CAIRN-MUNDO.INFO : Mundo Plural

1 Como mencionó Foucault (quien no siempre criticó a Freud), la teoría de Freud se distinguió de las teorías de la degeneración. Esto, en la época de los Krafft-Ebing, los Kraepelin y los Morel, sobre todo con la invención de la sexualidad infantil, era verdaderamente subversivo. ¿Dónde está este acto subversivo hoy en día? ¿La subversión de ese acto puede extenderse a nuestras prácticas de hoy?

2 Los dos «pilares» de la civilización que Freud consideraba como los dos grandes enigmas de la vida psíquica, la muerte y la sexualidad, así como las prácticas corporales relacionadas, siguen haciendo escándalo. Desde el siglo XVIII, la sexualidad y sus prácticas, «este oscuro objeto de deseo», se han convertido en objeto de estudio científico (médico, psiquiátrico, legal, político), donde el sujeto es objetivado como base del conocimiento. Entonces, se trata de «decir la verdad» sobre la sexualidad y, como escribe Foucault: «la sexualidad, más que algo específico del individuo, que ha sido arrojado fuera de sí, es constitutiva de ese lazo que obliga a la gente a anudarse con su identidad bajo la forma de la subjetividad». [1] Por consiguiente, se trata de saber la verdad sobre el sexo, y la sexualidad se convierte en un objeto de estudio específico para el poder y se basa en discursos de «veredicción», según el término de Michel Foucault.

3

Somos nuestra sexualidad, o eso es lo que nos han dicho una y otra vez —escribe Arnold Davidson—. En cierto sentido, no cabe duda de que se trata de algo evidente; no podemos pensarnos ni pensar nuestra identidad psicológica más fundamental sin pensar en nuestra sexualidad, en ese estrato profundo y en ocasiones secreto de nuestros deseos que pone de manifiesto el tipo de individuo que somos. Y el «triunfo» de las ciencias humanas radica precisamente en que han sacado a la luz, con toda la fuerza de los conceptos científicos, el papel de la sexualidad en la formación de nuestra personalidad, su lugar privilegiado en el corazón de nuestra vida psíquica. [2]

4 Y Davidson, citando a Antoni Tàpies, añade:

5

Hay que provocar un movimiento «que irrita y, a la vez, puede hacer reflexionar mucho a todos los “bienpensados” que se creen en posesión de la verdad». […] Y, si somos afortunados, no será un efecto menor de este trabajo esa fricción que nos permitirá establecer «una relación nueva y extraña» con nosotros mismos. [3]

6 ¿Por qué es importante la cuestión de la sexualidad en la construcción identitaria? ¿Sigue siendo importante? ¿Cómo puede la imagen del cuerpo determinar la construcción de una identidad sexual? ¿La construcción de un cuerpo escapa de las representaciones de su tiempo?

«La duda visual»

7 Para entender estos aspectos, quiero comenzar con un suceso contemporáneo que causó gran revuelo en el mundo deportivo: la desventura de Caster Semenya, atleta sudafricana. El asunto causó escándalo durante el Campeonato Mundial de Atletismo en agosto de 2009 en Berlín. Los expertos se preguntaban sobre el «verdadero sexo» de la atleta sudafricana, quien había ganado la final femenina de 800 metros. Caster Semenya tuvo que someterse a varios análisis sanguíneos y cromosómicos, exámenes médicos, pruebas ginecológicas y entrevistas psicológicas. Según el diario The Sydney Morning Herald Tribune, la campeona del mundo de 800 metros era hermafrodita. El diario australiano explica que los exámenes ordenados por la Federación Internacional de Atletismo «probaban» que Semenya poseía, a la vez, genitales femeninos y masculinos. Los informes médicos indicaban que la joven sudafricana no tenía ovarios; al contrario, tenía testículos internos que secretaban testosterona y, por lo tanto, le daban una ventaja frente a sus competidoras. En la sección de deportes de varios diarios, leemos que:

8

Pierre Weiss, secretario general de la Federación Internacional de Atletismo, precisó que los médicos actualmente realizan «pruebas de feminidad» en Alemania y en Sudáfrica, con resultados entre dos a tres semanas. «Sí, ella estará presente en la entrega de medallas», dijo Pierre Weiss […]. «Sería totalmente injusto excluirla. No hay pruebas de que no sea una mujer, solamente hay una duda visual [el subrayado es mío]». No es suficiente como para eliminar a la atleta. [4]

9 La atleta misma nunca fue entrevistada; el presidente de la federación actúa como su portavoz. Entonces, la «duda visual» quitó la voz a la joven. Aquí otro fragmento de Le Monde del 20 de agosto de 2009:

10

Es la desconocida de los 800 metros, la invitada inesperada en el escalón más alto del podio. El miércoles 19 de agosto, una impensable [el subrayado es mío] chica de dieciocho años ha planeado sobre la pista azul del Campeonato Mundial de Berlín. La sudafricana Caster Semenya se llevó el oro en 1’55”45, el mejor récord mundial del año. La superdotada joven venció a la poseedora del título, quien llegó dos segundos después. ¿Un prodigio? Con su aspecto adolescente, su voz calurosa, su vello, sus increíbles músculos (comparados al físico flacucho de sus rivales) y su andar lleno de gracia… masculina [sic], Caster Semenya crea confusión sobre su feminidad. ¿Y si la medallista dorada fuera un hombre? ¿O un hermafrodita? Esta seria cuestión es el tema de investigación de la Federación sudafricana y de la Federación Internacional de Atletismo.

