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2 El éxito de los hashtags #metoo y #balancetonporc, creados luego del caso Weinstein, ha reavivado las discusiones en torno a las relaciones de género en el espacio público francés, así como el interés por las movilizaciones (principalmente feministas) en línea. De hecho, la cuestión de los efectos de internet en los movimientos sociales y, más ampliamente, en la relación entre los ciudadanos y la política, interesa mucho a los investigadores de las ciencias sociales desde la década de los noventa. Por ello, han podido presenciar las múltiples transformaciones que han afectado esta tecnología, sea su desarrollo técnico, la explosión de la burbuja de internet o incluso su rápida democratización; todo esto ha precisado de un estudio de sus consecuencias sociales y políticas. Respecto a ello, Dominique Cardon sugiere una «instalación de internet en la sociabilidad de los individuos» y «la llegada masiva de poblaciones mucho más jóvenes y de origen popular». Además, actualmente, «en los países occidentales, la brecha digital se mide menos por el acceso a una computadora conectada que por las distintas formas, elitistas o populares, de navegar, de exhibirse y de interactuar» (2010, 55). [1] Esta nueva configuración de internet, democratizada y accesible, a veces es denominada web participativa y es usualmente percibida como susceptible de favorecer una renovación de los debates ideológicos y de los tipos de participación política; esto constituye un terreno fértil para la emancipación y el empoderamiento.

3 No obstante, los estudios sobre el potencial emancipatorio, deliberativo o incluso democrático de internet imponen una cierta prudencia a los obstáculos sociales que puede encontrar. Asimismo, el sesgo de confirmación se une a la incrementada selectividad de la información en internet para producir múltiples constelaciones reunidas por una complicidad ideológica y que dialogan casi en exclusiva entre ellas, puesto que «la posibilidad de elegir [con quién dialogamos] da lugar a intercambios con personas que piensan como uno mismo» (Lev-on y Manin 2006, 201). Constatamos, observando por ejemplo los vínculos entre blogs y sitios web pertenecientes a diferentes conjuntos ideológicos, que «la gran mayoría de los vínculos en cada constelación reenvía a sitios web de la misma corriente política», lo que nos muestra que «las acciones intencionales de los usuarios tienden, por efecto combinado, a eliminar las opiniones contrarias» (206). Entonces, esta tendencia a la homofilia, que ya percibimos en el mundo social, se ve exacerbada por la estructura de la web participativa. Además, si bien internet se inserta en un universo que le precede, esto no impide que esta tecnología, con las posibilidades inéditas que brinda, tenga un impacto en el estado del mercado cognitivo, «una imagen que permite representar el espacio ficticio en el que se propagan los productos que dan forma a nuestra visión del mundo: hipótesis, creencias, informaciones, etc.». Es más, internet es «la herramienta idónea para la liberalización del mercado cognitivo», y sus efectos son casi comparables a los de la invención de la imprenta (Bronner 2013, 23). Esta liberalización es consecuencia de la drástica reducción del costo de entrada al mercado cognitivo, en términos de capital financiero y capital simbólico, debido a la posibilidad de mantener el anonimato. «Pero hay que tomar en cuenta otro elemento que los comentadores de la cultura de internet no parecen haber percibido: se trata de un mercado cognitivo hipersensible a la estructuración de la oferta y, mecánicamente, a los motivos de los oferentes. Es uno de los factores principales de la organización de la competencia cognitiva en este mercado» (60). Efectivamente, la organización de la competencia en ese mercado tiene una gran influencia sobre el contenido ideológico producible y, sobre todo, reproducible en este espacio. Gérald Bronner también comenta que, en internet, el efecto Olson [2], junto con el bajo costo de entrada al mercado cognitivo y la fuerte influencia de ciertas disposiciones cognitivas como el sesgo de confirmación, estimulan una sobrerrepresentación de argumentos militantes o de grupos activistas en relación con el conocimiento científico (Bronner 2013). Para comprender mejor esta situación, es útil imaginar este mercado como un espacio donde, debido a su configuración particular, actúan fuerzas selectivas específicas sobre las ideas. Este enfoque ayuda a una mejor comprensión de las relaciones entre el contexto o el entorno —un mercado cognitivo específico— y el contenido de las ideas que tendrán una mayor posibilidad de desarrollarse en él. Se aproxima a la epidemiología de las representaciones de Dan Sperber, quien intenta explicar la distribución de un rasgo cultural o ideológico en el seno de una población (Sperber 1996).

4 Entonces, en la época del feminismo en línea el contexto requiere que se consideren las presiones selectivas específicas que el uso de internet impone a las ideas y prácticas del movimiento, así como la sociología específica de sus usuarios. Respecto a esto último, las encuestas del Pew Research Center (Centro de Investigaciones Pew) muestran que las mujeres —sobre todo en la categoría de 18 a 29 años— tienen una mayor presencia en internet y las redes sociales que los hombres (Duggan 2013), aunque parece que la brecha disminuye y que es más común en ciertos sitios web, en particular Facebook, Instagram y Pinterest (Anderson 2015). Otros estudios del Pew Research Center estiman que el 68 por ciento de las mujeres, frente al 62 por ciento de los hombres, utilizan las redes sociales en Estados Unidos regularmente, y el porcentaje llega al 90 por ciento entre los jóvenes de cualquier género de 18 a 29 años (Perrin 2015). Dadas estas cifras, algunos actores notan el gran potencial del feminismo en línea. Asimismo, las autoras de #Femfuture: Online revolution, obra publicada por el Barnard Center for Research on Women (Centro Barnard de Investigaciones sobre las Mujeres), consideran que el feminismo en línea consiste en «harnessing the power of online media to discuss, uplift, and activate gender equality and social justice» (aprovechar el poder de los medios en línea para discutir, animar y activar la igualdad de género y la justicia social). Se apoyan en el hecho que «young adult women ages 18-29 are the power users of social networking» (las mujeres adultas jóvenes de entre 18 y 29 años son especialistas en hacer contactos) y que el 41 por ciento de los jóvenes entre 18 y 25 años han llevado a cabo discusiones o acciones de carácter político en las redes sociales. Por ello, el público objetivo es prioritariamente, aunque no exclusivamente, el de mujeres jóvenes. Los blogs, periódicos, revistas electrónicas y foros feministas son imaginados como los «consciousness-raising groups of the 21st century» (grupos de sensibilización del siglo XXI), con la diferencia de que ahora se dirigen a millones de posibles visitantes (Valenti y Martin 2013). El informe concluye que la nueva generación de movimientos sociales nacerá en internet.

