un sinsentido: la transición iniciada en los países en desarrollo, especialmente en África, solo logrará estabilizar la población mundial hacia 2050, en un nivel un 30 por ciento superior al actual. El estancamiento de la producción mundial conduciría ipso facto a una caída del 23 por ciento del ingreso per cápita promedio. El trago sería aún más amargo en el caso del decrecimiento. Ya no recordamos quién había recomendado ¡«dejar de respirar… para exhalar menos CO2» [15]! Así mismo, a pesar de la degradación ambiental, la esperanza de vida está aumentando en casi todo el mundo, particularmente en el África subsahariana, ya que la urbanización facilita el acceso a la atención médica. Se necesita una mínima inversión de capital para capacitar al personal médico, dotarlo de equipamiento técnico, construir hospitales y diseñar las terapias del futuro. En resumen, los modelos de decrecimiento conducen a conclusiones socialmente inaceptables, económicamente desmotivadoras y políticamente irreales.

16 Las estadísticas nos muestran una procesión de ciento noventa y tres naciones que se extiende a lo largo de una línea trazada por los niveles del PIB per cápita. Para la mayor parte de la humanidad que aspira a alcanzar al pelotón delantero y para los que se ven amenazados por el empobrecimiento, el no crecimiento no tiene sentido ni virtud movilizadora. Distingamos aquí tres casos concretos: las economías emergentes; las economías como las del sur de Europa que están sufriendo todo el impacto de la crisis financiera; y las economías avanzadas del Norte.

17 En el primer grupo, disminuye el desempleo oculto, aumenta el número de empleos remunerados, retrocede la pobreza y mejoran las condiciones de vida de las clases medias, que están en auge. Tantas ventanas que sería arriesgado cerrarlas predicando el no crecimiento. Sin embargo, el tema de la equiparación transmite un mensaje ambiguo. Sugiere que los países rezagados impulsarían su actividad dotándose de instituciones eficaces y buenos métodos de gobernanza. Esto equivale a recomendar que los países en desarrollo sigan el mismo camino que Occidente e insinúa que las democracias occidentales ofrecen un modelo exportable y accesible. Significa olvidar que las «buenas» instituciones son un lujo caro y, por tanto, un subproducto del crecimiento tanto como una condición favorable para este. Los países seguidores deben inventar sus propios caminos de progreso social y adaptar sus actividades a ellos. Así lo evidencia el hecho de que, si bien los indicadores de desarrollo humano, bienestar y salud social son complementos relevantes del PIB per cápita, no existe una correlación significativa entre el PIB y los avances de cada país en cada una de las áreas que abarca el desarrollo de las capacidades humanas. Un Estado prioriza por ejemplo la educación de las niñas, otros el acceso al agua potable y la electricidad, otros las redes de transporte y otros preferirán tener un poder judicial respetado y una fuerza policial imparcial [16]. Por ejemplo, un estudio del PNUD muestra que México, Argelia y Brasil son los países más exitosos en cuanto a los indicadores de desarrollo humano [17].

18 El sur de Europa, duramente golpeado desde hace varios años, puede atestiguar los supuestos beneficios del decrecimiento. Una crisis financiera de esta magnitud requiere tiempo para que se venzan las deudas acumuladas durante muchos años y para que se descubra la insolvencia de un número de deudores desconocido desde hace tiempo. En estas circunstancias en las que prima el «sálvese quien pueda», los privilegiados salen bien librados a costa de sus conciudadanos (evasión de impuestos o fuga de capitales).

19 Para hacer prevalecer su punto de vista, los activistas del decrecimiento de las economías avanzadas invocan la paradoja de Easterlin [18], según la cual, si la felicidad de las personas varía en proporción directa con el nivel de vida promedio de los países, esta no aumentaría con la renta nacional de cada país. Sin embargo, estudios más recientes contradicen la tesis de la saturación de necesidades. Es cierto que el nivel de satisfacción de los estadounidenses ha disminuido desde finales de los años setenta a pesar de que el PIB se ha duplicado, pero esto se explica por el aumento de la desigualdad en su país y no por el crecimiento del PIB. Por otro lado, el nivel de satisfacción estimado a partir de las encuestas de Gallup en 122 países aumenta con el PIB tanto por país como a lo largo del tiempo [19].