11 En la década de los sesenta, las deportistas de Europa del Este, quienes habían usado testosterona, llevaron a la Federación Internacional de Atletismo a realizar pruebas de feminidad a través de la saliva. En 1992, la IAAF decidió detener esas pruebas. «No eran seguras al 100 por ciento», subrayó Weiss. En esa época, una española fue descalificada de las pruebas de atletismo pues las pruebas de la IAAF revelaron que era un hombre. Exámenes posteriores probaron que la atleta era de sexo femenino.

12 En cuanto a la Federación sudafricana, y según lo que pude leer en la prensa respecto a este evento, se considera que las cosas fueron demasiado lejos con mucha rapidez. Leonard Chuene, presidente de la federación de atletismo, se enfurece y defiende a su joven protegida:

13

Desgraciadamente, los medios de comunicación han generado mucha presión. Sin embargo, continuamos apoyándola porque pensamos que no ha cometido un acto criminal. No ha consumido ninguna sustancia para mejorar su rendimiento. No es una criminal. No puede cometer un crimen a causa de su físico o forma de ser. Jamás he visto a una persona señalada debido a su apariencia o comportamiento natural. Está en la cima del mundo. Es joven y la apoyamos. Queremos que sienta que no ha hecho nada mal. El país está contento con ella. Nos sentimos orgullosos de ella. Debe estar contenta de su desempeño. [5]

14 Con este suceso, que podría haber quedado en lo anecdótico, una joven se ve privada de su propia voz. Debido a una «duda visual» de sus características sexuales secundarias (musculatura, vello), se le asigna un cuerpo que no es el suyo. Este evento remite al caso de la india Santhi Soundarajan. Esta atleta perdió su medalla de plata de 800 metros, que ganó en los Juegos asiáticos de Doha (Qatar) en 2006, luego de reprobar las «pruebas de feminidad». Como muestra de la moderación que los organismos internacionales deberán tener con respecto a Caster Semenya, Santhi Soundarajan intentó suicidarse posteriormente.

15 Un desempeño corporal «fuera de lo normal» y una «duda visual» respecto a un cuerpo de mujer que escapa las representaciones normadas y de género desencadenan un sinnúmero de pruebas médico-psicológicas, llamadas «pruebas de feminidad», que solo tienen como objetivo crear correspondencias entre las representaciones del cuerpo, de la identidad sexual y del género.

16 Me interesó este evento cuando estudiaba el texto El sexo verdadero de Foucault, su comentario sobre las memorias de Herculine Barbin. Estas correspondencias son precisamente lo que me interesó. En El nacimiento de la clínica, Michel Foucault muestra la construcción histórica de la medicina moderna. Para Foucault, la medicina moderna nació del establecimiento de la «mirada médica». «La mirada que ve es una mirada que domina». [6] Esta mirada, según él, ya mira un objeto constituido a partir de una norma. El enfermo es «el objeto de la mirada» y el médico es «el sujeto de la mirada», y la institución tiene el deber de legitimar socialmente el mecanismo y la relación entre el sujeto que observa y el objeto observado. Se trata, como señala Foucault, no de saber qué es el poder, sino cómo se ejerce y qué categorías de sujeto organiza, con cuáles valores, intereses y estrategias. Así lo explica en La voluntad de saber:

17

Esta forma de poder exige presencias constantes, atentas, también curiosas […]; requiere un intercambio de discursos, a través de preguntas que arrancan confesiones y de confidencias que desbordan los interrogatorios […] La medicalización de lo insólito [sexual] es, a un tiempo, el efecto y el instrumento de todo ello. […] El poder que, así, toma a su cargo a la sexualidad, se impone el deber de rozar los cuerpos; los acaricia con la mirada; intensifica sus regiones; electriza superficies; dramatiza momentos turbados. [7]

18 Para poner en perspectiva «la medicalización de lo insólito sexual», quisiera abordar las memorias de Herculine Barbin, del siglo XIX, a la luz de lo observado en la historia de Caster Semenya. Como escribe Foucault en El orden del discurso: «Es necesario concebir el discurso como una violencia que se ejerce sobre las cosas, en todo caso como una práctica que les imponemos». [8]

19 Las memorias de Herculine Barbin fueron encontradas por Ambroise Tardieu, conocido médico forense de su época y ya famoso por su obra Les attentats aux mœurs [Los delitos contra la honestidad]. [9] En ese libro, una verdadera guía anatómica descriptiva, Tardieu identifica una práctica frecuente de la felación (práctica muy censurada) a partir de la forma de la boca de un individuo. El médico va de la mano con el juez. Potencialmente, el sexo es el motor del crimen. «En todo caso, los signos físicos son excelentes medios de investigación de la justicia». [10]

20 Ambroise Tardieu inventa un cuerpo en función de la sensibilidad de su época y, como escribe Georges Vigarello en la introducción al libro:

21

Debemos insistir en esa anatomía «imaginada». Se basa más en la necesidad de juzgar que de mostrar, pero presenta un problema más amplio que el de registrar las heridas o las sospechas de la víctima. Responde a la intención de identificar a los individuos […]. Una manera de ayudar a desenmascarar a los sujetos sospechosos […] Se trata de una expectativa social, una inquietud que va más allá de los efectos de la agresión, una obsesión generada como nunca en la sociedad del siglo XIX y con el abandono del antiguo orden: identificar mejor a los individuos «indistintos» debido a la evanescencia de las condiciones, ubicarlos mejor, vigilarlos mejor. El cuerpo «desnudo» se vuelve un punto de referencia siempre observado, sometido a la astucia del médico forense ya que la vestimenta no es suficiente para mostrar el origen ni la condición social de cada individuo. [11]

22 Empieza la era de sospechas sobre las prácticas sexuales que se identifican mediante las formas y las conformaciones del cuerpo.

