1 Este ensayo comprende al feminismo como un proceso en curso [1] que proviene de una comunidad no homogénea de mujeres, que ha desarrollado una crítica interna que proviene de su autoreflexividad, capaz de dar cuenta de las desigualdades y las relaciones de poder que la conforman, produciendo posiciones de subalternidad no sólo frente a los hombres y lo masculino, frente al estado-nación y la cultura hegemónica, sino también entre las propias mujeres. La intención crítica feminista adquiere singularidades en América Latina, las cuáles serán objeto de exploración. El feminismo entendido no como una serie de principio universales sino como proceso abierto que aflora de las subjetividades sociales que lo conforman descansa en dos dimensiones que permiten su historizacion: la idea de localización [2] del sujeto (plural) del feminismo, el que siempre es un sujeto situado, cuya objetividad es parcial; y la concepción de la agencia [3] de las mujeres no como una acción política unívoca, y siempre resistente [4], sino como capacidad de agencia conformada culturalmente. A partir de estos supuestos presentaré una caracterización de los feminismos latinoamericanos, de su riqueza, sus tensiones internas y su contribución al feminismo transnacional. Entiendo al feminismo como trasnacional porque se articula en redes, a través de la diseminación y la traducción de ideas y demandas, y de solidaridades entre movimientos. La consistencia interseccional del feminismo, en tanto que su(s) sujetos(s) se encuentran cruzados por diferencia sexual, clase social, pertenencia cultural o racial, permite tratar como parte del proceso feminista movimientos y formas organizativas que no son de la misma naturaleza y que sin embargo son el contexto formador y performador de lo que llamaremos consciencia feminista: movimientos sociales, participación de las mujeres en las organizaciones populares, tanto obreras como campesinas e indígenas, y el movimiento y organizaciones que se autodenominan feministas. Más aún, el cómo caracterizar al movimiento feminista está en debate, ya que parte de lo que está en revisión es cómo una idea hegemónica de feminismo opera en la reconstrucción historiográfica del mismo, en la selección y discriminación de lo que entra o no en una cierta caracterización del mismo. Así, se distingue entre Movimiento de Mujeres y Movimiento Feminista. Siguiendo a Gisela Espinoza (2009) considero que las fronteras de esa distinción están en cuestión. El punto no es menor, ya que lo que está en cuestión es si la política feminista se circunscribe a temas de género, o si por el contrario, la política feminista
“…no puede construirse ni conceptual ni políticamente como un guetto de mujeres, no puede orientarse exclusivamente a lograr los intereses de las mujeres como tales, sino mas bien a articular las metas y aspiraciones feministas a demandas y luchas políticas más amplias”
El feminismo ilustrado: las profesoras no se casan!
3 El siglo de la modernización latinoamericana inicia en las postrimerías del XIX y avanza hasta mediados del XX [5]. La incorporación de las mujeres a la educación formal es uno de los pivotes centrales del inicio de los posicionamientos que se autodenominan feministas. Los procesos populares y nacionalistas latinoamericanos son el contexto que acompaña el desarrollo del magisterio femenil. Educadoras, periodistas, intelectuales, escritoras, artistas, forman el primer frente crítico de esta vertiente del feminismo latinoamericano, cuya historia se encuentra aún en proceso de escritura [6]. En el movimiento de mujeres de este período confluyen corrientes liberales, impulsadas desde el estado republicano y laico dentro de las estructuras oligárquicas que se instituyen tras los movimientos independentistas. Las otras tendencias de la clase media ilustrada fueron la socialista y la anarquista. Así, la primera mitad del siglo XX latinoamericano está signado por la organización y articulación de mujeres de clase media que se incorporan de distintas maneras a la lucha por la igualdad laboral y política de las mujeres. A estos movimientos se les conoce como sufragistas, porque una de sus demandas centrales era el derecho al voto, pero en realidad aglutinan una vasta plataforma de críticas y demandas frente a la vida laboral y doméstica capitalista.
Reconfigurando el género al tiempo que la nación
4 Las revistas son un indicio de la capacidad de organización y acción de las mujeres con inquietudes feministas –liberales, socialistas y anarquistas-. Las primeras publicaciones femeninas combinan generalmente el enaltecimiento del trabajo doméstico y del entorno familiar con ideas transformativas del entorno social. Los primeros títulos muestran esta incidencia de lo femenino en el proceso de modernización, donde se van delineando tendencias políticas [7]. Las revistas son intervenciones sociales a través de las cuáles las mujeres no sólo se agrupan en diferentes perspectivas feministas sino que también se alinean a diferentes fuerzas locales en la lucha política nacional. Es a partir de las publicaciones y de las organizaciones que las relaciones transnacionales se van tejiendo. Al revisar estos años de los feminismos latinoamericanos, estos aparecen vigorosamente insertados en las transformaciones políticas y estructurales latinoamericanas. Su lucha fue por reformas constitucionales en el orden de lo político y laboral, y en el frente ciudadano, promoviendo la organización y defensa de las mujeres trabajadoras [8]. La solidaridad transclasista puede ser sugerida como una de las características de estos movimientos femeniles.