20 Adicionalmente, el juicio contra el capitalismo global corre el riesgo de perder el rumbo. Las economías avanzadas están creciendo a un ritmo más lento, por lo que el estancamiento podría imponerse durante mucho tiempo, algo nada deseable. Hay varias razones para temer una ralentización de las inversiones productivas: los deudores se están desendeudando, la población está envejeciendo, los gestores de fondos están colocando el ahorro global en el mercado secundario de activos financieros con más facilidad que en las empresas emergentes y el desempleo de larga duración está reduciendo la empleabilidad de los trabajadores.

21 En resumen, es más conveniente construir escenarios sobre el crecimiento futuro que establecer un objetivo cuantitativo de crecimiento cero o negativo.

¿Cuáles son los escenarios?

22 Escenarios socialmente aceptables, económicamente atractivos y políticamente realistas, dando por sentadas tres fuertes tendencias que son todo un desafío. En primer lugar, varios miles de millones de las personas más pobres de los países menos desarrollados aspiran a salir de la pobreza. Es su derecho legítimo. La ONU se propone responder a esto llevando los «objetivos de desarrollo del milenio» más allá de 2015.

23 En segundo lugar, la gestión de los bienes comunes globales requiere la intervención activa de los Estados (administración del mercado de permisos de emisión de CO2, fiscalidad ecológica, subvenciones, reglamentación). También los obliga a cooperar estrechamente, incluso a costa de sanciones contra los polizones. Proteger la atmósfera, los océanos y los ríos no es un lujo para los «ricos». El Sur es especialmente vulnerable a la irreversibilidad de los daños causados. Estos países no sufren los mismos males según sean víctimas de ciclones e inundaciones recurrentes, sequías crónicas y/o conflictos étnicos. Además, si bien es cierto que las economías industrializadas son las principales responsables de la acumulación de CO2 desde 1850, las economías emergentes han contribuido a incrementarla desde 1990 [20]. El debate sobre la repartición de la responsabilidad, aunque no tiene buenas perspectivas, algún día acabará avanzando bajo la presión insistente de los desastres naturales. Las rentas mineras deberían destinarse entonces al mantenimiento del capital verde de la humanidad.

24 Por último, los avances técnicos en ciernes (miniaturización de componentes, robótica, economía digital) anuncian transformaciones del empleo y del trabajo remunerados y de su participación en la actividad humana. La destrucción creativa ensalzada por Schumpeter ya no funciona con tanta fuerza en la dirección de la creación neta de empleo como lo hizo en las revoluciones industriales anteriores. Las actividades de servicios que absorbían la mano de obra que liberaban las industrias manufactureras están a su vez industrializando sus procesos. La sustitución del trabajo manual e intelectual por el capital ya no permite que las ganancias de productividad se extiendan tan ampliamente, y pesa sobre los salarios de los trabajadores poco calificados. Los sistemas de protección social existentes aumentan los salarios de reserva de los desempleados por debajo de los cuales dejan de buscar trabajo. No nos libraremos del problema del desempleo disminuyendo la edad de jubilación, ni introduciendo una semana laboral de veintiocho o quince horas. No se puede combatir el despilfarro de recursos naturales si se descuida el impacto que tienen las opciones tecnológicas en el empleo remunerado y en el uso del tiempo de la humanidad. Efectivamente, el balance entre el ocio elegido libremente, el trabajo remunerado, el trabajo voluntario, otras actividades gratificantes y la pura inactividad condiciona el bienestar colectivo. Por lo tanto, merece atención.

25 El deseo de consumo, la gestión austera del capital verde y el pleno empleo son difíciles de conciliar simultáneamente. Una manera pragmática de acotar otra forma de crecimiento podría ser que cada país se esforzara por conciliar al menos dos de estos objetivos para satisfacer las preferencias colectivas específicas de su población.

