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Cualquier frontera internacional es ante todo una realidad geográfica. Delimita el espacio en el cual un Estado puede ejercer su plena soberanía a la vez en los planos terrestre, marítimo, si el Estado no es un territorio sin contacto directo con el mar, y aéreo.
Desde la década de 1990, se han podido constatar dos evoluciones opuestas. La más facil de percibir, porque se ha materializado, se refiere a los «muros», la mayoría de las veces barreras de separación, que marcan las fronteras. El mundo ha visto el fin de tales barreras con la destrucción del telón de acero que cortaba a Europa en dos, provocando la caída del muro de Berlín, y la erección o fortalecimiento de muchas barreras en todos los continentes : entre Estados Unidos y México, entre Botsuana y Zimbabue, entre el sultanato de Omán y los Emiratos Árabes Unidos, entre Israel y los Territorios palestinos, entre India y Bangladés …
Al mismo tiempo, muchas fronteras han visto sus puertas más abiertas. La globalización resultante de las decisiones políticas ha facilitado la libre circulación de mercancías y capitales. Y la libre circulación de personas ha aumentado a escala mundial o a diversos niveles regionales. Así China, salida de su autarquía económica, ha hecho posible a la vez el derecho de residir para extranjeros útiles a su economía y la oportunidad para muchos chinos de ir a vivir allí, sobre todo en países occidentales, o moverse por el mundo. En Europa, el principal logro fue la aplicación del espacio Schengen en 1995, ampliado posteriormente a 26 países…
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Autores

Catedrático a la Universidad de París IV-Sorbonne ; Presidente de la revista Population & Avenir.
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- Subido a Cairn Mundo el 23/08/2021
