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El debate del decrecimiento

La idea de acabar con el objetivo del crecimiento económico para avanzar hacia una sociedad del «decrecimiento» tuvo sus orígenes en Francia a principios de este siglo. Serge Latouche, su principal teórico, ha mostrado hasta el más mínimo detalle en sus numerosos trabajos, algunos de ellos dirigidos al público en general. Presentamos aquí un resumen de sus reflexiones.
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En Volumen 3, Número 3, 2023

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1 La idea de acabar con el objetivo del crecimiento económico para avanzar hacia una sociedad del «decrecimiento» tuvo sus orígenes en Francia a principios de este siglo. Serge Latouche, su principal teórico, ha mostrado hasta el más mínimo detalle en sus numerosos trabajos, algunos de ellos dirigidos al público en general. [1] Presentamos aquí un resumen de sus reflexiones. El crecimiento económico se ha convertido en una «religión». La noción de desarrollo sostenible es una «mistificación». Se trata de «redescubrir el sentido de los límites para preservar la supervivencia de la humanidad y del planeta». Esto implica cuestionar el capitalismo, la sociedad de consumo y, en general, el «totalitarismo económico». Pero no existen soluciones «llave en mano», y estas tendrán que variar según cada región del mundo.

2 El segundo texto es una discusión entre Latouche y un sociólogo quebequense, Jacques T. Godbout. Este último, si bien suscribe la idea del decrecimiento, atrinchera a Latouche al aducir que el mercado contiene «un principio básico de autonomía y libertad» al que la gente no está dispuesta a renunciar. También cree que el decrecimiento como tal no es un objetivo motivador; la humanidad necesita mitos positivos. Godbout destaca la noción de don, que considera esencial. Y además cree que las soluciones concretas que esboza su interlocutor conservan un carácter «mágico».

3 El tercer texto, escrito por la socióloga Dominique Méda, aboga por abandonar simple y llanamente el concepto de PIB, ese agregado fetiche de economistas y gobiernos. En efecto, el PIB solamente registra flujos positivos y en ningún caso permite evaluar el balance real de la actividad económica. Ignora por completo los daños ambientales y sociales que causa el crecimiento. Sin embargo, la socióloga Méda no aboga por el decrecimiento, sino por una sociedad del «poscrecimiento».

4 El cuarto texto, elaborado por un economista profesional, es de un carácter totalmente diferente. Coincide con algunas de las observaciones hechas por los «decrecentistas»: el crecimiento se ha convertido en «una verdadera obsesión», aun cuando «la búsqueda de un crecimiento interminable en un mundo finito augura un callejón sin salida». Pero según él, «las reformas preconizadas rayan con la utopía». Sugiere, además, que tomemos caminos más realistas, con tres prioridades en mente: reducir el desempleo, buscar la «sobriedad» y diseñar un «crecimiento inteligente».

Serge Latouche, Trento al Festival dell'Economia 2012, Italia / CC3.0, Niccolò Caranti

La perspectiva de Serge Latouche

Cementerio de plataformas petrolíferas cerca de Inverness / CC2.0, joiseyshowaa

5 Serge Latouche ha publicado varios libros sobre el decrecimiento, del que es considerado su teórico más importante. El autor resume sus principales puntos en un breve artículo publicado en la Revue juridique de l’environnement. La palabra propiamente dicha se acuñó en 2002 «para denunciar la mistificación de la ideología del desarrollo sostenible». El crecimiento es un «fenómeno natural», pero «el Occidente moderno lo ha convertido en su religión». Lejos de desarrollarse «en simbiosis con la naturaleza», el «organismo económico» la explota «sin piedad» y, según esta religión, debe «crecer indefinidamente, al igual que su fetiche: el capital». Esto «conduce a la fantasía de la inmortalidad de la sociedad de consumo». La «sociedad de crecimiento» se define así: «no se trata de crecer para satisfacer necesidades reconocidas, lo que sería bueno, sino de crecer por crecer». Consiste en una carrera hacia delante caracterizada por «una triple ilimitación»: la extracción de recursos renovables o no renovables, la producción de nuevas necesidades («y por ende de productos superfluos») y la producción de residuos (contaminación).

6 Por tanto, el objetivo del movimiento por el decrecimiento es «redescubrir el sentido de los límites para preservar la supervivencia de la humanidad y del planeta».

7 Latouche vislumbra «una matriz de alternativas» capaz de «sacudirse el yugo del totalitarismo económico». El decrecimiento (o «a-crecimiento», como también lo denomina) «no se establecerá de la misma manera» en las diversas regiones del mundo. No se trata de «proponer un modelo llave en mano de una sociedad del decrecimiento, sino solo esbozar los fundamentos de cualquier sociedad no productivista sostenible». Esta se organizará según ocho conceptos, las «8 R»: «reevaluar, reconceptualizar, reestructurar, redistribuir, reubicar, reducir, reutilizar, reciclar».