Reducir el desempleo

26 Un primer escenario apunta hacia las poblaciones que quieren eliminar el despilfarro humano que representa el desempleo estructural y ahorrar recursos naturales. Se entiende por desempleo estructural el desempleo masivo, explícito o encubierto, que afecta de manera selectiva y permanente a los jóvenes, adultos mayores, inmigrantes y a otras minorías [21]. La estrategia adaptada a este par de prioridades tiene que ver con la expansión y diversidad de empleos «verdes», la estructuración de una economía circular (reprocesamiento de residuos, reparación y reciclaje de productos viejos, ecodiseño de bienes sostenibles, ordenamiento del territorio [22], urbanismo y construcción ecológicos, etc.). La reducción de los costos de energía por cada dólar del PIB debe ir acompañada del desarrollo de empleos de servicios altamente calificados.

27 Rifkin hace hincapié en el giro del derecho a la propiedad al derecho al acceso. El derecho de acceder a los servicios que prestan los bienes materiales se presenta como un proceso alternativo y complementario a las formas de gestión vinculadas al ejercicio de los derechos a la propiedad. Las industrias que fabrican y renuevan estos bienes materiales parecen estar en mejores condiciones para gestionar sus existencias e innovar con un mayor respeto por la ecología (transporte urbano, por ejemplo) [23].

28 Los programas de investigación deben ser evaluados sistemáticamente en cuanto a su impacto ecológico y a los puestos de trabajo que resulten de las actividades futuras. La formación profesional debe dirigirse a los desempleados, a los primeros empleos, a los oficios calificados y a las competencias que demanda el crecimiento alternativo. El impacto neto en el mercado laboral dependerá en parte de la creación de empleos «verdes». Deben compensarse las pérdidas de empleo por la reconversión de las herramientas industriales y la caída del poder adquisitivo provocada por la subida de los precios de la energía. En contraste, cuanto más aumenten los precios relativos de la electricidad y la gasolina, más competitivo y rentable será el ahorro de energía. Sin embargo, la transición energética plantea dificultades, como lo muestra el ejemplo alemán: costosas inversiones en la reconfiguración de las redes eléctricas, sustitución transitoria de la energía nuclear por carbón contaminante y competencia china en paneles solares [24].

29 Este escenario deja atrás la «preferencia por el desempleo» y pretende hacerse cargo de las transiciones que la ecología impone a la sociedad. Parece adecuado para países que, como Estados Unidos, tienen una preferencia de facto por el pleno empleo y un gran apetito por las novedades tecnológicas y científicas. Parece, además, que responde a las aspiraciones de ciertas economías emergentes, como lo demuestran las investigaciones sobre la evolución de los patrones de consumo de las crecientes clases medias [25]. China no concibe por el momento absorber la mano de obra que llega del campo sin una tasa de crecimiento mínima del 8 por ciento anual. Cuando se trata de proteger los recursos naturales, el aire limpio y el acceso al agua potable, estas economías tienen más libertad para inventar su futuro que las economías avanzadas, prisioneras de un engorroso legado urbanístico y arquitectónico. Su aparición permite replantearse el diseño de las ciudades, la disposición de las empresas, las administraciones y las redes cooperativas. Se anima a las economías emergentes, víctimas de sus propias emisiones de GEI, como China e India, a que participen activamente en la investigación sobre el ahorro de energía, las energías renovables y las innovaciones frugales con recursos locales.

30 A medio camino entre este escenario y el siguiente, hay una incógnita que desafía los pronósticos sobre el empleo remunerado. Los avances de la economía digital (incluidos los objetos conectados, las impresoras 3D y las transacciones electrónicas) tendrán efectos incalculables en el presente, en los sitios de producción y en el ahorro de energía, así como en todas las actividades humanas.

