Estados Unidos tiene una larga historia de llevar a cabo censos poblacionales. El requisito de un censo fue escrito en 1787 en el artículo 1, sección 2 de la Constitución de los Estados Unidos, estipulando que “los representantes y los impuestos directos se repartirán entre los diversos estados que se incluyan en la Unión, de acuerdo con su número respectivo de habitantes”. El objetivo de los conteos poblacionales es saber cuántas personas viven en cada estado y en el país.
El 1° de abril del 2020 se llevó a cabo el censo número 24 en la historia de los Estados Unidos. Durante este ejercicio, se encontró que Estados Unidos tenía una población de 331,449,281 personas. En contraste, el primer censo de población realizado en 1790 arrojó una población total de 3,929,214 personas (ver la Figura 1). Por tanto, en sólo 230 años, Estados Unidos experimentó un aumento de 84 veces en su población. Esto gracias a la tasa de crecimiento natural de la población, que a la vez se combina con notables y constantes oleadas migratorias. Por ejemplo, en 2020 el 14% de la población estadounidense era nacida en el extranjero.
El censo es crucial para recopilar información sobre la población por edad y sexo, pero también para recoger datos sobre características socioeconómicas, como la raza, educación, empleo, ingresos y vivienda. Esto ayuda a las comunidades a planificar la construcción de hospitales y escuelas. También es importante para la organización de programas de desayunos escolares, mejorar los servicios de emergencia, construir puentes, y proveer información económica a las empresas que buscan añadir puestos de trabajo y expandirse a nuevos mercados…