5 Las revistas aparecen en cascada: en Lima, en 1902, la revista anarquista La Idea Libre reproducía textos de las sufragistas estadounidenses, en 1904 aparece en México la revista La Mujer Mexicana, abiertamente feminista; en 1905 empieza a circular en Quito La Mujer, revista mensual de tendencia feminista progresista y anticlerical, y en 1907 en Guayaquil aparece la revista Ondina del Guayas. Ese mismo año aparece en México Hijas del Anáhuac, integrada por obreras textiles de Tizapán que se adhieren al programa del anarquista Partido Liberal Mexicano de los Flores Magón. En Buenos Aires encontramos la revista– periódico La voz de las mujeres, 1896-97 bajo la dirección de Virginia Bolten, que funda el grupo “Las Libertarias”, que presenta “alternativas de resistencia para las mujeres trabajadoras”. En México, en 1901, Juana Belén funda la revista Vésper, portal de la crítica al Porfiriato y aliada del movimiento Magonista; Juana Belén desde la prisión, en 1903, junto con Elisa Acuña publican el periódico Fiat Lux. Elisa Acuña era integrante del Centro Director de la Confederación de Clubes Liberales Ponciano Arriaga. Su periódico se convirtió en el órgano oficial de la Sociedad Mutualista de Mujeres. En 1904 retoman desde Laredo, Texas en compañía de la periodista y activista Sara Estela Ramírez, la publicación de Vésper, además de los periódicos La Corregidora y La Protesta Nacional. Las anarquistas chilenas fundan en 1903 la Federación Cosmopolita de Obreras en Resistencia. En Brasil, tenemos también un movimiento feminista anarquista; Ernestina Lesina promueve la Asociación de Costureras de Sacos, llamando a la unión de trabajadoras para lograr la reducción de la jornada laboral, y fundando el periódico Anima e Vita en Sao Paulo, donde también las obreras anarquistas Maria Lopes, Teresa Fabri y Teresa María Carini lanzan un Manifiesto dirigido a las trabajadoras publicado en el periódico anarquista Terra Livre. Ese mismo año se celebra en Buenos Aires el Congreso Internacional de Libre Pensamiento que tiene como invitada de honor a Belén de Sárraga, feminista española republicana radicada en el Uruguay. Años más tarde, en 1915, Hermila Galindo funda la revista La Mujer Moderna, que publicará hasta 1919. La proliferación de publicaciones declaradamente feministas sigue durante el primer tercio del siglo XX.
6 El periodo transecular del XIX al XX es un momento de plena efervescencia política, de definición de las naciones, enfrentamientos de las tendencias socialistas y anarquistas, junto con la republicana liberal, a las tendencias conservadoras. La defensa de las clases trabajadoras, la lucha contra el poder de la Iglesia y el cuestionamiento de las normas del ámbito privado que impedían el desarrollo de las mujeres como sujetos libres y con derechos eran parte de una misma agenda, en la cuál por un lado se enaltece la familia y lo doméstico, por el otro se cuestiona el matrimonio a favor del amor libre; las demandas feministas acompañan al activo movimiento obrero, a las ideas del progresismo, del socialismo y del anarquismo. Ni dios, ni patrón ni marido será la consigna que identifica a las anarquistas, movimiento que llega a influir a sectores de los movimientos indígenas y populares. Argentina en la primera década del siglo XX vivía un ambiente explosivo, teñido por las luchas que las mujeres protagonizaban como parte de la clase trabajadora: huelgas de las trabajadoras domésticas de Buenos Aires en 1888; las obreras del tabaco, en 1896, las costureras, las lavanderas, las alpargateras de La Argentina en 1901, las tabaqueras de La Generosa, La Favorita y Garello y Agrifoglia, en 1904, las obreras de la Compañía General de Fósforos, en 1906, las telefónicas, en 1907, y muchas más. En 1910 se registraron 298 huelgas, todas con significativa participación de mujeres. Prolifera la creación de centros femeninos intelectuales y políticos. En 1904, la Asociación de Universitarias Argentinas, con participación de algunas socialistas como Sara Justo; en 1905, el Centro Feminista dirigido por Elvira Rawson de Dellepiane, cuyo propósito eran “propender a la emancipación intelectual, moral y material de las mujer, cualesquiera sean sus condiciones sociales”; el mismo año se creó la Liga Feminista Nacional de la República Argentina –afiliada a la Alianza Internacional para el Sufragio de las Mujeres de Berlín– y también el Primer Centro Feminista del Libre Pensamiento, cuya principal figura fue la médica Julieta Lanteri. La República Argentina fue el primer país en tener un Congreso Feminista [9] organizado por las mismas mujeres, la Asociación Universitarias Argentinas, en mayo de 1910. En ese momento este país tenía la clase media más numerosa de América Latina. [10]. Es clarificador conocer los objetivos que formalmente proponía el Congreso Internacional Feminista de Buenos Aires [11]:
- Establecer lazos de unión entre todas las mujeres del mundo;
- Vincular a las mujeres de todas las posiciones sociales a un pensamiento común; la educación e instrucción femeninas, la evolución de las ideas que fortifiquen su naturaleza, eleven su pensamiento y su voluntad en beneficio de la familia, para mejoramiento de la sociedad y perfección de la raza;
- Modificar prejuicios, tratando de mejorar la situación social de muchas mujeres, exponiendo su pensamiento y su labor para poner de manifiesto las diversas fases de la actividad femenil y establecer las causales y efectos que determinan su influencia en el hogar, su condición de obrera, profesional, etc. y las soluciones de índole general y particular que tiendan a mejorar su situación.