Sobriedad

31 A su vez, otro de los escenarios consiste en dejar atrás el consumismo, el frenesí del gasto de los clientes, e impone una cultura de sobriedad. Hay que llegar al fondo de este razonamiento porque se cuestiona directamente el estatus del trabajo remunerado en la actividad humana. Desacelerar las compras, eliminar lo superfluo o alargar la duración de uso de los bienes va en contra de los hábitos adquiridos en Occidente. Esto no hace sino debilitar el sacrosanto motor de crecimiento que es el gasto de los consumidores, con el consecuente riesgo de llevar a los países a la deflación. En este escenario, el objetivo del pleno empleo pasa a un segundo plano. Una política tan indiscriminada agravaría automáticamente el desempleo involuntario. Los defensores del crecimiento cero parten de la base de que el «ocio» libremente elegido y recreativo aumentaría. Pero es muy probable que la ociosidad colectiva aumente, así como el desorden resultante. Igualmente, sería necesario financiar el creciente gasto de asistencia a los más pobres. Para remediar estos males colectivos y equilibrarlos con los daños al medio ambiente, debemos revisar nuestras concepciones del trabajo y de lo que puede ser un buen uso del tiempo. Este escenario mantiene la importancia de las tecnologías «verdes», al tiempo que explora la posibilidad de desvincular las actividades adecuadas del ingreso diario de los hogares.

32 Esto plantea dos problemas. El primero tiene que ver con la satisfacción experimentada en el trabajo y la ponderación que le atribuyen los individuos. Se pueden distinguir tres situaciones: los ingresos del trabajo como medio de independencia económica; el contenido del trabajo al que el individuo se dedica y que le ofrece una oportunidad de realización personal; y el trabajo como factor de integración social, ya que el respeto y la estima de los demás por el trabajo realizado son en sí mismos gratificantes [26]. La cultura de la sobriedad seducirá más a la población, ya que, una vez satisfechas sus necesidades de comodidad, las dos últimas motivaciones cobrarán mayor importancia en la psicología colectiva. Para librarnos de la obsesión por la productividad como «veneno del desempleo masivo», en este escenario replanteamos los criterios de calidad de la producción. En este sentido, los equipos directivos de las empresas dialogan con su personal sobre las prácticas del trabajo bien hecho, porque «no hay bienestar sin trabajo bien hecho» [27]. Este escenario obliga a las empresas a renovar profundamente su concepto de gestión de «recursos humanos», en la medida en que, en la vida empresarial contemporánea, suelen prevalecer las prácticas laborales «de usar y tirar», en las que los sénior y los junior se llevan la peor parte.

33 El otro problema se refiere a la ociosidad de una gran parte de la población, desanimada a la hora de buscar trabajo. Esto no puede quedarse en la indiferencia. Se puede encontrar una salida. Se trata de recuperar lo local y de potenciar las ventajas de la proximidad y los recorridos cortos vinculando concretamente a las personas implicadas en la producción material, la prestación de servicios y el consumo. Además del ahorro en el transporte, esto supondría mejoras en la integración social de los actores y en la convivencia. La promoción de lo local se basa en la tecnología digital, en el teletrabajo, en la multioferta de actividades en las zonas rurales y también en las redes de empleadores múltiples. La prolongación de la vida laboral puede adaptarse con un período de transición de las personas mayores hacia actividades de voluntariado socialmente útiles. El componente altruista del comportamiento individual puede atenuar el individualismo o, incluso, reconciliarse con él, a medida que las actividades de servicio requieran más conocimientos y talentos intelectuales, artísticos y deportivos.

Un crecimiento inteligente

34 La visión optimista de la naturaleza humana, antaño defendida en el Estado estacionario de J. S. Mill y retomada por Rifkin, para quien «[l]a empatía es el medio por el que creamos vida social y hacemos que progrese la civilización», amplía las perspectivas de otro crecimiento. Pero aquí el angelismo no tiene cabida. La naturaleza humana también se expresa a través de las guerras civiles, el terrorismo, el cibercrimen, el tráfico ilegal más destructivo, el robo armado, la corrupción: no hay razón para pensar que la brutalidad del decrecimiento nos librará de toda esta clase de males colectivos. Por lo tanto, las asociaciones, los Estados y las ONG deben dedicarse más explícitamente a implementar una pedagogía de las actividades humanas compartidas y del bienestar colectivo.