23 En 1874, el médico Ambroise Tardieu publicó una obra científica titulada Question médico-légale de l’identité dans ses rapports avec les vices de conformation des organes sexuels [Cuestión forense de la identidad en relación con los defectos de conformación de los órganos sexuales], que incluye un manuscrito descubierto en 1868, en un ático del Barrio Latino en París. Junto a ese manuscrito se encontró el cadáver de Abel Barbin, de veintiocho años, quien acababa de suicidarse. Abel nació con el nombre de Adélaïde Herculine Barbin (Alexina para los más cercanos) y fue rebautizada(o) a los veintiún años, luego de que un tribunal la/lo declarara de sexo masculino. Esta decisión administrativa toma en consideración la «clara predominancia del sexo masculino» de Abel desde un punto de vista fisiológico. En 1868, este «joven hombre», quien trabajaba en una empresa ferroviaria, le da fin a su vida mediante la asfixia por monóxido de carbono. Deja una carta a su madre sobre la mesa, así como un manuscrito titulado Mes souvenirs [Mis recuerdos], [12] en el cual cuenta su vida solitaria y miserable. El forense encargado de realizar el certificado de defunción examina el cadáver y ausculta los órganos genitales para descartar que el individuo no tuviese alguna enfermedad que explique su suicidio. Durante el examen, el doctor Régnier se asombró al descubrir «un caso de hermafroditismo masculino de los más notables». [13] Ambroise Tardieu escribe:

24

El hecho extraordinario que me queda por referir proporciona efectivamente el ejemplo más cruel y doloroso de las consecuencias fatales que puede acarrear un error cometido desde el nacimiento en la constitución del estado civil. Se verá a la víctima de tal error, después de veinte años vistiendo la ropa de un sexo que no era el suyo, enfrentada a una pasión ignorada por ella misma, finalmente advertida por la explosión de sus sentidos, más tarde entregada a su sexo verdadero al mismo tiempo que al sentimiento real de su enfermedad, hasta aborrecer la vida, poniéndole fin con un suicidio.
Este pobre desgraciado, educado en un convento y en internados de señoritas hasta la edad de veintidós años, aprobado en los exámenes y provisto de un diploma de maestra, vio, tras las circunstancias más dramáticas y conmovedoras, su estado civil corregido por una decisión del tribunal de la Rochelle, y no pudo soportar la existencia miserable que su nuevo sexo incompleto le imponía. Ciertamente, en este caso, las apariencias del sexo femenino habían llegado muy lejos, pero, no obstante, la ciencia y la justicia se vieron obligadas a reconocer el error devolviendo a ese joven a su sexo verdadero […]
No dudo en publicarlas [las memorias de Herculine Barbin] casi enteras, no queriendo dejar pasar la doble y valiosa enseñanza que encierran, de una parte, desde el punto de vista de la influencia que ejerce sobre las facultades afectivas y las normas morales la malformación de los órganos sexuales, y, de otra, desde el punto de vista de la gravedad de las consecuencias individuales y sociales que puede tener una constatación errónea del sexo del niño que acaba de nacer. [14]

25 De esta manera, con el objetivo de hacer una demostración científica de los trágicos efectos de un error de asignación sexual y, sobre todo, para establecer una relación de causalidad «racional» y «científica» entre pertenencia sexual y atracción sexual, Tardieu publica Mis recuerdos de Herculine Barbin.

26 Herculine fue criada en instituciones religiosas, una niña como cualquier otra. Respecto a su reasignación de género, ella escribe: «Lo que había pasado no fue para mí una revelación, sino un tormento más en mi vida». [15] Por ende, lejos de ser una revelación que la liberase de un «mal» identitario, esta veredicción le causa mucho más sufrimiento que alivio. Foucault comenta:

27

Alexina escribió los recuerdos de esta vida una vez descubierta y establecida su nueva identidad. Su «verdadera» y «definitiva» identidad. Pero está claro que ella no habla desde el punto de vista de este sexo al fin encontrado o reencontrado. Quien habla, en definitiva, no es el hombre que intenta recordar la vida y las sensaciones de cuando no era todavía «él mismo». Cuando Alexina redacta sus memorias no se encuentra lejos del suicidio; ella sigue sintiéndose sin un sexo determinado, pero esta vez privada de las delicias que experimentaba al no tenerlo o, al menos, al no tener el mismo que aquéllas con las que vivía y a las que amaba y deseaba tanto. [16]

28 No obstante, Alexina tiene un «sexo determinado» cuando ama y cuando desea. Sin duda, Foucault pasa por alto algunos enunciados del texto de Alexina. Incluso luego de la reasignación de sexo por el Estado, Alexina emplea el género gramatical femenino en sus memorias. De hecho, Alexina, en el lenguaje que usa, en el cuerpo de sus escritos, ama como mujer y ama a las mujeres:

29

era generalmente querida [es ella quien subraya] por mis maestras y mis compañeras, y este afecto lo correspondía pero de una manera casi temerosa. Yo nací [née] para amar […] Intimé rápidamente con una encantadora joven llamada Thécla, un año mayor que yo. Ciertamente, nuestro físico no podía ser más opuesto exteriormente. Mi amiga era todo lo fresca y graciosa que yo no era. Se nos llamaba las inseparables y, en efecto, no nos perdíamos de vista ni un solo instante. [17]

30 Querida por sus compañeras. También son los deseos y los impulsos eróticos los que son sospechosos para el médico y el juez de la época. Alexina es asignada como hombre por la medicina porque es una mujer que desea a otra mujer. ¿A quién pertenece el cuerpo en ese contexto? ¿A la gramática del sujeto o a la subjetividad de una época? Para Tardieu y los sabios de la época: una mujer que ama y que desea a una mujer solo puede ser un hombre.

