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Cuando tenemos el placer de admirar los paisajes, campos rodeados de variados setos, un río o un arroyo…que fluye apaciblemente en un paisaje bucólico, bosques con magníficos árboles frondosos, pantanos donde nos sentimos en comunión con la naturaleza, estanques en los que se refleja el cielo, colinas con formas suaves… hay una tendencia a creer que son regalos de la naturaleza y que se han dado a la humanidad. En realidad, la mayoría de las veces, estos paisajes han sido forjados a lo largo del tiempo por manos humanas. El mantenimiento que han asumido los habitantes del área o los cambios de función que han aplicado según las necesidades explican sus ordenamientos.
Esto es más evidente cuando la mano de los habitantes aparece claramente en el paisaje. En este siglo XXI en el que afortunadamente se trata de reparar los abusos de las concentraciones de tierras del siglo XX mediante la reconstrucción de diversos setos, sabemos que la calidad de los mismos requiere que los hombres los cuiden periódicamente. Las riberas y espacios circundantes que acompañan el descenso del curso de agua, o el delta de un rio, a menudo son resultado de la organización y del mantenimiento humano, uno de cuyos objetivos es contrarrestar los riesgos de inundación. Muchos de los llamados bosques naturales son producto de la ordenación humana. Por ejemplo, en Francia, el bosque de Fontainebleau, solo estaba cubierto de árboles en una quinta parte de su superficie actual en tiempos de Luis XVI. Las cuatro quintas partes que existen en la actualidad son consecuencia de plantaciones voluntaria…
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Autores

Catedrático a la Universidad de París IV-Sorbonne; Presidente de la revista Population & Avenir.
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- Subido a Cairn Mundo el 23/08/2021