Serge Latouche es profesor emérito de la Universidad de Orsay. Una nueva edición de su libro Le pari de la décroissance: Penser et consommer autrement fue publicada en formato de bolsillo por Pluriel (Fayard) en 2022.

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No descartar el mercado por error

Terminal de contenedores Keppel, Singapur, 2012/ CC2.0, Noel Reynolds

9 En uno de sus últimos libros, Comment réenchanter le monde: La décroissance et le sacré [Cómo volver a cautivar al mundo. El decrecimiento y lo sagrado], Serge Latouche analiza la forma en que el papa Francisco aborda la cuestión del crecimiento y reconoce un punto de inflexión en la Iglesia. Sin llegar «hasta el fondo de una necesaria ruptura con la economía», esta última asume en efecto ahora, según él, una «crítica radical a los efectos destructivos del productivismo». En La Revue du MAUSS, uno de sus interlocutores, el sociólogo quebequense Jacques T. Godbout, comenta el libro con él y, al hacerlo, emprende una reflexión indulgente, pero crítica, sobre la noción de decrecimiento.

10 Godbout es más prudente que Latouche sobre la idea de que el crecimiento debe ser completamente «desacralizado». Ciertamente, debemos denunciar «el aumento de la libre circulación de cosas que se comporta como una célula cancerosa que prolifera ajena al código genético de la persona». Pero en el centro de la noción de crecimiento también subyace otra idea, la de que «cada cual sabe qué es bueno para sí mismo y que no se deben imponer los valores de otros sobre los propios». El mercado contiene «un principio básico de autonomía y libertad que la izquierda clásica siempre ha tenido la mala voluntad de no querer reconocer, como bien evidenció George Orwell». Al respecto, el sociólogo cuestiona el punto de vista de Latouche de que «la ideología del mercado» es un mito. El mercado, escribe Godbout, «es un ingrediente importante de la autonomía que el individuo no querrá sacrificar fácilmente». Y «si queremos que la humanidad se vuelva decrecentista, no hay que pedirle que renuncie a todo aquello que el mercado le ha proporcionado». En otras palabras, mientras sigamos tirando «la fruta fresca de la liberación mercantil junto con la fruta podrida del crecimiento, será difícil que se acepte el decrecimiento».

11 Por otra parte, pregunta Godbout, si se debe desacralizar el crecimiento, «¿con qué lo remplazamos?». Según el sociólogo, «el decrecimiento no le da sentido a la vida», y «los humanos necesitan mitos, incluso si no creen en ellos». Y presenta su tema favorito: el don. «Hay que establecer una relación de don con la naturaleza, percibirse como un receptor que a su vez debe dar». Este, escribe, es «el lado positivo de la idea del decrecimiento, esencial para infundirle un alma».

12 En cuanto a las soluciones concretas que hay que imaginar, Godbout cita a Latouche, quien critica al papa Francisco porque se queda «en un registro de lo mágico». Y le devuelve el cumplido: «¿No podríamos hacerle la misma crítica al autor?», se pregunta. El sociólogo insiste: según él, «el camino para responder» la pregunta de «cómo volver a cautivar al mundo» «pasa por el don. Solo el don puede frenar esta tendencia a transformarlo todo en mercancía».

13 En su respuesta, Latouche replica que «la desmercantilización de esas tres mercancías ficticias como lo son la tierra, el trabajo y el dinero […] aboliría el Mercado (y por tanto la sociedad y la economía de mercado) en favor de una sociedad no mercantil con mercados».

Jacques T. Godbout es profesor emérito del Instituto Nacional de Investigación Científica de Quebec. Una de sus publicaciones destacadas es Ce qui circule entre nous: Donner, recevoir, rendre, Seuil, 2007.

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Mejor «poscrecimiento» que «decrecimiento»

El vertedero de Mbale, Uganda / CC4.0, Lubega Ibrahim

15 Si bien está claro que la consigna del crecimiento ha quedado obsoleta, preconizar el decrecimiento implicaría una «ruptura» difícilmente compatible con «la satisfacción de las necesidades de todos», sugiere la socióloga Dominique Méda. En la revista Humanisme, coincide con los decrecentistas en una observación básica: seguir fijando el crecimiento como un objetivo realista es un mito, ya que claramente ha provocado un daño inconmensurable para el planeta. Pero su enfoque es diferente, ya que su énfasis se fija en un mito relacionado, según el cual el PIB es una medida creíble de la riqueza que produce la actividad económica. Este agregado reciente, dado que se remonta a la época de la Segunda Guerra Mundial, tiene tantos defectos, sostiene, que debería abandonarse por completo. El PIB «brinda una imagen extremadamente reduccionista e inexacta» de la realidad, escribe la socióloga. «Deja de lado y considera nulas muchísimas actividades o realidades esenciales para la reproducción de la sociedad, en particular todas las que no se traducen en producción para el intercambio o incluso solo en producción: el “trabajo doméstico” o las actividades familiares, de voluntariado, ciudadanas, políticas, de ocio, de desarrollo personal…». Además, el PIB «contabiliza positivamente, y registra a su valor de cambio, todas las producciones, sean útiles o inútiles». Tampoco tiene en cuenta las «desigualdades en cuanto a la participación en el proceso productivo (se puede tener el mismo PIB con muy pocos desempleados o con 5 millones de desempleados)», ni las «desigualdades en el consumo». Y lo más esencial, «solo registra los flujos positivos»: a diferencia de la contabilidad empresarial, no presenta «ningún balance en el que se puedan registrar partidas negativas, disminuciones o sustracciones junto a los aumentos».