5 Estos elementos preliminares muestran que, si bien los cambios que internet brinda al mercado cognitivo y a las ideas que allí de desarrollan son ambivalentes, no están exentos de consecuencias, al punto de suscitar la esperanza de cambios paradigmáticos desde el punto de vista de la acción colectiva entre los actores. Para el caso que estudiamos, esto genera la cuestión de la adaptación del movimiento feminista a este mercado cognitivo muy particular y, por ende, la forma que adopta el feminismo en línea. En efecto, esta variante del feminismo contemporáneo suscita un creciente interés, sobre todo en Francia, luego de algunos años de auge en América del Norte, y sobre todo en Estados Unidos (Redfern y Aune 2013). No obstante, es necesario delimitar esta nebulosa, definirla y situarla dentro de la constelación feminista, tarea extremadamente compleja ya que existen diversas tipologías del feminismo basadas en diferentes criterios.

6 De hecho, una de las características principales del movimiento feminista es su fragmentación, «no solamente en el plano teórico, según las diversas concepciones de la opresión y la manera de terminar con ella, pero también en el plano empírico, según la dispersión temporal y geográfica de los grupos que se reivindican como tales» (Bouchard 1991). Esta diversidad ha generado dificultades y acalorados debates en cuanto a la manera de clasificar y caracterizar los pensamientos y movimientos feministas. Además, la tipología teórica, formulada por Alison Jaggar en 1972, hace una distinción entre los feminismos liberal, radical y marxista, a los que se suman el separatismo lésbico y el feminismo socialista; la ubicación de estas dos últimas familias está en debate (1991). [3] La tipología empírica, que utilizaremos aquí, constata olas sucesivas de feminismo.

7 Ahora, para algunos, esta idea de ola «elimina la complejidad y la diversidad de ideas que recorren la historia y la actualidad del movimiento feminista» (Blais et al. 2007, 141). Para evitar cualquier tipo de confusión, es conveniente determinar en detalle cómo la utilizaremos aquí. Si nos referimos a su uso, inspirado por la definición de oleadas de protesta referida por Ruud Koopmans (2004), se puede definir una ola como un «momento» del feminismo en el cual el movimiento se reconfigura y se transforma rápidamente como respuesta al desarrollo de la sociología de sus activistas y del contexto social. Para decir que hay una nueva ola feminista, hay que fijarse en dos indicios decisivos: la observación de un compromiso feminista en aumento, o de un claro aumento del interés por el feminismo y por sus problemáticas en el espacio público, y la renovación de los métodos y de los temas abordados por los y las activistas. La renovación generacional usualmente asociada a esta noción puede entenderse como un factor explicativo y como indicio del surgimiento de una nueva ola: en determinadas condiciones, los más jóvenes retoman el feminismo y lo reformulan, ya que se desenvuelven en un entorno diferente al de sus mayores. Esto cuestiona las condiciones sociales de aparición de una nueva ola (Heywood y Drake 2007). Entonces, la noción de ola define un hecho social; permite caracterizar un regreso y una renovación del movimiento feminista, al mismo tiempo que contextualiza este fenómeno.

8 En Francia, el término de Tercera Ola se utiliza para definir la sucesión de movilizaciones feministas provocadas por la Cuarta Conferencia Mundial sobre la Mujer de 1995, en Pekín (Blandin 2017). Además, la reanudación de las movilizaciones observada a fines de la década de dos mil y los inicios de la siguiente se compara a esta Tercera Ola (Jouët, Niemeyer y Pavard 2017). Sin embargo, al adoptar una definición empírica de la noción de ola, como pretendemos hacer aquí, no es posible reunir ciclos de movilizaciones distintas en la misma ola, que además ocurren en contextos sociales y técnicos diferentes. Efectivamente, aunque internet existía en 1995, durante la aparición de la Tercera Ola, el uso de esta tecnología solo era pertinente a un porcentaje extremadamente pequeño de la población francesa (Banco Mundial 2016). Desde fines de la década de dos mil, la aparición, pero sobre todo la democratización de las redes sociales, han tenido un gran impacto en las prácticas activistas, cada vez más dependientes de la web 2.0. El interés renovado por la causa de la mujer en el espacio público desde este mismo período solo refuerza la idea de la existencia de un nuevo ciclo.

9 En consecuencia, defendemos la hipótesis del surgimiento de una Cuarta Ola del feminismo en Francia desde aproximadamente 2011. La existencia de una Cuarta Ola del feminismo ya ha sido defendida por otros autores —feministas, universitarios, periodistas— en Estados Unidos y Reino Unido (Baumgardner 2011; Munro 2013; Cochrane 2013; Rampton 2015; Chittal 2015). En vista de toda la evidencia que defiende la hipótesis de la existencia de una nueva ola feminista, uno de los desafíos de la investigación será determinar en qué medida el uso masivo y sistemático de la web 2.0 por parte de los movimientos feministas es capaz de transformarlos. La hipótesis que defendemos es que las acciones y discusiones realizadas en internet dependen de la forma en la cual esta tecnología estructura las relaciones sociales que se desarrollan allí. Esto significa que estos mecanismos afectan el contenido de las ideas y las propuestas más susceptibles de ser difundidas.

10 Por otro lado, un análisis tan «lejos del terreno» no es suficiente para dar cuenta de un hecho social como el que estudiamos aquí; así, el uso masivo de internet debe entenderse como una condición social necesaria, pero no única, de esta renovación. Por ello, la investigación también busca establecer si realmente existe un aumento del interés público por las cuestiones feministas. Asimismo, el cuestionarse sobre la existencia de una Cuarta Ola del feminismo no supone un ocultamiento o desaparición de los temas o los grupos activistas que surgieron durante las olas previas: las olas feministas siguientes no se oponen las unas a las otras. Más bien, deben ser entendidas como una revisión y una reapropiación de las ideas y las tradiciones feministas por parte de una generación que vive en un contexto favorable a la renovación del activismo; por, entre otras condiciones, la democratización de internet, la existencia de una juventud instruida, incluso politizada (Heywood y Drake 2007), o una estructura de oportunidades políticas que favorece al movimiento.

