1 Reza el refrán francés, Mère au berceau, père au bistrot [Madre en la cuna, padre en el café], pero ¿quién se atrevería a emplearlo actualmente sin temer caer en el ridículo? Desde los setenta, el modelo familiar de un reparto rígido de los roles parentales no ha dejado de agostarse. La evolución del lugar del padre es emblemática de esta transformación de la sociedad. En pocas décadas, el padre se ha impuesto como un actor central de la vida de la infancia. Del embarazo a la entrada en la adolescencia, el padre reivindica un papel con los hijos que no depende ni de la mediación ni de la sugerencia de la madre; pensemos, por ejemplo, en la célebre canción de Daniel Balavoine de 1981 Mon fils, ma bataille [Mi hijo, mi batalla].
2 Si el padre tradicional era distante, refugiado en su autoridad de pater familias, si se conformaba con satisfacer las necesidades elementales de su familia, los «papás» de hoy, a veces llamados «nuevos padres», están a la escucha de las múltiples exigencias de presencia, de atención y de ternura de sus hijos. Lo que antes era risible para un hombre —«cuidar de los hijos, darles el biberón, mimarlos»— se ha convertido hoy en la norma. Una norma que se esgrime con orgullo en las redes sociales, donde no es raro toparse, en el perfil de algunos padres, con descripciones como: «Papá gallina, papá cool y orgulloso de serlo».
3 Es razonable vincular esta transformación a la liberación de las costumbres, a la igualdad de género y a la emancipación de las mujeres. La aparición del padre en la vida del niño es parte del legado de las conquistas logradas en Mayo del 68. La representación habitual de una madre confinada en la lactancia y un padre indiferente ante el bebé se ha fracturado por completo. No resulta excesivo afirmar que el lugar del padre en las sociedades democráticas ha experimentado un cambio casi revolucionario en medio siglo. ¿Cuáles son los factores antropológicos profundos que subyacen tras esta mutación del lugar del padre? ¿Cómo reaccionan las mujeres ante estos «nuevos padres» que se lanzan al asalto de sus dominios privados? Finalmente, bebé o niño, ¿cómo perciben los menores la diferencia de los sexos? ¿Qué es, para ellos, un padre? ¿Es un hombre, un tercero o una mera «brecha» en relación con la madre?
4 A partir de tres textos, este dossier propone analizar los contornos de este modelo de la reinvención del padre.
El difunto padre

5 La familia ya no es una institución en la que el padre es el «jefe». El modelo patriarcal que descansa sobre la autoridad natural del padre fue abolido en los setenta y la familia, desde entonces, no ha cesado de consolidarse como una asociación privada de personas iguales para lograr su realización. En esta constatación se basa el historiador y filósofo Marcel Gauchet para afirmar que la dominación masculina ha llegado a su fin. Aunque persisten desigualdades de género, el foco de una dominación sistémica de los hombres sobre las mujeres se ha apagado. Más allá de constatarlo, el director de la revista Le débat pretende comprender las razones de este giro antropológico. Según su opinión, nuestras sociedades democráticas se han visto atravesadas, desde el siglo XVIII, por un vasto movimiento sociohistórico que el autor llama «la salida de la religión». Aunque las creencias religiosas persisten en el ámbito de lo individual, el marco colectivo de nuestras sociedades no encuentra ya su fundamento en un principio sobrenatural e intangible. Este fenómeno ha adquirido un giro espectacular entre los años cincuenta y setenta, como demuestra la abolición del poder paterno en los setenta a favor de la autoridad parental conjunta. El derrumbe del principio religioso modificó profundamente las relaciones de género e hizo caduca la figura del padre y de su rol tradicional en la familia.
6 Pero a pesar de estos cambios, los padres siguen ahí. Y deben encontrar su lugar en la familia y la sociedad sin poder recurrir a los referentes sobre los que se apoyaron sus padres. En este momento de improvisación, varias actitudes son posibles para ellos. La primera es la de adecuarse al modelo mejor identificado, el que les otorgaría a los padres el modesto lugar de ser «una madre más» o «asistentes maternos». La segunda actitud se despliega en una posición de rechazo: rechazo de la paternidad, rechazo de la pareja, rechazo de la familia. La tercera vía, por mucho la más compleja, obliga a los hombres a ser exploradores que aportan una respuesta original a este desafío. Según lo interpretemos como una crisis o como una oportunidad, la transformación del lugar del padre será vivida de manera diferente. En el primer caso, será percibida como una pérdida, al verse los hombres de hoy como de facto privados de una parte de sus identificaciones paternas. En el otro, despertará su creatividad y les abrirá el acceso a placeres durante mucho tiempo reservados a las mujeres.
Leer el artículo
¿El padre, un atraviesamuros?