31 Entonces, Alexina mantiene una apasionada relación amorosa y sexual con la joven Sara: «En nuestros deliciosos tête-à-tête ella se complacía en otorgarme el calificativo masculino que más tarde se me impondría en el registro civil». [18] En el relato de sus juegos eróticos (su pareja la llama Camille durante sus momentos amorosos y sexuales) y de su pasión amorosa, compartida con su amiga Sara, Alexina desestabiliza la lengua, deshace y perturba la jerarquía del género, pasa del género masculino al femenino y lo hace con plena consciencia de ello. Es ella misma quien subraya los cambios de género gramatical.

32

Le pedí una noche a mi amiga que compartiera mi cama. Aceptó encantada. ¡Expresar la felicidad que sentí al tenerla a mi lado, sería imposible! ¡Estaba loca de alegría! Charlamos largamente antes de dormirnos, ¡yo con mis brazos alrededor de su cintura, y ella con su rostro reposando cerca del mío! ¡Dios mío! ¿He sido culpable? ¿Debo pues acusarme de un crimen? ¡No, no…! ¡El error no fue mío, sino el fruto de una fatalidad excepcional, a la que no podía resistirme! ¡Sara me pertenecía de ahora en adelante! ¡Ella era mía…! ¡Nos había unido precisamente aquello que en el orden natural de las cosas debía separarnos! ¡Quien pueda, que se haga una idea, si es posible, de la situación de las dos! [19]

33 «Loca de alegría» en el impulso erótico y pasional que la une a Sara, Alexina, al recordar el mundo en el que vive, lamenta y se inquieta por la situación de las dos. Criada como mujer, educada como mujer, «construida socialmente como mujer» si puedo decirlo, viviendo en una comunidad de mujeres, ella documenta los efectos catastróficos que la «verdad médica» de su sexo indeterminado provocó sobre su vida y su cuerpo. En esta situación, las prácticas sexuales solo se aprecian como la necesidad de tener un sexo verdadero y de hacer coincidir la pertenencia sexual con la atracción sexual. En términos médicos, Alexina es hermafrodita. Sin embargo, las conclusiones del informe médico afirman la «predominancia evidente del sexo masculino».

34

¿Qué concluiremos de estos hechos precedentes? ¿Es Alexina una mujer? Ella tiene una vulva, labios mayores, una uretra femenina […] Estos son atributos completamente femeninos: sí, pero Alexina no ha reglado jamás, todo el exterior de su cuerpo es el de un hombre, mis exploraciones no han podido encontrar la matriz. Sus gustos, sus inclinaciones, le atraen hacia las mujeres. Esas son las verdaderas señales del sexo. […] He aquí los verdaderos testimonios del sexo; podemos concluir y decir: Alexina es un hombre, hermafrodita sin duda, pero con predominancia evidente del sexo masculino. [20]

35 Por lo tanto, los verdaderos testigos del sexo son las inclinaciones que la atraen hacia las mujeres. El deseo erótico es lo incontrolable. Es lo que escribe Georges Canguilhem en su artículo La monstruosité et le monstrueux [La monstruosidad y lo monstruoso]: «Bajo una forma racionalizada, debilitada por lo tanto, encontramos ya aquí lo monstruoso en el origen de las monstruosidades». [21] El discurso racional de la ciencia médica suele demostrar cómo las conformaciones físicas anormales son un indicio de posibles monstruosidades en el ámbito social. Lo monstruoso carga con lo delictivo.

36 Entonces, como continúa Canguilhem, «en presencia de un pájaro de tres patas, ¿habría que asombrarse de que exista una de más o de que sea apenas una la que está de más?» [22]

37 ¿Y qué ocurrió cuando a Alexina le fue asignado su «sexo verdadero»? ¿Qué pasó cuando el discurso social y la sociedad intentaron acordar una conformación sexuada y un deseo sexual? Aquello que podría permitir a Abel amar a su amiga Sara, luego del cambio de nombre y de sexo en el estado civil de Herculine Barbin, sin necesidad de esconderse, sin sentir vergüenza o angustia, es el punto de quiebre hacia el suicidio. El «sexo verdadero» de Herculine, establecido por el discurso científico y social, su identidad sexual otorgada en su «veredicción» la/lo conducen al suicidio.

38 Ella escribe:

39

Ya estaba hecho. El estado civil me llevaba a formar parte de esa mitad del género humano llamada el sexo fuerte. ¡Yo, educado hasta los veintiún años en casas religiosas, en medio de tímidas compañeras, iba, como Aquiles, a dejar tras de mí todo un pasado delicioso, para entrar en lid únicamente armado de mi debilidad y de mi profunda inexperiencia de los hombres y las cosas! [23]

40 Joven mujer entre jóvenes y tímidas compañeras, se convierte en Aquiles el de la fragilidad negada.

41 Su pertenencia al universo masculino, pertenencia ahora marcada por enunciados en género masculino —mientras que Alexina había acostumbrado a sus lectores a una imprecisión de géneros, o resaltado el género femenino—, no construye una relación con su «auténtico sexo».