11 Por ende, este artículo utiliza el concepto de ola feminista para analizar la transformación de las prácticas e ideas del feminismo bajo la influencia del uso cada vez mayor del internet, y para situarlo en el contexto del aumento del interés público por el movimiento, tanto en línea como fuera.

La práctica y las ideas feministas enfrentadas a la estructura particular del mercado cognitivo en internet

12 La creciente influencia de internet en la vida política y social provoca varios cambios respecto al tipo de reivindicaciones y al contenido de las ideas defendidas por movimientos como el feminismo. Con la metáfora del mercado cognitivo, Gérald Bronner pone de manifiesto varios mecanismos que afectan al mercado en internet en particular. Si bien otros ya habían mostrado la preponderancia del sesgo de confirmación, que suele dividir al espacio virtual en enclaves ideológicos (Lev-on y Manin 2006), la importancia de este sesgo cognitivo solo se comprende en su totalidad cuando está combinado con otros efectos.

13 Ahora bien, uno de los principales efectos de la configuración del mercado cognitivo en internet es su tendencia a la disposición de los productos a través de la oferta (Bronner 2013). En otras palabras, además de la manera en la que los productos cognitivos son clasificados por los algoritmos de Google o Facebook, la mayor inclinación de ciertos grupos por producir contenidos influye considerablemente en su visibilidad. Esto coincide con la idea de Manuel Castells, quien dice que, en la era de internet, «el poder se ejerce principalmente desde la producción y la difusión de códigos culturales y contenidos de información» (Castells 2001, 187).

14 De tal forma, en Google, si alrededor de 60 por ciento de los usuarios se limita a consultar la primera página de resultados cuando lanza una búsqueda, entonces el contenido de esta primera página es crucial, sobre todo para la formación de la opinión de los individuos «indecisos» (Bronner 2013). No obstante, para ciertos temas polémicos, pueden existir grupos activistas fuertemente motivados a crear contenido y a hacerlo visible en las redes sociales; esto aumenta el número de menciones y, por ende, su posicionamiento en Google. Es una variante del efecto Olson: si, para un tema específico, hay una minoría activa dispuesta a dedicar recursos para aumentar la visibilidad de sus argumentos, estos tendrán una mayor posibilidad de ser visibles que sus eventuales contraargumentos, que la mayoría de las personas no está dispuesta a producir (2013). Se observa entonces una sobrerrepresentación de los argumentos activistas en internet, centrados en los temas que les interesan. A esto hay que sumar la mezquindad intelectual, que motiva a las personas a contentarse con lo que creen haber aprendido al consultar la primera fuente que encontraron, sobre todo cuando esta favorece sus ideas preconcebidas (2013). Entonces, la combinación de estos factores facilita la propagación de varias ideologías en internet.

15 Los efectos de la estructura del mercado cognitivo en internet pueden explicar, al menos en parte, el renovado interés por el feminismo en general, consecuencia del aumento de la presencia del activismo en línea. No obstante, varios observadores consideran que una Cuarta Ola no puede existir por el simple hecho del auge del activismo en línea (Munro 2013). Por ello, hay que resaltar una diferencia cualitativa característica de este feminismo, y sobre todo que muchos de sus componentes no existirían sin internet, puesto que estos provienen del feminismo en línea (Munro 2013). Entonces, internet puede considerarse como una condición, tal vez no suficiente, pero sí necesaria, de una Cuarta Ola.

La influencia de los regímenes de visibilidad de las redes sociales en las prácticas activistas

16 Una de las especificidades de la web participativa es la muy fuerte influencia de estos espacios en «claroscuro», que incluyen a las redes sociales (Cardon 2010). Tienen algoritmos propios y reglas de clasificación de la visibilidad, muy a menudo basados en criterios similares a los de Google, como la popularidad, dejando un mayor espacio a la personalización; y, por ende, a la selección de fuentes. Asimismo, en Facebook, el contenido propuesto al usuario por Edgerank depende de su red de contactos y de sus interacciones con ella, lo cual reforzaría los efectos de la homofilia y el sesgo de confirmación. [4] A su vez, algunas publicaciones son promovidas respecto a otras, sobre todo las fotos. Además, los «objetos» con un mayor número de interacciones también son mostrados con mayor frecuencia, y esto acentúa este efecto (Bucher 2012). A través de los algoritmos, una persona que publica poco contenido y con pocas interacciones corre el riesgo de volverse «invisible» en la red. En consecuencia, una persona que quiere ser visible en Facebook debe publicar constantemente, de preferencia fotos, y buscar generar una reacción. Los grupos feministas, como todos los activistas de la web, están sujetos a este imperativo desde el momento en que buscan ser más visibles en esta red social. Un ejemplo conocido es el de la campaña «Who needs feminism?» (¿Quién necesita el feminismo?), en la cual las personas se fotografiaban con pancartas donde escribían por qué apoyaban el feminismo.

17 En Tumblr, la plataforma de microblogging, la práctica feminista supone sobre todo la creación de colecciones de testimonios o de anécdotas de actos o comentarios considerados sexistas, racistas o misóginos. De hecho, la publicación de testimonios es una práctica importante del activismo en línea (Granjon 2012). Este tipo de colecciones, además de brindar un tono personal y afectivo al hecho social, le otorga un carácter ubicuo, de la misma manera que el alza del tratamiento mediático conlleva un alza paralela de un sentimiento de inseguridad, como se ha mostrado varias veces. En consecuencia, el incremento de estos testimonios es una herramienta muy eficaz para que un grupo feminista llame la atención sobre la existencia del sexismo. En Francia, este tipo de prácticas se encuentra en páginas como payetashnek.tumblr.com (que registra insultos o acosos) o jesuisunepubsexiste.tumblr.com (que denuncia las publicidades sexistas). Estas páginas son particularmente representativas de las prácticas feministas de los últimos años y se centran en temas que han recobrado importancia, como el acoso en sus diversas formas y las publicidades sexistas. Estos dos fenómenos también han recibido la atención del Plan Nacional de lucha contra el acoso sexista y las violencias sexuales en el transporte público (Secrétariat d’État chargé des droits des femmes 2015).