7 Vemos un feminismo [12] centrado en la familia y el trabajo. No deja de llamar la atención la mención sobre la “perfección de la raza” como parte de los objetivos del encuentro. La intelectualidad latinoamericana refleja la filosofía positivista. Un discurso en torno a la raza, y al papel de las mujeres en el mejoramiento de ésta, es recurrente en países como México y Perú. La construcción de la nación hace uso de los discursos del mestizaje que operan como estrategias de blanqueamiento de la “raza” y de la cultura.
8 El ideario anarquista se expandía también por todos los países: en México, Argentina, Brasil, Uruguay, Argentina, Chile, va tomando forma entre las obreras y campesinas. En Bolivia y Perú trasmina hacia las mujeres indígenas a través de los sindicatos campesinos. En Bolivia, la anarquista Domitila Pareja funda en 1923, junto con Nicolás Mantilla y Luis Cusicanqui el periódico “La Antorcha”. La Federación Obrera Femenina surge en 1927 como una rama de la Federación Obrera que agrupa a empleadas del servicio doméstico, trabajadoras del mercado y cocineras. Acuerdan mantener una línea autónoma respecto de las organizaciones masculinas. Además de levantar una plataforma de reivindicaciones laborales, demandan el divorcio, la creación de guarderías y la igualdad ante la ley de todos los hijos/as. En 1936 Petronila Infantes, dirigenta anarquista, funda la Unión Sindical de Culinarias, para exigir un horario de trabajo. La presencia de la agenda feminista obrera se observa en los acuerdos del Congreso Obrero en La Paz, en relación a la incorporación de las trabajadoras domésticas a la legislación social y la sustitución de la palabra “doméstica” por la de empleada de labores de casa. En estas décadas también se fundan algunos partidos de mujeres, como el Feminista Nacional en Panamá, el Partido Demócrata Femenino en Chile, 1924, en 1937 en Uruguay el Partido Democrático Femenino.
9 La demanda que caracteriza al feminismo de la segunda ola en América Latina se enuncia precozmente en 1936, en México, por la médica Ofelia Domínguez Navarro, quien propone que el aborto no sea penalizado en razón a causas económicas y sociales y que se derogue del Código Penal de 1931 el castigo del aborto voluntario. En ese mismo año la feminista radical Ana Belén Gutiérrez y la comunista Concha Michel publican el folleto La república femenina, en el que se postula una organización política de las mujeres, planteando como un equívoco luchar por obtener el voto y la igualdad con los hombres. Las mujeres debían ejercer el derecho a hacer política por sí mismas y desde su propia realidad. Adelantándose a su tiempo, este es un lejano –y no reivindicado– antecedente del “feminismo de la diferencia”, corriente particularmente importante en Francia e Italia en los 70s. Los gobiernos empiezan a incorporar a las mujeres al voto a partir de la década de los 40s. El peronismo argentino establece el sufragio femenino en 1947; ese mismo año lo hace Venezuela, en 1949 Chile, en 1954 México.
La segunda ola del feminismo latinoamericano: entre la quema del corpiño y la toma de las armas
10 En 1975, el tema de las mujeres formaba ya parte de la agenda internacional. La Conferencia Mundial del Año Internacional de la Mujer fue convocada en la ciudad de México para trazar un plan estratégico para la “década de la mujer” proclamada por las Naciones Unidas. Asistieron casi seis mil mujeres, la mayoría latinoamericanas. Destacaron dos hechos: afuera de la sede, en una contra-conferencia, decenas de feministas protestaban contra el acto oficial, denunciando la política de doble cara del régimen mexicano, con una retórica progresista para la diplomacia y la guerra sucia para los jóvenes opositores de izquierda. Segundo, la indígena boliviana Domitila Barrios de Chungara, representante de las Trabajadoras Amas de Casa, una organización de las esposas de los mineros del estaño en Bolivia, se pronunciaba por que la agenda oficial que instituía el día internacional de la mujer, diera cuenta de la diversidad de las mujeres y de la opresión que pesaba sobre las trabajadoras, generalmente indígenas.