8 En psicoanálisis, el padre fue considerado como un símbolo cuya autoridad solo existe a través de la madre. Esta ideología ha impregnado fuertemente las prácticas educativas y terapéuticas con niños, lo que llevó a que los equipos dejen a un lado al padre real para centrarse en un padre simbólico.
9 France Frascarolo, Mark Feinberg, Gillian Sznitman y Nicolas Favez muestran en este estudio que el personal médico se ha visto desestabilizado por la creciente presencia del padre en la relación con los hijos. A pesar de que la coparentalidad se ha convertido en un pilar del funcionamiento familiar, a pesar de que los psicólogos han subrayado unánimemente la calidad y la importancia de las interacciones entre padre e hijo, a pesar de que los propios padres han expresado el deseo de estar cerca de sus hijos, su rol sigue siendo secundario en las instituciones de atención a la primera infancia.
10 Para entender esta paradoja, los autores recurren a la teoría del gatekeeping, un término empleado para designar la manera en la que la madre regula el acceso del padre al hijo. Esta facilita la implicación del padre dándole espacio y animándole o, por el contrario, restringe su lugar criticándolo, excluyéndolo o bien ocupando todo el espacio junto al hijo. Para los autores, este proceso de apertura/cierre del padre al hijo opera también en las estructuras de atención a la primera infancia. En los hospitales materno-infantiles, en las guarderías, en los consultorios pediátricos o en los centros médico-psicológicos se constata una ausencia más o menos marcada de los padres. Estos afirman que no se les presta atención durante las consultas y que los profesionales no se dirigen a ellos. Su motivación para implicarse en el desarrollo de sus hijos no encuentra así un apoyo suficiente en los profesionales, hasta el punto de que los padres perciben que tienen que atravesar muros para poder acceder a los hijos.
11 El gatekeeping de los profesionales se ve ciertamente reforzado con la sobrerrepresentación de las mujeres en las profesiones vinculadas a la primera infancia, pero subraya también la ambivalencia de las madres y del personal de atención médica a la hora de conceder un lugar mayor a los padres. Los autores llegan incluso a plantear la hipótesis de una creencia inconsciente de las mujeres en una superioridad «natural» de las madres para ocuparse de los pequeños. ¿O son tal vez los padres percibidos por estas mismas profesionales como «rivales» que podrían exigir un derecho de supervisión sobre sus prácticas? Este estudio tiene el interés de cuestionarse la ausencia del padre en las instituciones sin ceder a una lógica de acusación de los hombres. Muestra que el lugar del padre depende de la manera en la que las estructuras de atención a la primera infancia lo acogen.
Leer el artículo
Identificar al padre es identificar la brecha

13 Distinguir entre la madre y el padre constituye uno de los principales trabajos de desarrollo infantil. Dado que no tenemos ningún elemento experimental que permita describir con precisión cómo logra el bebé diferenciar entre su madre y su padre, el texto de Bernard Golse parte de la cuestión de la brecha o del entremedio existente entre el registro materno y el registro paterno.
14 El autor repasa las investigaciones pioneras de Geneviève Haag que describieron el trabajo de categorización que hace el bebé para diferenciar entre «objetos-madre» (redondos, suaves, blandos) y «objetos-padre» (puntiagudos, rugosos, duros, llenos). Siguiendo su estela, el psiquiatra infanto-juvenil Didier Houzel propuso la idea de que los niños distinguen en primer lugar entre modos de interacciones —lo que él llama «saliencias paternas» y «pregnancias maternas»— más que entre géneros (masculino frente a femenino). En cuanto a las envolturas psíquicas, la psicoanalista inglesa Esther Bick demostró al fin la necesidad de un equilibrio entre los elementos femeninos (de contención) y masculinos (de límite) en el desarrollo infantil. Muchas investigaciones en psicología infantil han confirmado que los padres y las madres no interactúan de la misma manera con su hijo: las madres juegan con sus bebés de acuerdo a esquemas habituales, mientras que los padres mostrarían una mayor inventiva simbólica, como si trataran de captar activamente la atención de su hijo ante el cual pueden sentirse en un papel secundario. Por ejemplo, jugarían a lanzar a los bebés al aire de manera más frecuente que las madres.
15 En este texto, Bernard Golse sugiere que el bebé no tiene una representación mental del padre como padre o de la madre como madre, sino que establece esta distinción a partir de las diferencias, las brechas y los cambios en el registro interactivo. Lo que importa para el bebé no es tener una definición neta de los contornos del padre y de la madre. Los estereotipos de género no le resultan útiles en su identificación de la diferencia de los sexos. Ser padre (y también ser madre) no consiste en responder a un modelo social o a una norma, sino en introducir un estilo sensorial y un modelo identificatorio que difiere del de la madre. En la mirada del autor, la diferencia de los sexos y la construcción de la parentalidad deben ser entendidas como procesos en constante evolución y no como estados cristalizados por arquetipos.