18 Por lo tanto, parece ser que las redes sociales, en su manera de clasificar la visibilidad, favorecen la divulgación de ciertos argumentos en perjuicio de otros. A diferencia de un artículo periodístico tradicional, las publicaciones en las redes sociales se enfrentan a la mirada del entorno que el sujeto activista ha construido. Si bien algunos utilizan el anonimato para minimizar esta influencia social, la mayoría de las personas (entre ellas los activistas) no lo hacen, por lo que deben exponerse al juicio de su grupo o de su red. De hecho, las redes sociales como Twitter o Facebook están luchando contra el anonimato con un cierto grado de éxito; no hay que olvidar que su capital comercial principal es la publicidad dirigida. Además, el hecho de revelar datos personales, exhibir y producir grandes cantidades de contenido se correlaciona con una mayor popularidad en redes como Twitter o Instagram (Cardon 2010). Entonces, el carácter virtual del internet no impide que estas interacciones y presiones sociales sean muy reales para las personas que las viven. Esto motiva a los usuarios a construir «identidades narrativas» con una imagen favorable de ellos, en una suerte de narración (Granjon 2012). Entonces, la dinámica construida por la estructuración de los regímenes de visibilidad en las redes sociales es la de una exposición de la persona y de una vigilancia de los otros (Cardon 2010; Bucher 2012; Granjon 2012). Este régimen de visibilidad incluye presiones selectivas específicas para las ideas y las prácticas.

El surgimiento de una call-out culture que favorece la politización de las conductas

19 Varios autores señalan la creciente y relativamente reciente presencia de una «call-out culture» (cultura de la denuncia), en particular en Estados Unidos, que consiste en reclamar y denunciar a los autores de comentarios o actos considerados como sexistas, misóginos o incluso racistas por el orador, dentro de un marco interseccional (Munro 2013). En Estados Unidos, esta call-out culture es un fenómeno que genera controversia, y algunos investigadores han asociado su repentino crecimiento al surgimiento de un «victimhood culture» (cultura de la victimización) (Campbell y Manning 2014). Ahora bien, el régimen de visibilidad que se impone en las redes sociales propicia la identificación y la denuncia de conductas o palabras que se consideran desviadas, sobre todo en Twitter, donde cualquiera puede poner contenido en un hashtag para que sea visible para todos los que siguen ese hashtag. El aumento de estas prácticas de identificación, así como de denuncia y de cuestionamiento público de los disidentes y de la desviación, muestran las posibilidades que brindan las redes sociales.

20 Las conductas de los disidentes se entienden como «microagresiones» moralmente condenables (Campbell y Manning 2014). Hay dos ejemplos recientes de conductas que antes se consideraban triviales y ahora comúnmente se asocian al sexismo y al patriarcado: el manspreading y el mansplaining. Según Le Monde, el término manspreading ganó popularidad en los blogs de Tumblr estadounidenses alrededor de 2013 (Morin 2017). Se buscaba denunciar el hecho de que los hombres ocupan demasiado espacio en el transporte público por la costumbre de separar las piernas al sentarse. Para ello, los y las activistas publicaron cientos de fotos de hombres en esta posición en Tumblr, [5] hasta que lograron que las empresas de transporte público lancen campañas de concientización (2017). El método consiste en sexar una incivilidad (o conducta que se considerada indeseable) para estudiarlo en un marco de lectura feminista; y, así, convertirlo en una consecuencia del patriarcado y de la dominación masculina. Respecto al mansplaining, el término proviene de la obra de Rebecca Solnit Men Explain Things To Me [Los hombres me explican cosas], publicado en 2008 [en 2014 en español]. En un fragmento del libro publicado en Los Angeles Times, ella cuenta una anécdota en la cual, una noche, un hombre le recomendó leer un libro sin saber que discutía con su autora. Originalmente, el término condena una cierta condescendencia paternalista y fuera de lugar, usualmente entre un hombre y una mujer, quien sabe más que él sobre todo en cuanto a temas relativos a la experiencia de género de la mujer, como la percepción sobre la sexualidad, la anticoncepción, etc. Se ha demostrado que las mujeres suelen hablar menos en público, o que se les interrumpe más a menudo cuando hablan. Sin embargo, la circulación del término en internet y su uso en contextos activistas y polémicos ha alterado un poco su significado. Asimismo, según la revista electrónica progresista estadounidense Salon, el término «has increasingly come to mean “men saying things to, or about, women”» (ha venido a significar cada vez más «hombres diciendo cosas a o sobre las mujeres»), en tal medida que se habría convertido en una forma útil de callar a sus adversarios durante las discusiones sobre el feminismo o temas relativos a las mujeres (Hart 2014). Un hombre acusado de mansplaining está necesariamente equivocado, ya que su interlocutor juzga que su sexo es prueba de sus malas intenciones o de su incapacidad de entender el tema en cuestión. Si el individuo se aventurase a explicar por qué no es culpable de mansplaining, estaría haciendo mansplaining, pues, en tanto que hombre, no puede sufrir ni experimentar este tipo de conducta. Entonces, el término puede potencialmente llevar a una forma de argumentum ad personam en algunas de sus acepciones, tal como lo define Schopenhauer, pues «se aparta del objeto de la discusión […] y ataca de algún modo al contendiente y a su persona» (Schopenhauer 2002, 66). El término se encierra perfectamente en un marco de lectura feminista basado en la interseccionalidad y en las opresiones sistemáticas, que convierten a los individuos en dominados o dominantes desde un punto de vista objetivo.