42 Son precisamente esos pasajes de sufrimiento los que Tardieu censura, dejando algunas páginas para no romper con el impulso de ese estilo de escritura que Foucault considera «un modo de vivir» y un tono de escritura que son maneras de ser en el mundo: «ese estilo elegante, afectado, alusivo, un poco enfático y anticuado que constituía para los internados de entonces no solo una manera de escribir, sino un modo de vivir». [24] Por ello Alexina puede escribir:

43

Esta lucha incesante de la naturaleza contra la razón me agota cada día más y me conduce con grandes zancadas hacia la tumba. […] Cuando llegue ese día, algunos médicos harán un poco de ruido alrededor de mis despojos, destrozarán todos los resortes extinguidos, traerán nuevas luces, analizarán todos los misteriosos sufrimientos agolpados en un único ser. ¡Oh, príncipes de la ciencia, químicos preclaros, cuyos nombres resuenan en el mundo, analizad pues, si es posible, todos los dolores que me han abrasado, que han devorado este corazón hasta sus últimas fibras; todas esas lágrimas ardientes que lo han ahogado, que lo han sofocado bajo opresiones salvajes! [25]

44 Entonces, Alexina tenía razón en decir que se convertiría en objeto de la mirada y del lenguaje de la ciencia, pero no (como ella dice) para «analizar todos los dolores que me han abrasado, que han devorado este corazón hasta sus últimas fibras», sino para abrir, disecar, echar una mirada experta a la realidad de un cuerpo: los médicos intentaron alcanzar «el ideal de una descripción exhaustiva». Esta búsqueda de una imagen, este deseo de ver ha sido tan estudiado que Félix Nadar, fotógrafo de la época, tomó imágenes de hermafroditas. Algunas de estas fotos serían el retrato de Herculine Barbin. [26] Este deseo de exactitud de descripción de lo real se basa en la idea que, como escribe Foucault, «todo lo visible es enunciable y es íntegramente visible porque es íntegramente enunciable». [27]

45 La medicina corrige el error cometido con el sujeto, y Tardieu y sus sabios colegas nunca cuestionaron la justificación del acto de reasignación sexual de Herculine. Como escribe Canguilhem:

46

Lo característico de una falsa ciencia es no encontrarse jamás con lo falso, no tener que renunciar a nada, no tener que cambiar nunca de lenguaje. Para una falsa ciencia, no hay estado pre científico. El discurso de la falsa ciencia no puede recibir desmentidas. En síntesis, la falsa ciencia no tiene historia. [28]

47 Eso que elimina Tardieu es justamente la historia y el relato de los sufrimientos de Abel, ex-Alexina; silencia sus palabras y su relato luego del cambio de estado civil. No le interesa la historia del sujeto. Aquí, solo existe la enfermedad y exige las sabias palabras del médico.

48 Podemos ver entonces que, en este contexto, la sexualidad y las prácticas sexuales son el objeto y el desafío de un discurso científico que determina la identidad de un sujeto: todo ocurre como si la verdad del sujeto pudiese reducirse a su identidad sexual. Según Foucault, con la sexualidad y su mecanismo discursivo, el sujeto ahora es un «hombre psicológico». Entonces, «¿verdaderamente tenemos necesidad de un sexo verdadero?». Esa es la pregunta algo provocadora que plantea el filósofo en su introducción a la edición de Herculine Barbin, llamada Alexina B. [29]

49 ¿La verdad no está al servicio de una categorización del yo que el sujeto interioriza por sí mismo para ser identificado, reconocido en la mirada del otro? La sexualidad fue uno de los campos sometidos a ese régimen de veredicción para la construcción de la identidad y la personalidad de un sujeto. La medicina moderna forma parte de ese campo de veredicción.

50 La duda visual de Caster Semenya o la duda sexual de Alexina hacen vacilar un discurso científico que busca ser «la verdad del sexo». La normalización de un cuerpo pasa por el reconocimiento visible de la pertenencia a un sexo y a un único sexo.

51 Michel Foucault dice: «Se ha tardado mucho en postular que un hermafrodita debía tener un sexo, uno sólo, uno verdadero». Explica que, en la Edad Media, el padre o el padrino (o aquellos que “nombraban” al niño) tenían el papel de establecer, durante el bautizo, el sexo que se mantendría. Luego, a partir del siglo XVIII,

52

las teorías biológicas sobre la sexualidad […] han conducido paulatinamente a rechazar la idea de una mezcla de los dos sexos en un solo cuerpo y a restringir, en consecuencia, la libre elección de los sujetos dudosos. En adelante, a cada uno un sexo y uno solo. A cada uno su identidad sexual primera, profunda, determinada y determinante. [30]

53 Desde un punto de vista médico, se trata de descifrar cuál es el verdadero sexo que se esconde bajo las apariencias. Y Foucault comenta:

54

Sé bien que la medicina de los siglos XIX y XX ha corregido muchos aspectos de este simplismo reductor […] Sin embargo, la idea de que, al fin y al cabo, se debe tener un sexo verdadero está lejos de haber desaparecido por completo. quesea cual sea la opinión de los biólogos sobre este punto, se mantiene, aunque sea difusamente, la creencia de que entre el sexo y la verdad existen relaciones complejas, oscuras y esenciales —no solo en la psiquiatría, el psicoanálisis o la psicología, sino también entre la gente de la calle—. Se es, ciertamente, más tolerante con aquellas prácticas que transgreden las leyes. Pero se continúa pensando que algunas de ellas insultan a la «verdad» […] Puede que se esté dispuesto a admitir que todo esto no constituye un grave atentado contra el orden establecido, pero también se suele considerar con facilidad que existe en ellas algo así como un «error». Un «error» entendido en el sentido filosófico más tradicional: una manera de proceder inadecuada a la realidad; la irregularidad sexual pertenecería, más o menos, al mundo de las quimeras. [31]

55 En sus obras, Michel Foucault estudia el discurso sobre el sexo que, de manera histórica, vincula la sexualidad, la subjetividad y la obligación de la verdad, una tríada que asigna al psicoanálisis como el heredero de la scientia sexualis que busca la verdad en el fondo del sexo, y que supuestamente quiere decir el verdadero sexo y la identidad mediante el uso de la norma, acompañada de la confesión.

56

Por otra parte, se admite también que es en el terreno del sexo donde hay que buscar las verdades más secretas y profundas del individuo; que es allí donde se descubre mejor lo que somos y lo que nos determina. Y si durante siglos se ha creído necesario ocultar las cosas del sexo porque resultaban vergonzantes, ahora se sabe que es precisamente en el sexo donde se ocultan las partes más secretas del individuo: la estructura de sus fantasmas, las raíces de su yo, las formas de su relación con lo real […] En el lugar de cruce de estas dos ideas —no puede haber confusión en torno al sexo; nuestro sexo encierra lo que hay de más verdadero en nosotros mismos–, el psicoanálisis ha enraizado su vigor cultural. Él nos promete, a la vez, nuestro sexo, el verdadero, y toda esta verdad sobre nosotros que palpita secretamente en él. [32]

57 Sin embargo, Freud continuó mostrando que el niño es un «perverso polimorfo» y que la sexualidad infantil es el terreno de la vida psíquica. La ambigüedad de lo sexual, la rareza y la perversión polimorfa de la teoría freudiana están envueltas por los discursos de categorización y de normalización.

58 Foucault critica a la medicina —según él apoyada por el psicoanálisis— toda la violencia de los mecanismos de poder que tienden a establecer la verdad de un cuerpo o a caracterizar al cuerpo como verdad. Para él, el cuerpo sobrepasa y desequilibra la verdad por el placer, irreductible a cualquier determinación o categorización. «Los cuerpos y los placeres», como escribe en La voluntad de saber, nos recuerdan el carácter precario, cuestionable y potencialmente violento de toda caracterización del cuerpo como verdad. Los cuerpos y los placeres deben ser preservados, defendidos y afirmados contra toda pretensión de determinar lo que es el cuerpo.

59 El análisis que propone de las memorias de Herculine está marcado por una oposición que él establece entre la diferencia sexual, que es el marcador de una identidad subjetiva a la cual Herculina es asignada, y las diferencias corporales que se recogen de la experiencia y de sus prácticas.

60 A pesar de los órdenes sociales y discursivos que intentan asignarlo y categorizarlo, el cuerpo, mediante los placeres que lo hacen indefinible, se resiste. Como práctica, la sexualidad escapa cualquier definición única y deja al cuerpo toda su pluralidad.

61 Jean Allouch extiende ese rechazo de Foucault de identificar a un individuo por y mediante su sexualidad con un lema: «no existe la verdad en el sexo» o incluso «cada uno es una minoría sexual». [33]

62 No obstante, y «hay que ser justos con Freud», para usar una expresión del propio Foucault, incluso si los desarrollos discursivos del psicoanálisis delimitaron los contornos de la sexualidad según las normas de su tiempo, hay que reconocer que Freud teorizó la perversión polimorfa, la sexualidad infantil, el inconsciente que no conoce la diferencia entre los sexos y, con todo esto, la noción de la pulsión. Les recuerdo que la pulsión no tiene objeto ni fin predeterminado. Freud escribe en Tres ensayos sobre la teoría sexual en 1915:

63

En el sentido del psicoanálisis, entonces, ni siquiera el interés sexual exclusivo del hombre por la mujer es algo obvio, sino un problema que requiere esclarecimiento, respecto del cual no cabe suponer meramente una atracción en el fondo de carácter químico. [34]

64 ¿El impulso erótico de Alexina, que la atraía hacia otras mujeres, era suficiente para definir su «verdadero sexo»? Cuando Alexina se convirtió en Abel terminó su relación con su amiga Sara, y ahí es que la pulsión se percibe como un obstáculo, un escándalo en la época. Sin duda, al escuchar esto, un clínico freudiano puede liberarse de sus propios discursos y normas. Entonces, hay que romper con el ideal de un saber específico, evitar las «idealogías», alejarse del discurso del Maestro.

65 Para concluir, quisiera citar a Marie-José Mondzain:

66

Hay visibilidades que personifican un discurso: el discurso del maestro. A partir de entonces, lo invisible indoctrina e incorpora al espectador a la visibilidad de un cuerpo personificador, el cuerpo del discurso en el que se basa. El discurso del maestro subyuga la mirada a lo visible y la absorbe en la aprobación. Las otras son visibilidades con una forma que no personifica nada y que están habitadas por la palabra […]. En ese caso, lo visible posiciona al espectador en un lugar donde la imagen está por construirse. [35]

67 La «duda visual», las pruebas médicas, la ausencia de palabra, así son las prácticas de Tardieu y de otros médicos forenses. La mirada que escruta el cuerpo tiene el objetivo de darle un significado sexual, una identidad sexuada. El proyecto «médico-jurídico» de los Tardieu actuales o de la época es constatar el error, establecer un régimen de veredicción que no dice solamente lo que son, sino lo que deben ser el deseo, las prácticas corporales o sexuales. La rareza de un comportamiento a través de la atracción sexual o la actuación corporal genera una visibilidad, una representación imaginaria y, así, el cuerpo es presa de un cautivo visible del imaginario.