35 El ritmo de crecimiento es menos importante que la gama de objetivos asignados a las actividades del país. Y no hay razón para temer que un escenario de «crecimiento sostenido y sostenible» desde el punto de vista financiero y ecológico se pague con un mayor desempleo estructural que un escenario de crecimiento insostenible financiado por el endeudamiento y que amenaza el medio ambiente [28]. Si el crecimiento cero es un objetivo inapropiado, podemos en cambio librarnos del crecer por crecer identificando más de cerca su orientación. Y el resultado será un crecimiento inteligente. Es responsabilidad de los Estados definir claramente lo que está en juego en sus elecciones sociales.

36 En conclusión, el despegue económico de un creciente número de países en todo el mundo está dando paso a una nueva era. Para comprender las transformaciones que están en curso, son indispensables la historia profunda, las ciencias humanas y naturales y las tecnologías en formación: el crecimiento económico es un tema abierto a la interdisciplinariedad. Los historiadores han demostrado hasta qué punto el surgimiento de las primeras economías occidentales se debió a las innovaciones que nacieron de las dispersas iniciativas del sector privado. Si las revoluciones industriales del siglo XIX se produjeron, fue porque en los siglos anteriores los filósofos y eruditos les prepararon el terreno. Desde 1945, el crecimiento económico ha invadido la agenda y el arsenal políticos de los Estados hasta convertirse en una verdadera obsesión, que persiste hasta el día de hoy. Esta obsesión, inspirada en gran medida por el miedo al desempleo, se enfrenta ahora a la necesidad cada vez más insistente de proteger la naturaleza, que corre peligro. En adelante, el contexto intelectual en el que se desenvuelve la acción económica pondrá en entredicho el futuro del crecimiento. Para imaginar escenarios de desarrollo socialmente aceptables y encontrar concesiones adecuadas entre aspiraciones contradictorias, los economistas necesitan el apoyo de otras disciplinas con las que comparten conceptos como la racionalidad, el riesgo, el trabajo y el bienestar individual y colectivo.