21 Sin embargo, el hecho de que esta falacia lógica se haya extendido y vuelto recurrente en los debates polémicos con feministas no es una anomalía específica de este movimiento. Tampoco es un juicio moral: si el objetivo de un grupo es dar a conocer sus ideas y defenderlas contra las objeciones, es probable que, a veces, se utilicen sofismos: es casi tautológico. Las ideas y representaciones son el resultado de un «cruce entre invariables del pensamiento humano y variables de la vida social» (Bronner 2010, 158). Si tomamos en cuenta el carácter inmemorial de los sofismas y la fuerza de su uso en varios períodos históricos, incluso hoy, no es inconcebible pensar que estos recursos retóricos son eficaces porque se asocian sesgos cognitivos. Además, las presiones selectivas específicas que ejercen sobre las ideas en internet los favorecen: aparte del sesgo de confirmación y otras selecciones de antemano de fuentes de información por parte de los usuarios, algunas redes sociales siguen una lógica contraria a un debate abierto y constructivo. El caso de Twitter es el más emblemático: los mensajes tienen un límite de 140 caracteres, se les categoriza por hashtags que corresponden a un tema específico y, en caso de controversia, esto permite confrontar inmediatamente los puntos de vista opuestos, aunque la estructura relacional de esta red es (cada vez más) polarizada y homófila (Conover et al. 2011). Los usuarios mayormente comparten contenidos que coinciden con sus posturas políticas (los retuitean). En paralelo, voluntariamente usan hashtags de posturas políticas opuestas para provocar un debate bajo una lógica de confrontación, lo cual puede reforzar la polarización. En este sentido, el uso de «palabras clave» (como mansplaining) sería un medio eficaz de sacar ventaja en un debate entre públicos opuestos.

22 Estas prácticas de public shaming (avergonzamiento público) aumentan el precio simbólico de la desviación moral en las redes sociales. [6] En efecto, podemos conjeturar que la visibilización frecuente de una desaprobación moral colectiva frente a una conducta puede disminuir su frecuencia (Boyd y Richerson 1992). El límite del public shaming se halla en la reacción de los opositores, quienes, si se organizan, podrían responder. En todo caso, las redes sociales son una herramienta idónea para organizar de forma casi instantánea un public shaming sobre un comportamiento percibido como no deseado (Dean y Aune 2015). Por lo tanto, su uso intensivo es un medio sin igual para que los grupos activistas organizados y lo suficientemente grandes transformen las normas morales (Rost, Stahel y Frey 2016). Además, en el caso específico de Francia, hay un mecanismo de denuncia de contenidos susceptibles de infringir la ley, lo cual disminuye el costo moral de tal maniobra y, a su vez, aumenta las probabilidades de éxito cuando el objetivo es la supresión y la sanción del comentario en cuestión.

La integración del movimiento feminista en los clivajes del internet político

23 Sin embargo, las acciones de las feministas que buscan proscribir los comentarios sexistas en las redes sociales se dirigen a los servicios de moderación de aquellas redes. Todas ofrecen modos de denuncia de contenidos, cuyas reglas son diferentes y evolucionan en función de los reclamos de sus usuarios. Además, recientemente se han realizado campañas sobre el acoso en línea contra la mujer, incluso por parte de ONU Mujeres (2015). [7] Finalmente, Twitter anunció la creación de un Trust and Safety Council (Consejo de Confianza y Seguridad), compuesto por organizaciones de protección de los menores y también asociaciones feministas, antirracistas, una asociación de defensa de la libertad de prensa, y otras que buscan, por ejemplo, limitar los «discursos peligrosos». [8] Estas medidas fueron a su vez criticadas, sobre todo con el argumento de la libertad de expresión. De hecho, una de las consecuencias de la democratización de internet es el cambio en la percepción de lo que es el espacio público (Cardon 2010). Estas transformaciones del espacio público están en curso, y sus consecuencias todavía no son enteramente evidentes. Ahora, si bien el ideal de la libertad de expresión formaba parte de los principios fundamentales de internet, aún es delicado conciliar la ampliación del espacio público con las normas jurídicas y con las representaciones heredadas de épocas previas. Las plataformas de las redes sociales, si bien organizan la visibilidad y la accesibilidad de ciertos comentarios y muestran ser herramientas bastante presentes en los debates de interés público, siguen siendo estructuras privadas que se reservan el derecho de establecer reglas que, si se infringen, pueden conllevar una expulsión. Por otro lado, las asociaciones activistas frecuentemente denuncian a estas estructuras por fomentar las agresiones verbales que se producen en sus canales de comunicación. «Ahora son los usuarios quienes definen la frontera, elástica y movediza, de lo público y lo privado» (Cardon 2010, 36). Esto explica por qué ciertos conflictos pueden aparecer cuando se trazan las fronteras según los ideales e intereses contradictorios de los mismos usuarios, así como de los «gigantes de la web». Además, si el feminismo forma parte de las divisiones que dan forma a la web, también contribuye a la transformación del entorno en el que se desarrolla.

El reciente aumento del interés público por el feminismo

24 Si las hipótesis planteadas son correctas, el feminismo en línea es el resultado de la adaptación de los y las militantes a un nuevo entorno cognitivo. Esta renovación de ideas y prácticas podría contribuir a la aparición de una nueva ola feminista si es que se adapta a las exigencias del medio social: tal configuración se manifestaría particularmente por un aumento cuantitativo de la participación feminista en línea. La conclusión es unánime: el activismo feminista está en aumento (Dean y Aune 2015; Rampton 2015; Cochrane 2013; Munro 2013; Redfern y Aune 2013). Para empezar, las cifras del Pew Research Center, mostradas líneas arriba, señalan que las mujeres jóvenes a las que se dirigen los activistas feministas tienen un papel preponderante en internet y las redes sociales. Un estudio británico muestra que la edad promedio de los y las militantes feministas es de 27 años y que el 70 por ciento entre ellas piensa que el uso de internet ha sido crucial para el movimiento (Redfern y Aune 2013). Cabe recordar hasta qué punto internet, con la reducción de los costos organizacionales, de la participación y la difusión de ideas, ha permitido a un cierto número de personas, aisladas geográfica y socialmente, mostrar su apoyo al movimiento (Valenti y Martin 2013). Y es cierto que el apoyo o la participación pueden expresarse de muchas maneras y en distintos grados. Hablamos aquí de una «cooperación débil», que se define como un abanico de comportamientos que van desde la firma de una petición en internet hasta poner un «Me gusta» en una página de Facebook o compartir un tuit; todas estas son maneras de incluir un público a veces pobre en capital cultural (Cardon 2010). Esta forma de politización puede parecer débil o incluso ser objeto de burla por ser insuficiente o cómoda (algunos hablan de un «slacktivism» o activismo de salón), pero esto no impide que, de cierta manera, ayude a incluir a poblaciones con un potencial de participación limitado.