11 Estas tensiones marcarán sin duda la década que va de los 70s a los 90s en América Latina, en la que encontramos las siguientes tendencias: por una parte, la institucionalización del feminismo a través de las agencias internacionales y la proliferación de las ONGs, un feminismo interesado en las políticas públicas, que nutre a los estados latinoamericanos en sus políticas de la familia, de la normatividad sexual y de la planeación demográfica. Otra tendencia, cuyas demandas centrales son la despenalización del aborto y la denuncia de la violencia contra las mujeres. Una corriente centrada en la opresión de las mujeres representadas por el poder del estado y la violencia de género. Por otra parte, se perfila un feminismo de las mujeres subalternizadas, representadas en las palabras de Domitila Barrios, que vincula el carácter político del feminismo con la crítica a las estructuras de explotación y discriminación latinoamericanas.
12 El feminismo era criticado como una postura “pequeño-burguesa”, a excepción del trotskismo que reconoce y promueve el espacio feminista. La izquierda en ese tiempo –y esto no ha cambiado mucho– es principalmente un espacio no sólo masculino sino misógino, dogmático, que subordinaba las opresiones de género y de etnia, a las de la clase social. Este feminismo se organiza en “grupos semilleros”, pequeños grupos de reflexión, centrados en la reflexión sobe la experiencia personal, y que se debatía entre las rivalidades y la voluntad de incorporarse a las luchas amplias por la transformación política nacional. Esta década mostró que cambiar la vida significaba también cambiar lo que entendemos por política.
13 El “sujeto” del feminismo se fue construyendo en el pequeño grupo, la militancia partidaria, las luchas del movimiento sindical independiente, la academia, los medios de comunicación, el arte, la esfera institucional, los grupos clandestinos. La herencia de los movimientos de los sesentas, la revuelta contracultural, la centralidad de la liberación sexual, forman parte de los feminismos latinoamericanos, pero tienen el sello propio de las contradicciones políticas e ideológicas locales. La juventud de la época es marcada por la revolución cubana, por el imaginario del hombre nuevo, la mujer nueva. La falta de espacios democráticos y la represión brutal de los regímenes latinoamericanos hacen de Cuba un horizonte y de la guerrilla una opción. Como afirma Lamus Canavae, 2009:
“Así pues, aunque generalmente en los recuentos académicos de esta historia, en América Latina se usa la genealogía construida en Europa y Norteamérica, es importante anotar que los contextos históricos y las características culturales, así como los procesos políticos de América Latina y el Caribe no sólo son distintos, sino que además, internamente, hay enormes diferencias entre países […] Si bien los procesos que se registran bajo la denominada segunda ola parecen ser un punto de partida común, a lo largo de la segunda mitad del siglo XX estos países van a vivir, en lo político, procesos diferentes que definen ciertos énfasis en los feminismos. Es luego, en los años ochenta, y más exactamente en los noventa, con el capitalismo avanzado y el modelo neoliberal, que los feminismos latinoamericanos “se globalizan”; no obstante, ello no modifica una historia de luchas y resistencias contrahegemónicas nacionales”.
15 La experiencia latinoamericana se divide en los países que sobrevivieron las dictaduras militares de los años 70s y 80s y los que se mantuvieron con un estado autoritario formalmente democrático. Para los primeros, el feminismo se desarrolla con la militancia de izquierda y en la clandestinidad. Sarti (2001) ubica el origen del feminismo contemporáneo en Brasil como un feminismo de izquierda, articulado a diversas organizaciones marxistas y clandestinas, en lucha contra las dictaduras y a favor de las “libertades democráticas”, y desde este legado es que influeye las tendencias posteriores. Esta autora reconoce que el año internacional de la mujer en 1975 propicia el escenario para la mayor articulación del movimiento feminista en Brasil, hasta ese momento fuertemente marcado por la lucha política contra el régimen militar.
16 En 1981 se realiza el Primer Encuentro Feminista Latinoamericano y del Caribe, en Bogotá, Colombia. Este encuentro será un espacio importante de articulación política regional. Han sido escenario de debates fundamentales para el feminismo y el movimiento social de las mujeres. Fechas claves para la institución de la memoria de los agravios contra las mujeres se tomaron en este espacio: la definición del 25 de noviembre como día de lucha contra la violencia a la mujer fue tomada en el 1° Encuentro, el 28 de septiembre, Día de Lucha por la Despenalización del Aborto en América Latina y el Caribe, fue creado en el Encuentro de 1990, en Argentina. Han posicionado discusiones relevantes para el feminismo de la región, como la relación del feminismo con los movimientos sociales; la globalización, la exclusión social y la justicia de género; la crítica al feminismo hegemónico regional hecha por los movimientos de mujeres negras, jóvenes y lesbianas; la institucionalización de las organizaciones feministas y sus consecuencias, la relación del feminismo con el Estado, la ONU y las instituciones políticas internacionales.
17 En los ochentas asistimos a reformas importantes de las legislaciones en torno a la atención y cuidado de las mujeres violentadas, la lucha en contra de la violencia a las mujeres, y por una legislación no punitiva del aborto. Se abren los Institutos o Departamentos de la Mujer. Aparecen tensiones en torno a si ingresar o no a la esfera gubernamental, y cómo hacerlo. La financiación de los feminismos constituidos en organizaciones no gubernamentales se empieza a generalizar. Este es otro motivo de división, por la competencia por los recursos, sobre todo en los países que reciben ayuda de la cooperación internacional. Se visibiliza con más claridad la militancia lésbica y sus reivindicaciones, que también generan tensiones con el feminismo heterosexual.
