Las políticas de planificación decididas por los poderes públicos son fundamentalmente geográficas, ya que cada una de sus decisiones se ejerce sobre un territorio determinado, con efectos directos o indirectos sobre las poblaciones y el poblamiento. Es cierto que el territorio elegido para una determinada ordenación puede tener características (relieve, suelo, agua, acceso marítimo, etc.) que justifiquen la localización de la planificación realizada; se puede considerar que la elección de este territorio planificado corresponde a cierto determinismo. Por ejemplo, en los años 30 (del siglo XX) y posteriores, la elección de las empresas privadas, y luego del Estado, para hacer de Toulouse un centro de la industria aerónautica se debió a la posibilidad de realizar allí pruebas aéreas durante muchos días al año y a la distancia de la ciudad de las fronteras del noreste consideradas beligerantes. En las últimas décadas del siglo XX, la localización de las centrales nucleares por la compañía eléctrica internacional EDF se vió limitada por la posibilidad de enfriar los reactores con agua – ya fuera bombeada de los ríos o del mar.
Sin embargo, muchas de las decisiones no son deterministas. La elección, casi sistemática en Francia, de tomar la ciudad mas poblada como capital de las regiones no es una necesidad, como demuestran los numerosos estados americanos cuya capital es una ciudad secundaria o, por poner un ejemplo europeo, el Land de Hesse cuya capital, Wiesbaden, está mucho menos poblada que Francfort-sur-le-Main…