25 Además, observamos un aumento importante del número de usuarios que siguen páginas feministas (Jouët, Niemeyer y Pavard 2017). La estrategia de uso de las posibilidades ofrecidas por las redes sociales para difundir ideas feministas parece funcionar, incluso si a veces se la relaciona con eventos fuera de línea. El reciente ejemplo de las movilizaciones en línea tras el caso Weinstein pone de manifiesto la interpenetración de los retos en línea y fuera de línea. Más aún, nos podríamos preguntar en qué medida la aparición y la mediatización de los hashtags #metoo y #balancetonporc dependen de una estructura de oportunidades políticas favorable a tomar en cuenta las problemáticas de las relaciones de género. El interés dado a esos temas por parte de los usuarios y de los actores políticos es, pues, crucial para comprender el papel del terreno en el cual se apoya la mediatización.

Un incremento del interés por el feminismo entre los internautas

26 Google Trends permite medir la evolución del interés relativo que los usuarios tienen en ciertas palabras clave. Para ello, la herramienta fija un índice de 100, que corresponde al interés relativo máximo de al menos una de las palabras clave elegidas durante el período analizado, en proporción a todas las búsquedas en Google. Uno de los límites de este método es que no permite medir el volumen de búsquedas, sino que se centra en la evolución de una proporción normalizada; por ello, no debemos ignorar las variaciones de la cantidad total de búsquedas en internet que puedan afectar esta proporción. Asimismo, cambios importantes en el número de internautas pueden afectar la proporción de ciertos grupos sociales en el conjunto de los usuarios: los jóvenes, las clases populares, etc. Ahora bien, el perfil sociológico de los usuarios puede impactar sus intereses de búsqueda. En cualquier caso, un mayor interés por el feminismo en el espacio público se traducirá en un aumento progresivo del interés relativo entre los usuarios por temas vinculados al movimiento, a pesar del aumento del número total de usuarios y búsquedas en Google. El año 2011 sería una fecha clave: se ha establecido como el inicio de la Cuarta Ola en el Reino Unido (Cochrane 2013).

27 Las palabras clave elegidas para medir un eventual aumento del interés relativo por el feminismo y temas populares relacionados son «feminismo» y «sexismo» (en Francia). En Google Trends, se eligió la opción «tema» para clasificar las palabras clave e incluir temáticas directamente relacionadas como «agresión sexista», «pensamiento feminista», «movimiento feminista», etc. Además, estos dos términos no fueron elegidos al azar. Cabe mencionar que, si bien las búsquedas del tema «feminismo» no prejuzgan de ninguna manera la conducta del usuario, aquellas del tema «sexismo» sugieren, por lo menos con la definición común del término [9], un interés por las dificultadas cotidianas vinculadas al género de las personas; y, por ende, una posible simpatía por los movimientos que buscan mitigar sus dificultades. Además, es un componente central de las movilizaciones feministas de los últimos años, sobre todo en internet, como se ha demostrado. Entonces, el aumento del interés por estos temas está posiblemente relacionado con una mayor visibilidad del feminismo, o de los temas que promueve en la esfera pública.

Gráfico 1:  Evolución del interés de los internautas por los temas «feminismo» y «sexismo» (Francia), 31 de enero de 2018

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Gráfico 1:  Evolución del interés de los internautas por los temas «feminismo» y «sexismo» (Francia), 31 de enero de 2018

28 En el gráfico observamos que, luego de un auge del término «feminismo» en marzo de 2004 (88 sobre 100 en marzo de 2017), hay una relativa caída en la aparición de los dos términos estudiados en las búsquedas en Google. Entonces, podemos plantear que hubo una disminución del interés relativo por estas cuestiones, lo cual correspondería al estancamiento progresivo de la Tercera Ola, que en Francia se remonta a la mitad de la década de los noventa y a finales de la década de dos mil. Sin embargo, es difícil «enterrar» una ola en el sentido de que siempre habrá movimientos feministas con objetivos e ideas asociados a las olas previas y que las nuevas olas intentarán integrar y reusar (Baumgardner 2011). Cabe mencionar que la particular caída que observamos entre 2006 y 2007 se correlaciona con el aumento en el número de usuarios franceses más grande de la historia, que se produjo durante este período (Banco Mundial 2016). Este suceso probablemente diversificó y popularizó al público, así como sus intereses. Esto pudo influenciar el declive observado. No obstante, además de este caso, la disminución relativa continua de la búsqueda de estas palabras (inclusive entre 2004 y 2005) no corresponde al anormal aumento en el número de usuarios. En la época del caso DSK en mayo de 2011, el gráfico muestra un aumento en las búsquedas del tema «feminismo», lo cual sugiere que el evento, y las consecuentes intervenciones feministas, generaron un interés por el movimiento entre los usuarios. Más adelante, el gráfico muestra un aumento progresivo del interés relativo por los temas seleccionados. Sin embargo, el brote de estas tendencias luego del caso DSK y su pico asociado no significa necesariamente que esta polémica sea la causa o el principal desencadenante del aumento de interés. Las alzas recurrentes que observamos en marzo podrían deberse al Día Internacional de la Mujer, el cual motiva al público a informarse sobre estos temas durante ese período. En todo caso, el gráfico parece confirmar un aumento del interés por parte los usuarios franceses por las cuestiones relacionadas con el feminismo y el sexismo. Finalmente, en lo que respecta al caso Weinstein y las consecuentes movilizaciones (sobre todo en línea), por el momento es difícil determinar su influencia en los intereses de los usuarios. En efecto, el mes de octubre de 2017 coincide con un fuerte incremento de las búsquedas sobre los temas seleccionados; en particular por el tema «feminismo», que alcanza un índice de 82 frente a 49 en septiembre. No obstante, los dos temas ya han alcanzado un número de resultados más elevado en otros períodos. En cambio, es muy probable que los temas de búsqueda como «acoso sexual» hayan alcanzado un pico en ese momento, pero la comprobación de esta hipótesis va más allá del marco de nuestra investigación.