18 Espinoza ha caracterizado para México “feminismo popular”, vinculado con los movimientos obreros, un “feminismo rural”, conformado por organizaciones civiles que trabajan con mujeres indígenas. El “feminismo histórico”, para referirse al feminismo de los setentas, como un feminismo centrado en la en la diferencia sexual, y el “feminismo civil”, desarrollado en y por las asociaciones civiles [13]. Las tensiones entre clase, raza o pertenencia étnica y sexo estaban ya en el centro del debate en muy diferentes contextos.
La tercera ola: descentramientos, descolonización y ampliación del horizonte de lo feminista
19 Para Sonia Álvarez (2001) los noventas son los años de la ongeinización de los feminismos latinoamericanos. La impronta neoliberal corresponde a la organización de la sociedad civil. Los procesos organizativos civiles contienen intentos de controlar la acción civil y a la vez con formas poderosas de acción autogestiva. Acompaña al proceso de multiplicación de organizaciones civiles la redefinición del campo de la comunicación, a través de la informática y la constitución de redes. El espacio de la acción civil se amplía, y con ello la diseminación de procesos, discursos e imaginarios. Los feminismos latinoamericanos en ocasiones se complementan, otras se confrontan. El transito regional a procesos democratizadores y de redefinición de fuerzas de izquierda son otra parte del contexto actual. A partir de 1975 se desarrolla cada vez más el área de “políticas de género” en los grandes organismos internacionales (Naciones Unidas, BID, FMI, Banco Mundial), que generalizan la inclusión del género a la agenda global y local. Muchas organizaciones feministas dejan el movimiento social para incorporarse ya sea a la gestión estatal, ya sea a las consultorías y trabajo en las ONGs.
20 Las “democracias” neoliberales, con su énfasis en la eficacia y la tecnificación de lo social, produce el “gender mainstreaming” (poner el género en la agenda oficial), con sus efectos de “institucionalizar” las políticas de género. Para Nelly Richard [14], refiriéndose a Chile, este proceso de institucionalización de la perspectiva de género, con su consiguiente pragmatismo, ha implicado para la teoría y prácticas feministas “que lo profesional desplazara y reemplazara a lo militante, y que lo operativo adquiriera mayor urgencia que lo discursivo”. También en esta década se generalizan los programas académicos que versan sobre “estudios de la mujer” o “estudios de género”. Estos programas abren un espacio dentro de la academia, y fortalecen tanto la teorización como la investigación acerca de las mujeres. Este proceso genera por un lado, la institucionalización de un “campo” –en el sentido de Bourdieu– dentro de las Ciencias Sociales y sus instituciones, dentro de las geopolíticas académicas. Este proceso entra en tensión también con las feministas de épocas anteriores. Ambos procesos, la ongeización y la academización del saber feminista a través de los estudios de género o de la mujer, diversifican y complejizan el campo que denominamos “el feminismo”. Y también los noventas son la década del reconocimiento de la pluriculturalidad y la emergencia de la tensión entre feminismo liberal y diversidad cultural. La discusión se desdobla y se desborda: por un lado, las políticas y agendas globales implementadas a través de los organismos internacionales y/o estatales aparecen co/optando a los feminismos locales; por otro lado, la academización aparece como fortaleciendo la teorización y formación profesional de “expertas” en torno al género y a las mujeres; los movimientos de mujeres, y las organizaciones feministas interactúan con estos otros lugares de producción teórica y promoción de agendas políticas. Los feminismos institucionales aparecen en contradicción con la realidad pluricultural de las mujeres “de abajo” y sus demandas [15].
21 Las organizaciones de mujeres indígenas y afrodescendientes a partir de los noventas es exponencial; el relevamiento de su afirmación identitaria como plataforma para posicionar una agenda de género situada dentro de la pluralidad cultural ha hecho que desde hace tiempo se hable de feminismos indígenas y afros. Acompañando al desarrollo del movimiento de los pueblos indios, con las demandas por el reconocimiento de los derechos culturales y las luchas por la reforma autonómica del estado, las mujeres van componiendo su propia agenda y su propia epistemología, en un proceso de descolonización [16]. En diversas declaraciones de las cumbres de mujeres indígenas del Abya-Yala [17], encontramos redefiniciones de conceptos clave de la crítica feminista, como el concepto de género, el concepto de igualdad, la crítica al patriarcado, y la idea de libertad individual. También amplían la noción de derechos. Estas redefiniciones son propuestas desde la experiencia de las mujeres indígenas y afrodescendientes [18], ampliando y pluralizando las versiones y visiones de y desde los feminismos latinoamericanos.