68 El discurso del análisis debería cuestionar «el dinamismo del trabajo de la verdad» (según la expresión de Lacan), su dimensión conflictual y dialéctica. Como escribe Lacan, el discurso analítico se especifica, se distingue «por plantear la pregunta de para qué sirve esta forma de saber, que rechaza y excluye la dinámica de la verdad». [36] La dinámica, o su potencialidad conflictual, es la de un no-saber.

Notes

  • [1]
    Michel Foucault, «Sexualidad y poder», en Obras esenciales, vol. III, trad. por Ángel Gabilondo (Madrid: Paidós, 1999), 147.
  • [2]
    Arnold Davidson, La aparición de la sexualidad, trad. por Juan G. López Guix (Barcelona: Alpha Decay, 2004), 7.
  • [3]
    Ibíd., 9.
  • [4]
    N. del T: Traducción propia. Todas las citas textuales de este artículo lo son, salvo que se indique el traductor.
  • [5]
    El subrayado es mío.
  • [6]
    Michel Foucault, El nacimiento de la clínica: Una arqueología de la mirada médica, trad. por Francisca Perujo (Buenos Aires: Siglo XXI, 2004), 64. El subrayado es mío.
  • [7]
    Michel Foucault, Historia de la sexualidad. I, la voluntad de saber, 31ª ed., trad. por Ulises Guiñazú (México: Siglo XXI, 2007), 58.
  • [8]
    Michel Foucault, El orden del discurso, 5ª ed., trad. por Alberto González Troyano (Buenos Aires: Tusquets, 2005), 58.
  • [9]
    Aquí empleamos Ambroise Tardieu, Les attentats aux mœurs, pres. por Georges Vigarello (Grenoble: Jérôme Million, 1995).
  • [10]
    Ibíd., 24.
  • [11]
    Georges Vigarello, «La violence sexuelle et l’œil du savant», ibíd., 23-24.
  • [12]
    Tardieu publicó este manuscrito en Question médico-légale dans ses rapports avec les vices de conformation des organes sexuels (París: Baillière, 1872). No publicó el manuscrito en su totalidad: «Falta, en primer lugar y sobre todo, una parte de los recuerdos de Alexina. Parece que Tardieu recibió el manuscrito completo de manos del doctor Régnier, médico que certificó la muerte y practicó la autopsia. Él lo guardó, publicando solo la parte que consideraba importante. Despreció los recuerdos de los últimos años de Alexina; todo lo que, según él, no eran más que quejas, recriminaciones e incoherencias. A pesar de las indagaciones, no ha sido posible recobrar el manuscrito que A. Tardieu tuvo entre manos». Michel Foucault, «El sexo verdadero», en Herculine (Abel) Barbin, Herculine Barbin llamada Alexina B., 2ª ed., pres. por Michel Foucault, sel. por Antonio Serrano (Madrid: Talasa, 2007), 130.
  • [13]
    Étienne Goujon, «Estudio de un caso de hermafroditismo imperfecto en el hombre», en Barbin, Herculine Barbin…, 140.
  • [14]
    Tardieu, «Question médico-légale…», citado en Barbin, Herculine Barbin…, 133-134. El subrayado es mío.
  • [15]
    Herculine Barbin, «Mis recuerdos», en Barbin, Herculine Barbin…, 49.
  • [16]
    Foucault, «El sexo verdadero», 17; el subrayado es mío.
  • [17]
    Barbin, «Mis recuerdos», 43-44.
  • [18]
    Ibíd., 73.
  • [19]
    Ibíd., 66-67.
  • [20]
    Hippolyte Chesnet, «Cuestión de identidad; vicio de conformación de los órganos genitales externos; hipospadias, error sobre el sexo», en Barbin, Herculine Barbin…, 138; el subrayado es mío.
  • [21]
    Georges Canguilhem, «La monstruosidad y lo monstruoso», trad. por Edmundo Zimmerman, Diógenes 40 (1962): 38.
  • [22]
    Ibíd., 35.
  • [23]
    Barbin, «Mis recuerdos», 102.
  • [24]
    Foucault, «El sexo verdadero», 16.
  • [25]
    Barbin, «Mis recuerdos», 114-115.
  • [26]
    Remito al libro de Magali Le Mens y Jean-Luc Nancy, L’hermaphrodite de Nadar (París: Créaphis Éditions, 2009).
  • [27]
    Foucault, Nacimiento de la clínica, 167.
  • [28]
    Georges Canguilhem, «¿Qué es una ideología científica?», en Ideología y racionalidad en la historia de las ciencias de la vida, trad. por Irene Agoff (Bunos Aires: Amorrortu, 2005), 50.
  • [29]
    Foucault, «El sexo verdadero», 11.
  • [30]
    Ibíd., 12-13
  • [31]
    Ibíd., 14.
  • [32]
    Ibíd., 15.
  • [33]
    Jean Allouch, «Lacan y las minorías sexuales», en Jacques Lacan. Psicoanálisis y política, dir. por Yves Charles Zarka, trad. por Irene Agoff (Buenos Aires: Nueva Visión, 2004), 81-88.
  • [34]
    Sigmund Freud, Tres ensayos de teoría sexual, trad. por Juan Bauzá, 16, nota 34. En Aula de Psicoanálisis, http://88.27.249.81/psico/sesion/ficheros_publico/ficheros.php?opcion=textos, acceso el 26 de abril de 2022.
  • [35]
    Mondzain Marie-José, L’image peut-elle tuer ? (Paris: Bayard, 2003), 61.
  • [36]
    Ibíd., 103. El subrayado es mío.
Español