29 Además, el feminismo en línea y el feminismo fuera de línea no son mutuamente excluyentes, y podemos suponer que se refuerzan mutuamente. Efectivamente, internet es una tecnología que existe en el espacio público. Asimismo, las ideas más visibles o debatidas en los medios de comunicación y en la vida política también lo pueden ser en internet, como sugieren los estudios realizados en Twitter (Rieder y Smyrnaios 2012).

El aumento del interés de los actores políticos por el feminismo y los temas que promueve

30 Entonces, podemos observar un aumento del interés por el feminismo y sus temas relacionados al analizar los cambios en la actividad de los miembros de instituciones políticas, en la línea de los especialistas de la estructura de las oportunidades políticas. El interés por un tema por parte de los actores políticos puede expresarse o incluso anticipar cambios en la opinión pública (Costain 1992). Además, es posible que un fuerte interés de los diputados o los miembros del gobierno por el feminismo y sus temas relacionados se exprese en un apoyo al movimiento por parte de las instituciones. De cualquier forma, esto muestra la importancia del tema en el debate público. En efecto, es imposible no tener en cuenta la influencia de las instituciones en la recepción y la capacidad de movilización de un movimiento social (Tarrow y Tilly 2015). En este punto, la labor parlamentaria es especialmente reveladora (Costain 1992).

31 Por lo tanto, hemos compilado un cierto número de datos del sitio web de la Asamblea Nacional para determinar si podemos percibir un cambio en cuestiones relativas al feminismo y al sexismo por parte de los diputados. Hemos escogido los mismos términos, pues son muy específicos y su uso refleja una intención más precisa que la simple mención de «derechos de la mujer» o de «igualdad entre hombres y mujeres» (especialmente cuando una delegación y un ministerio utilizan o han utilizado esta etiqueta, lo cual puede distorsionar los resultados de búsqueda).

Gráfico 2: Documentos parlamentarios (todas las categorías) indexados por la Asamblea Nacional que incluyen los términos «sexismo» o «feminismo» en el texto, organizados por año (30 de enero de 2018)

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Gráfico 2: Documentos parlamentarios (todas las categorías) indexados por la Asamblea Nacional que incluyen los términos «sexismo» o «feminismo» en el texto, organizados por año (30 de enero de 2018)

32 El gráfico 2 registra el número de documentos parlamentarios (todas las categorías) publicados anualmente y que contienen los términos «sexismo» o «feminismo». Además, muestra hasta qué punto ha aumentado la mención de estos términos en los últimos años, sobre todo a partir de 2009. Entonces, el fenómeno no puede atribuirse únicamente a la XIV legislatura de la Quinta República francesa, con una mayoría perteneciente al Parti socialiste (PS – Partido Socialista). Además, aun cuando la creación de la delegación parlamentaria por los derechos de la mujer en 1999 pudo ayudar a promover los temas vinculados a la igualdad de género, la fecha no parece indicar un cambio en lo que respecta al número de documentos parlamentarios que contuviesen los términos «sexismo» o «feminismo». La creación del Consejo Superior para la Igualdad entre hombres y mujeres en 2013 también pudo desempeñar un papel en la promoción de estos temas entre los actores políticos. Sin embargo, hay que admitir que tal instancia jamás habría sido creada si la igualdad de género no se considerase un tema importante. Igualmente, estas instituciones organizan eventos, como el coloquio «Qui sont les nouvelles féministes?» (¿Quiénes son las nuevas feministas?), propuesto por la Delegación para los Derechos de la Mujer de la Asamblea Nacional el 7 de marzo de 2017.

Gráfico 3: Número de preguntas al gobierno realizadas en la Asamblea Nacional (escritas u orales, eliminadas o no, con o sin respuesta), y que incluyen los términos «sexismo» o «feminismo» en el texto, organizadas por año (31 de enero de 2018)

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Gráfico 3: Número de preguntas al gobierno realizadas en la Asamblea Nacional (escritas u orales, eliminadas o no, con o sin respuesta), y que incluyen los términos «sexismo» o «feminismo» en el texto, organizadas por año (31 de enero de 2018)

33 Más concretamente, nos hemos concentrado en las preguntas al gobierno planteadas en la Asamblea Nacional. Después de haber filtrado las repeticiones (algunas preguntas idénticas se realizan el mismo día por varios diputados, lo cual distorsiona los resultados), aparecen tendencias similares a las observadas anteriormente: el interés por los dos términos aumenta significativamente a partir de 2010, luego de ser bastante débil a partir del año 2005. La elección de preguntas al gobierno no es aleatoria: es el acto parlamentario con una mayor cobertura mediática y, en consecuencia, el que más puede influir en (y reflejar los cambios de) la opinión pública. Cabe notar que, durante la XIV legislatura, las preguntas que incluyen el término «feminismo» vienen, en su mayoría, del grupo Union pour un mouvement populaire (UMP – Unión por un Movimiento Popular) y de distintos grupos de derecha, en particular para criticar las políticas gubernamentales con un supuesto sesgo ideológico o para favorecer un movimiento social. En cuanto a las menciones del término «sexismo», estas provienen, en su mayoría, del grupo socialista desde 2007, que apunta a objetivar el sexismo y a transformarlo en un tema político legítimo.

34 Por ende, el feminismo parece haber generado un mayor interés público desde hace algunos años, lo cual es un indicio de la aparición de una Cuarta Ola. Desde un punto de vista cuantitativo, podemos declarar que el feminismo en línea está en pleno crecimiento, y esto no excluye un auge del feminismo fuera de línea, como lo demuestra la importancia creciente de los temas seleccionados en la labor parlamentaria, pero también acontecimientos como la creación de ONU Mujeres en julio de 2010, el discurso tan difundido de Emma Watson en 2014 [10] o incluso los debates generados por las movilizaciones relacionadas con el caso Weinstein. Estos elementos esbozan una estructura de oportunidades políticas que facilita el desarrollo del movimiento feminista; sin embargo, su análisis escapa al marco de nuestro estudio.