“La redefinición del feminismo desde las mujeres indígenas, pretende la ruptura con el legado racista y discriminatorio del feminismo tradicional, que no toma en consideración las necesidades especificas de las mujeres indígenas (y de otros grupos étnicos tradicionalmente excluidos). El feminismo tradicional ha establecido esquemas en los que existe un sistema centro y periferia, y las mujeres indígenas, negras, pobres somos siempre las feministas de la periferia que tenemos que aceptar las ideas y conceptualización de la lucha feminista que presenta un sesgo homogenizante y discriminatorio en su análisis que establece relaciones encubiertas de poder y autoridad dentro del movimiento feminista, que dejan fuera de estos esquemas a las mujeres indígenas”.
23 Estas intervenciones demandan demandan del feminismo no indígena un des/centramiento, para hacr posible el diálogo y las alianzas:
“Desde las organizaciones de mujeres indígenas consideramos necesario que el movimiento feminista realice una revisión de su paradigma, para incorporar dimensiones culturales, lingüísticas, de espiritualidad y cosmovisión de la cultura y mujer indígena, como proceso de enriquecimiento e integralidad de la lucha por las mujeres de todos los pueblos, así como aspecto importante es la formación de alianzas entre las organizaciones de mujeres no indígenas y de mujeres indígenas, como frente integrado de lucha de las mujeres”.
25 No todas las organizaciones de mujeres indígenas o afro-descendientes latinoamericanas acceden a denominarse feministas. Por su parte, muchos de los feminismos urbanos organizados en las diversas vertientes ya descritas, tampoco reconocen que la acción y las demandas de las mujeres indígenas o afrodescendientes sean feministas. El siglo XXI latinoamericano abrió con procesos de fuerte crítica al neoliberalismo. Si el zapatismo mexicano en 1994 anunciaba ya el reposicionamiento de una criticidad que parecía perdida en las primeras décadas postsoviéticas, los triunfos de los movimientos populares que llevaron al recambio en los gobiernos del Brasil, Venezuela (en los últimos referéndums), Bolivia, Ecuador, colocaron en las agendas nacionales el tema de la descolonización. Los contenidos de la descolonización se encuentran en disputa, y en ella intervienen las mujeres de manera activa. En el proceso boliviano aparece con claridad la necesidad de vincular descolonización y des-patriarcalización. El proceso de descentramiento de la cultura mestiza andina afecta a los grupos feministas más radicales en Bolivia. Para Julieta Paredes, una de las fundadoras de Mujeres Creando [20], el feminismo autónomo anarquista resultaba insuficiente para responder a los acontecimientos de la sociedad boliviana. Surgió así la propuesta de un Feminismo Comunitario, en interacción con las comunidades y opuesto a una actitud tecnócrata o de vanguardia responsable de “guiar” a las mujeres y gestionar sus ideas. Su meta es descolonizar el feminismo, planteando un feminismo que no sea mono-cultural.
26 Paredes s derechos individuales de las mujeres, ha dejado de lado la importancia de los derechos colectivos ignorados asimismo por la sociedad patriarcal. Y sobre todo, a dejado de lado las luchas sociales:
“El año 2000 fue la pelea del pueblo boliviano por el agua contra la trasnacional Betchel y nosotras [las feministas] no estuvimos ahí –ahí, que era justo donde había que estar– pero sí estábamos en los medios que sobreexplotaban nuestra imagen” (…) La Comunidad para nosotras es representación política. No estamos hablando de porcentajes, no planteamos indicadores –los números son mentirosos– hablamos de campos de acción y lucha: el Cuerpo, el Espacio, el Tiempo, el Movimiento, la Memoria (…)Una revolución comunitaria es lo que estamos haciendo, la Comunidad de Comunidades. Estamos desarmando el entronque patriarcal –que cuando se funda la República hace cómplices a varones indígenas con varones colonialistas contra las mujeres-. Hablamos de Feminismo porque el Género es sólo una categoría relacional de denuncia que ha sido mal usada. Nosotras, feministas comunitarias, estamos entre las organizaciones sociales que demandan un Estado Comunitario”.
28 Para Sylvia Marcos en México el feminismo también debe optar por posicionarse “desde abajo y a la izquierda”. Frente a la derechización del régimen mexicano, la criminalización de los movimientos sociales, y la falta de respeto a los derechos humanos, el feminismo que propone esta activista y teórica feminista es la de posicionarse abajo, con las luchas populares e indígenas, y a la izquierda, fuera de cualquier compromiso partidario. Igual reclamo de posicionamiento político como parte del sentido de la acción feminista encontramos en la brasileña Cynthia A. Sarti. Ella plantea que las declaraciones de la IV Conferencia Mundial sobre la Mujer en Beijin, 1995, al asumir una declaración pública en contra del fundamentalismo islámico se alinea al encuadramiento polarizante del neoliberalismo, donde opera la hegemonía de la economía de mercado. Para evitar una nueva forma de racismo e intolerancia, nos dice, vale la pena optar por estar del lado de las mujeres islámicas, con sus demandas específicas, seguirlas en las opresiones que ellas mismas reconozcan como sujetos de su propia liberación.