16 Con otros colegas, Dominique Méda trabaja en la identificación de «nuevos indicadores de riqueza que puedan dar una imagen más precisa de cuál es la riqueza de la sociedad y, en particular, del patrimonio crítico que le permite vivir: el patrimonio natural y la salud social». A la vez que denuncia otro «mito», el del «crecimiento verde», aboga por una sociedad de «poscrecimiento» cuyo desempeño sería evaluado a la luz de estos nuevos indicadores.

Dominique Méda es profesora de sociología en la Universidad París-Dauphine. Una de sus publicaciones destacadas es La mystique de la croissance: comment s’en libérer, Flammarion, 2013.

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Reformas que rayan con la utopía

Marcha contra el cambio climático en París, le 9 mai 2021. / CC2.0, Jeanne Menjoulet

18 ¿Es el decrecimiento un objetivo realista? Muchos lo dudan. El economista Alain Bienaymé, aunque acoge algunas de las observaciones que realizan los «decrecentistas», esboza una lectura crítica del concepto. En la revista Commentaire, comienza recordando que la idea misma del crecimiento del PIB es reciente: data de las postrimerías de la Segunda Guerra Mundial. Antes, la mayoría de los economistas «no veía futuro alguno para el crecimiento, por indiferencia o escepticismo». Pero desde 1945 «los gobiernos lo han convertido en un tema de gran preocupación», hasta el punto de convertirse en «una verdadera obsesión». El punto de inflexión fue la crisis financiera de 2007, que «llegó en un momento en que el planeta se embarcaba en una nueva trayectoria, impuesta por una escasez de recursos naturales que se venía obviando desde hacía tiempo». En realidad, «la búsqueda de un crecimiento interminable en un mundo finito augura un callejón sin salida». La constatación de que los servicios que proporciona la naturaleza son «un bien común global» ha cambiado profundamente el clima intelectual. En palabras de Ulrich Beck, hemos entrado en «la sociedad del riesgo», caracterizada por la incertidumbre.

19 «Parece sensato denunciar la adicción al crecimiento», escribe Alain Bienaymé, refiriéndose a Serge Latouche. Los «objetores del crecimiento» proponen una «nueva función de producción» en la que la naturaleza remplazaría al capital. Pero en su opinión, «las reformas preconizadas rayan con la utopía». Para los decrecentistas, «la protección del medio ambiente atiende al propósito único de acabar con el capitalismo. Se nos pide condenar un principio organizativo simplemente por los abusos que comete, como en cualquier emprendimiento humano». Pero «es difícil ver cómo, sin capital ni capitalistas que tomen riesgos industriales, puedan surgir nuevas energías y otras innovaciones “bioeconómicas”». En definitiva, «los modelos de decrecimiento conducen a conclusiones socialmente inaceptables, económicamente desmotivadoras y políticamente irreales».

20 Por último, el economista propone una reflexión a partir de las interacciones entre tres escenarios: uno destinado a reducir el desempleo, el segundo a «dejar atrás el consumismo» para emprender el camino de la «sobriedad», y el tercero a concebir un «crecimiento inteligente», en el que «el ritmo de crecimiento es menos importante que la gama de objetivos asignados a las actividades del país».

Alain Bienaymé es profesor emérito de la Universidad París-Dauphine. Recientemente publicó Les acteurs responsables de l’économie organisée de marché, EMS Editions, 2022 (disponible en Cairn.info).

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Traducido y editado por Cadenza Academic Translations
Traductor: Leonardo Mateus Riascos, Editores: Álvaro San José y María Florencia Fernández, Editor sénior: Mark Mellor

Notes

  • [1]
    La décroissance, Que sais-je?, 1.ª edición 2019.
La idea de acabar con el objetivo del crecimiento económico para avanzar hacia una sociedad del «decrecimiento» tuvo sus orígenes en Francia a principios de este siglo. Serge Latouche, su principal teórico, ha mostrado hasta el más mínimo detalle en sus numerosos trabajos, algunos de ellos dirigidos al público en general. Presentamos aquí un resumen de sus reflexiones.

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