Conclusión

35 La configuración de los espacios de la web 2.0 ha resultado en el desarrollo del feminismo en línea y la transformación de las prácticas activistas. Estos van en paralelo a un aumento del interés por las cuestiones feministas en el espacio público. Si estas observaciones no son suficientes para confirmar la hipótesis de la aparición de una Cuarta Ola del feminismo, cabe recordar que dos de los criterios que constituyen una ola feminista se encuentran en el marco de esta investigación. La fuerte mediatización del caso Weinstein y la amplitud de las movilizaciones, sobre todo en línea, que le siguieron, también muestran la relevancia de estos criterios para comprender el fenómeno estudiado.

36 Del punto de vista de las ideas y las prácticas, hay varios elementos que están transformando el feminismo y que están vinculados a restricciones específicas de la estructuración del mercado cognitivo en internet. El feminismo se difunde principalmente en las redes sociales, y los regímenes de visibilidad que las caracterizan tienen una importante influencia en la forma del activismo. En efecto, estos regímenes de visibilidad facilitan la organización de prácticas de public shaming extremadamente reactivas y organizadas, lo cual otorga una gran capacidad de influencia de las normas morales a los movimientos feministas. Asimismo, la persecución y la denuncia del sexismo y de la misoginia en las interacciones cotidianas (y particularmente en internet) suelen considerarse como elementos esenciales del renacimiento feminista actual (Munro 2013). Estas prácticas están vinculadas a una call-out culture que se desarrolló en paralelo a la promoción de una lectura interseccional de las relaciones sociales de dominación. Esta call-out culture fomenta una politización selectiva del comportamiento, necesaria para la práctica extendida del public shaming. Finalmente, el hecho de que el feminismo en línea se practique, por definición, en internet, lo integra necesariamente en los clivajes que separan a los usuarios de esta tecnología. Así, las feministas participan en el debate sobre la libertad de expresión en la web de diversas maneras, ya sea mediante la prevención del acoso en línea (ONU Mujeres 2015), la denuncia de comentarios sexistas o la lucha contra los comentarios antifeministas (Langevin 2008).

37 El aumento del interés público por el feminismo parece confirmarse; depende en parte, al menos en cuanto a los actores políticos, de una estructura de oportunidades políticas favorable. Si bien el análisis de esta estructura va más allá del marco de este estudio, podría mejorar la comprensión de los mecanismos que favorecen el apogeo del feminismo (Costain 1992; Revillard 2007; Tarrow y Tilly 2015). Esto requiere, sobre todo, un análisis más cualitativo de la actividad de los actores políticos, o incluso del feminismo de Estado.

38 Otro aspecto no explorado en este estudio es el de la gran permeabilidad entre los espacios públicos y mediáticos tradicionales e internet. Esto también es importante en la medida en que permitirá mejorar la comprensión de la relación entre el progreso del feminismo en línea y la visibilidad de sus argumentos en el espacio público, así como la manera en la que las creencias adoptadas en internet se manifiestan fuera.

39 Finalmente, aún queda por explorar el tema de los elementos estructurales (más allá de la democratización de internet y las redes sociales) que permitieron la emergencia de esta ola. Esto puede realizarse si se pone a prueba la hipótesis de la renovación generacional. Esta noción de generación es crucial pues motiva a la reflexión sobre las condiciones materiales y culturales que pueden afectar la manera en la que los más jóvenes perciben la política.

Notes

  • [1]
    N. del T.: traducción propia. Salvo que se indique el traductor en la lista de referencias bibliográficas, todas las citas textuales del artículo lo son.
  • [2]
    Entendido como la mayor capacidad de un pequeño grupo organizado de alcanzar sus objetivos, en relación con las dificultades encontradas por un grupo más grande para cumplir el mismo objetivo.
  • [3]
    A pesar de haber sido revisada y ampliada, esta tipología teórica sigue empleándose para distinguir las doctrinas feministas.
  • [4]
    Para algunos, el hecho de que la persona esté más predispuesta a divulgar información compartida por sus contactos cercanos no quita que la mayoría de la información consultada y compartida en Facebook provenga de individuos menos cercanos al individuo (Bakshy, Messing y Adamic 2015).
  • [5]
  • [6]
    Hay casos extremos como el doxing, que consiste en publicar en internet información privada de un individuo.
  • [7]
    Para una visión menos partidaria de la dimensión de género en el acoso en línea, ver el artículo de Maeve Duggan de 2017 para el Pew Research Center titulado «Online harassment» disponible en http://www.pewinternet.org/2017/07/11/online-harassment-2017/. Acceso el 29 de marzo de 2022.
  • [8]
  • [9]
    Según la RAE, el sexismo es la «discriminación de las personas por razón de sexo». https://dle.rae.es/sexismo. Acceso el 21 de abril de 2022.
  • [10]
    Durante la campaña «He for She», que recibió un apoyo considerable en Twitter.
Español

Este artículo sostiene que la mediatización de los hashtags #metoo y #balancetonporc, a través de los cuales el público pudo descubrir la fuerza de las movilizaciones feministas en línea, es una manifestación del reciente surgimiento de una cuarta ola feminista. Para ello, el estudio adopta una definición empírica del término «ola», que permite atestiguar su existencia según tres criterios cuantificables, dos de los cuales se prueban y validan. El primer criterio requiere la observación de un mayor interés público en los temas relacionados con el feminismo o las relaciones de género, y se verifica tanto en términos de los intereses de investigación de los internautas como de los temas debatidos en la Asamblea Nacional. El segundo criterio exige demostrar una reconfiguración de las ideas y/o prácticas militantes. En este punto se examina el papel de la democratización de las redes sociales, de la reestructuración que provocan en el mercado cognitivo y del régimen de visibilidad panóptica que las caracteriza.

  • feminismo en línea
  • cuarta ola feminista
  • redes sociales
  • movilizaciones en línea
  • Twitter
  • Facebook
  • movimientos sociales
  • renovación feminista

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David Bertrand
Université de Bordeaux (Universidad de Burdeos), Institut de recherche Montesquieu (IRM-CMRP – Instituto de Investigación Montesquieu)
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Subido a Cairn Mundo el 08/07/2022
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