29 El reto presente para el feminismo latinoamericano es cruzar las fronteras étnicas y de clase, para construir la crítica al modelo cultural capitalista, al tiempo que realizar un ejercicio de trascritica cultural. Ello implica cuestionar su propio etnocentrismo, poder ver el carácter racista de las culturas hegemónicas nacionales, poder ver en las culturas indígenas y afrodescendientes una cultura que interpela al modelo de desarrollo y de civilización occidental. El feminismo descolonial resulta del proceso de alianzas transclasistas y multiétnicas, es un feminismo multicentrado y vigilante de la no imposición de la cultura dominante. No puede ser entendido como un feminismo agregativo (demandas de las mujeres negras, blancas, indígenas) presente en la concepción neoliberal de lo multicultural, que celebra la diferencia pero deja intocado el modelo de producción y reproducción dominante. La diversidad de los feminismos latinoamericanos proviene de su diversidad étnica y del lugar específico en la lucha social desde donde las mujeres hablan. Su eficacia política se centra en la capacidad de tender puentes entre estas diversidades. Su potencial político y epistémico radica en poder construir una gran ola transformativa sistémica desde las mujeres pero no sólo para las mujeres.
Notes
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[1]
Contraria a su comprensión como un ideario ya elaborado y una consciencia única, que se globaliza.
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[2]
Sigo aquí a Donna Haraway y su propuesta de un conocimiento situado, ver: Haraway, Donna, 1991, Simians, Cyborgs, and Women: The Reinvention of Nature. Routledge, Nueva York.
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[3]
Retomo la concepción de agencia en su sentido más creativo, como una permanente reorganización y reconstitución de los hábitos y las instituciones, Ver Mustafa Emirbayer y Anne Mische, 1998.
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[4]
Como lo muestra el excelente trabajo de Saba Mahmood: “Teoría feminista y el agente dócil: alunas reflexiones sobre el renacimiento islámico en Egipto”, en Suárez Naváz, Liliana y Rosalva Aída Hernández, eds., Descolonizando el feminismo, Valencia, Ediciones Cátedra, 2008.
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[5]
Hacia el final del siglo XVIII y para abrir el XIX, las conspiradoras ilustradas dan cuenta de la modernidad con su ideología libertaria. Las tertulias de la gente educada, de los entornos del poder, serán los espacios de configuración de las ideólogas de los movimientos de independencia. María Larraín, Manuela Espejo, Rosa Zárate, en Ecuador, Leona Vicario y Josefa Ortíz de Domínguez, en México, Juana Ramírez, Luisa Cáceres en Venezuela, Juana Azurduy de Padilla en Argentina, a quien en 1816 se le concede el grado de Teniente Coronel por su “varonil esfuerzo” en el ejército, Francisca Zubiaga en el Perú, por supuesto Manoela Sáenz, la estratega de la lucha bolivariana, Flora Tristán, la gran pionera del feminismo socialista, para sólo mencionar algunos nombres.
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[6]
Ver la crítica del historiador Gustavo Abel Hernández Henríquez al “olvido” de las mujeres en los cuatro tomos de Una Historia Contemporánea de México publicado por el Colegio de México en 2009, coordinado por Lorenzo Meyer e Ilán Bizberg, Diario El Milenio, 13 de Julio 2009.Con sus excepciones, me parece que la situación es extensible a la historiografía latinoamericana en general. Mabel Belluci por ejemplo opina que: “Llama la atención que casi ninguna obra referida a la historia del movimiento obrero y a las luchas sociales en la Argentina haya registrado la participación de las mujeres en la gestación de los procesos y por la conquista de los derechos de su clase y en especial, por su condición de género”. Ver en URL: http://www.alasbarricadas.org/ateneovirtual/index.php/El_movimiento_de_mujeres_anarquistas_en_Argentina_ hacia_principios_de_siglo
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[7]
El Rocío, 1872, publicación colombiana a favor de la emancipación femenina; La Aljaba, periódico femenino publicado en Argentina en 1830; en 1854 también en Buenos Aires, aparece Album de Señoritas; en Guatemala, Adelaida Chávez funda la revista feminista liberal El Ideal en 1887.
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[8]
En 1907, mucho antes que en Europa, las uruguayas habían conseguido el derecho al divorcio, militantes socialistas promovían sindicatos de mujeres, como el Centro Anarquista Femenino en Argentina y la Sociedad en Resistencia de Sombrereras, la Sociedad Estrella Chilena de Señoras, la Sociedad de Protección Mutua de las Mujeres, la Sociedad Triunfo Ilustrado Femenino y la Asociación de Costureras “Protección, Ahorro y Defensa” en Chile.
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[9]
El segundo es México en 1916, en Yucatán en Mérida, convocado por las feministas de la localidad y el Gobierno del estado, entonces presidido por el socialista Salvador Alvarado. Las conclusiones constituyeron una plataforma progresista, girando en torno a la separación del estado y la iglesia, la educación laica, y su derecho al trabajo, al estudio y a la ciudadanía. La presentación de Hermila Galindo es considerada como radical dentro de este feminismo que acompaña las modernizaciones desde la élite.