Notes

  • [1]
    Para las generaciones más antiguas, el crecimiento significaba salir de la escasez generalizada. Implicaba vivir más tiempo gracias a los avances en el urbanismo, la higiene, la medicina y el transporte. De hecho, la esperanza de vida de los franceses, que era de 25 años en 1740, alcanzó los 33 años en 1800, los 48 en 1900 y los 80 en la actualidad.
  • [2]
    Para acercarse al pleno empleo y mantenerlo, la producción debe crecer más rápido que la productividad del trabajo estimulada por el progreso técnico. En el caso de Francia, la tasa de crecimiento de la productividad laboral en 2013 fue del 0,9%. Esta tasa define el mínimo por encima del cual el número de puestos de trabajo empieza a aumentar. Se calcula que el crecimiento debe superar el 1,6% para absorber el exceso de personal de 250 000 personas en tres años (OFCE). Y sería necesario un crecimiento del 4% para que la economía utilizara todo su potencial intelectual y de mano de obra.
  • [3]
    Según las proyecciones demográficas actuales, la población mundial no alcanzará su punto máximo hasta 2050.
  • [4]
    A diferencia de lo que ocurría en el pasado, cuando la ley de los rendimientos decrecientes limitaba el tamaño de las empresas.
  • [5]
    U. Beck, La sociedad del riesgo. Hacia una nueva modernidad (1986), trad. del alemán, Paidós, 1998.
  • [6]
    D. Schnapper, «Le relativisme culturel», Commentaire, n.° 128, invierno 2009-2010.
  • [7]
    En referencia a los trabajos de K. Mannheim, P. Feyerabend, K. R. Popper, T. Kuhn, I. Lakatos sobre la dinámica de la ciencia.
  • [8]
    M. Wackernagel, Ecological «Footprints» and Appropriated Carrying Capacity. A Tool for Planning Sustainability, tesis de Ph D., Vancouver, Universidad de British Columbia, 1994; M. Wackernagel, W. Rees, Our Ecological Footprint. Reducing Human Impact on the Earth, New Society Publishers, 1996.
  • [9]
    J. Stiglitz, A. Sen y J.-P. Fitoussi, Richesse des nations et bien-être des individus, Odile Jacob, 2009.
  • [10]
    C. de Perthuis y P.-A. Jouvet, Le Capital vert, une nouvelle perspective de croissance, Odile Jacob, 2013.
  • [11]
    S. Latouche, «Pour une société de décroissance», Le Monde diplomatique, noviembre 2003; D. Méda, La Mystique de la croissance. Comment s’en libérer, cap. 19, Flammarion, 2013.
  • [12]
    D. Méda, La Mystique de la croissance. Comment s’en libérer, cap. 19, Flammarion, 2013.
  • [13]
    «Laudato Si’», Encíclica del papa Francisco, 24 de mayo de 2015, nn. 88, 90.
  • [14]
    V. Liegey, S. Madelaine, C. Ondet y Anne-Isabelle Veillot, Un projet de décroissance: Manifeste pour une dotation inconditionnelle d’autonomie, Éditions Utopia, 2013.
  • [15]
    D. Méda, La Mystique de la croissance. Comment s’en libérer, cap. 19, Flammarion, 2013.
  • [16]
    M. Trebilcock y R. Daniels, Rules of Law Reform and Development (Charting the fragile path of progress), Elgar, 2008.
  • [17]
    «Not by Bread Alone», The Economist, 16 de marzo de 2013.
  • [18]
    R. Easterlin, Does Economic Growth Improve the Human Lot?, Nations and Households, 1974.
  • [19]
    R. Veenhoven y F. Vergunst, The Easterlin Illusion. Economic Growth Does Go with Greater Happiness, Erasmus Happiness Research Organisation, n.° 1, 2013; W. Sacks, B. Stevenson y J. Wolfers, Subjective Well-Being, Income, Economic Development, documento de trabajo n.° 16441, NBER, octubre 2010.
  • [20]
    Según Brookings Institution, China llegó a ser en el mayor emisor de CO2, con una cuarta parte de las emisiones totales del mundo, y China + India contribuyeron en un 83 por ciento al aumento de las emisiones mundiales en 2010-2011.
  • [21]
    La OIT calcula que hay 290 millones de jóvenes de entre 15 y 24 años (260 de ellos en países en desarrollo) que están desempleados y no tienen educación postescolar o profesional (OIT 2012).
  • [22]
    Teniendo en cuenta los desplazamientos obligatorios, por ejemplo, entre el hogar y el trabajo.
  • [23]
    J. Rifkin, La civilización empática: La carrera hacia una conciencia global en un mundo en crisis, trad. G. Sánchez Berberán y V. Casanova. Paidós, 2010.
  • [24]
    Estados Unidos, China y los países escandinavos van por delante de los demás países de la UE-27 en la obtención de nuevas ventajas comparativas; R. Linkohr: «Les défis de la politique énergétique allemande», Problèmes économiques, n.° 3082, enero 2014.
  • [25]
    A.V. Banerjee y E. Duflo: «Qu’est-ce que la classe moyenne dans les pays du Sud ?», Problèmes économiques, n.° 3052, octubre 2013.
  • [26]
    H. de Balathier Lantage, «L’avenir du travail et de l’emploi», Problèmes économiques, n.° 3053, 1° de noviembre de 2012; Futuribles, n.° 387, julio 2012.
  • [27]
    Y. Clot y M. Gollac, Le travail peut-il devenir supportable?, Armand Colin, 2014; Le Monde, 23 de marzo de 2014.
  • [28]
    V. Chriqui, B. Coeuré et al., France 2030. Cinq scénarios de croissance, Centre d’analyses stratégiques, 2011.
Alain Bienaymé
Profesor emérito de la Universidad París-Dauphine. Miembro emérito de la Academia Mundial de Arte y Ciencia. Exmiembro del gabinete del presidente Edgar Faure, ministro de Educación (1968-1969). Principales publicaciones: La Croissance des entreprises (2 tomos, Bordas, 1971, 1973); L’Enseignement supérieur et l’idée d’Université (Economica, 1986); Le Capitalisme adulte (PUF, 1992); Principes de concurrence (Economica, 1998) y Les Grandes Questions d’économie contemporaine (Odile Jacob, 2006).
Subido a Cairn Mundo el 16/03/2023
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