¿Por qué es importante la cuestión de la sexualidad en la construcción identitaria? ¿Cómo puede la imagen del cuerpo determinar la construcción de la identidad sexual? ¿La construcción del cuerpo escapa las representaciones de su tiempo? Desde el siglo XVIII, la sexualidad y las prácticas sexuales son objeto y desafío de un discurso científico que determina la identidad de un sujeto. En sus obras, Michel Foucault estudia el discurso que, de manera histórica, vincula la sexualidad, la subjetividad y la obligación de la verdad, una tríada que asigna al psicoanálisis como el heredero de la scientia sexualis que busca la verdad en el fondo del sexo. ¿El psicoanálisis ha perdido el filo subversivo que inventó la sexualidad infantil polimorfa?

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  • género
  • identidad sexual
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Français

En quoi la question de la sexualité est-elle importante dans la construction identitaire ? En quoi l’image du corps peut-elle déterminer la construction d’une identité sexuelle ? La fabrique d’un corps échappe- t-elle aux représentations de son temps ? Depuis le XVIIe siècle, la sexualité et les pratiques sexuelles sont l’objet et l’enjeu d’un discours scientifique qui détermine l’identité d’un sujet. Dans ses travaux, Michel Foucault étudie le discours sur le sexe qui établit historiquement le lien entre la sexualité, la subjectivité et l’obligation de vérité, une triade qu’il verse au compte de la psychanalyse comme héritière de cette scientia sexualis qui cherche la vérité au fond du sexe. La psychanalyse a-t-elle perdu le tranchant subversif de son geste qui invente la sexualité infantile polymorphe ?

  • psychanalyse
  • Foucault
  • corps
  • genre
  • identité sexuelle
  • normes

Bibliografía

  • Allouch, Jean, «Lacan y las minorías sexuales». En Jacques Lacan. Psicoanálisis y política, dirigido por Yves Charles Zarka, traducido por Irene Agoff. Buenos Aires: Nueva Visión, 2004, 81-88.
  • Barbin, Herculine (Abel). Herculine Barbin, llamada Alexina B. 2ª ed. Presentado por Michel Foucault, selección de Antonio Serrano. Madrid: Talasa, 2007.
  • Barbin, Herculine. «Mes souvenirs». En Barbin, Herculine Barbin, 21-125.
  • Canguilhem, Georges. «La monstruosidad y lo monstruoso». Traducido por Edmundo Zimmerman. Diógenes 40 (1962): 33-47.
  • Canguilhem, Georges. «¿Qué es una ideología científica?». En Ideología y racionalidad en la historia de las ciencias de la vida, 43-59. Traducido por Irene Agoff. Buenos Aires: Amorrortu, 2005.
  • Chesnet, Hippolyte. «Cuestión de identidad; vicio de conformación de los órganos genitales externos; hipospadias, error sobre el sexo». En Barbin, Herculine Barbin, 135-138.
  • Davidson, Arnold. La aparición de la sexualidad. Traducido por Juan G. López Guix. Barcelona: Alpha Decay, 2004.
  • Foucault, Michel. El nacimiento de la clínica: Una arqueología de la mirada médica. Traducido por Francisca Perujo. Buenos Aires: Siglo XXI, 2004.
  • Foucault, Michel. El orden del discurso. 5ª ed. Traducido por Alberto González Troyano. Buenos Aires: Tusquets, 2005.
  • Foucault, Michel. Historia de la sexualidad. I, la voluntad de saber. 31ª ed. Traducido por Ulises Guiñazú. México: Siglo XXI, 2007.
  • Foucault, Michel. «El sexo verdadero». En Barbin, Herculine Barbin, 11-20.
  • Foucault, Michel. «Sexualidad y poder». En Obras esenciales, volumen III. Traducido por Ángel Gabilondo. Madrid: Paidós, 1999.
  • Freud, Sigmund. Tres ensayos de teoría sexual. Traducido por Juan Bauzá. Aula de Psicología, http://88.27.249.81/psico/sesion/ficheros_publico/ficheros.php?opcion=textos.
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  • Tardieu, Ambroise. Les Attentats aux mœurs. Presentado por Georges Vigarello. Grenoble: Jérôme Million, 1995.
  • Vigarello, Georges. «La violence sexuelle et l’œil du savant». En Tardieu, Les Attentats aux mœurs, 5-28. Grenoble: Jérôme Million, 1995.
Laurie Laufer
Psicoanalista.
Profesora titular en UFR d’Études Psychanalytiques, Centre de recherches psychanalyse, médecine et société, Université Paris Cité (UFR de Estudios Psicoanalíticos, Centro de Investigación en Psicoanálisis, Medicina y Sociedad, Universidad de París).
Campus Paris Rive Gauche
Bâtiment Olympe de Gouges
11, rue Jean Antoine de Baïf
75013 Paris
France
Subido a Cairn Mundo el 08/07/2022
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