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[10]
La migración rusa y europea hacen de Argentina un centro muy activo y cosmopolita en relación al feminismo. Por ejemplo, Fenia Chertkoff y sus hermanas, que forman parte de una familia que huye de la represión zarista; también figuras como Alfonsina Storni, originaria de Suiza, Ira María Esther Farny, originaria de Ucrania, Alicia Moreau originaria de Londres, Ángela Justa Santa Cruz, entre otras. El feminismo socialista argentino es de los más interesantes. Alicia Moreau, médica y socialista, es una figura muy interesante; en 1920 fue una de las fundadoras de la Unión Feminista Nacional (UFN), y es autora de Evolución y educación, 1915, La emancipación civil de la mujer, en Humanidad Nueva, 1919, La mujer y la democracia, 1944, El Socialismo según la definición de Juan B. Justo, 1946 y ¿Qué es el Socialismo?, 1983.
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[11]
Ver A.J. Landaburu, Alfredo G.Kohn Loncarica y Elena Pennini de Vega; “Cecilia Grierson y el primer Congreso Femenino Internacional”; en Todo es Historia, Número especial, N° 183, Buenos Aires. Agosto 1982, consultado en http://www.larevuelta.com.ar/articulos/GG_2010_05_03.html
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[12]
Mary Wollstonecraft, Clara Zetkin, entre otras. La participación de las siguientes entidades argentinas nos dan una idea del contexto organizacional que promovía el evento: la Asociación Nacional del Profesorado, la Asociación Nacional contra la Trata de Blancas, el Centro Socialista Femenino, el Círculo Médico y Centro de Estudiantes de Medicina, la Liga de mujeres librepensadoras, el Grupo Femenino Unión y Labor, la Sociedad Protectora de Indígenas. Participaron una importante delegación chilena enviada por el gobierno, y hubo presencia de mujeres peruanas, uruguayas, paraguayas, y europeas. La parte importante del Congreso se refiere a los temas de los derechos civiles y políticos de la mujer. Una de las consignas del Congreso fue “Igual salario por igual y trabajo”, consigna aún vigente. Cabe mencionar entre las promotoras del Congreso Fenia Chertkoff, socialista rusa emigrada a la Argentina en 1894 huyendo del zarismo; escultora y educadora, fundó el Centro Socialista Femenino en Abril de 1902.
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[13]
El libro de Gisela Espinoza, 2009, Cuatro vertientes del feminismo en México, diversidad de rutas y cruce de caminos, es uno de los mejores ejercicios de análisis de los feminismos de los setentas en adelante, planteando los vasos comunicantes de un proceso que también tiene sus quiebres y disyuntivas.
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[14]
Nelly Richard, en Daniel Mato, s/f, p. 230.
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[15]
Esto atañe no sólo a las ONGs y las instituciones estatales que desarrollan estudios e intervienen en las políticas de género, sino de manera muy específica a la academia y la agenda de investigación en torno al género. Magdalena León alude a un estudio de Ma Luisa Tarrés (2001) donde concluye que en México “la agenda de los programas de estudios de género coincide punto por punto con la de las ONG”,para plantear que esto “puede obedecer a un alto consenso sobre las demandas, pero también puede leerse como falta de criterios para diferenciar las actividades de la academia de las de la sociedad civil organizada. También puede indicar la hegemonía de la agenda internacional en los diferentes espacios que trabajan. Son muchas veces los gobiernos locales, nacionales o las agencias financieras las que financian la investigación y la extensión universitaria” (León, 2005). La tensión local/global incluye de manera central a la academia y sus políticas de investigación, a través de agencias de financiamiento muchas veces ya incorporadas a las Universidades.
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[16]
Ver el libro de Sylvia Marcos, 2010, Cruzando Fronteras: Feminismos abajo y a la izquierda, Mexico, CIDESI.
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[17]
Como se le denomina desde el movimiento indígena a América Latina.
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[18]
Ver los trabajos de Doris Lamus Canavate sobre las formas de participación de las mujeres negras en los movimientos sociales en Colombia; la autora resalta que las organizaciones de mujeres negras/afrocolombianas tienen un lugar invisible, subalterno y conflictivo en el movimiento social de mujeres/feministas en Colombia. (2009).
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[19]
Documento discutido en el panel organizado por el Foro Internacional de Mujeres Indígenas, FIMI, durante el Foro de la Asociación para los Derechos de las Mujeres en el Desarrollo (AWID por sus siglas en inglés) en Bangkok, Octubre 27-30 del 2005, Bangkok, Tailandia, que reunió a 60 personas, 90% de ellas mujeres, con la siguiente distribución regional: 15% de América Latina, 12.5% de África, 25% de Asia, 9.3% de Europa, 34% de Estados Unidos y Canadá y 3.1% de Australia.
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[20]
Y autora de Hilando Fino. Desde el feminismo comunitario. Comunidad Mujeres Creando Comunidad. CEDEC, Asociación Centro de Defensa de la Cultura, La Paz, octubre 2008. Mujeres Creando es un colectivo feminista anarquista boliviano fundado en 1992 por María Galindo, Mónica Mendoza y Julieta Paredes.