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«Cada año que te vas, cada año tiene historia: que ya se murió aquel, que se cayó de la pintura, que se cayó del rúfil [tejado], se metió al agua bien pedo y se murió o se le murió un hijo acá. La historia es bien loca».
Efraín

1Esta historia comenzó hace cuarenta y tres años, en 1970, en Tlalnepantla, en el gran México, y tiene como autobiógrafo a Efraín A. H., conocido como «el Clan». [1] Hasta la edad de quince años nada indicaba que iba a pasar los siguientes veintiocho años de su vida entre México y Estados Unidos, a la vez mexicano en México y «cometortillas» en Estados Unidos. Nada indicaba que él, el último retoño de la familia, sería finalmente el único migrante profesional entre sus diez hermanos. [2]

2Las historias de vida no son el resultado de un guión preestablecido, sino que se escriben progresivamente. Tanto por necesidad —la de hacer algo en la vida— como por aventura —la que consiste en vivir algo diferente para llegar a ser alguien diferente—, la idea de partir a otro lugar empezó a rondar los sueños de Efraín. Estos terminaron por convertirse en realidad el día en que logró convencer a su madre de que le dejara marchar con algunos amigos del barrio para ir a trabajar a una maquiladora [3] de Ciudad Juárez.

3La historia de Efraín no es un buen ejemplo de la migración mexicana a Estados Unidos, porque no forma parte, por ejemplo, de una red estructurada; al contrario, él tuvo tendencia a migrar solo, algo que limitó sus medios y dio lugar a veces a desplazamientos erráticos. El caso del Clan es singular al menos por tres aspectos y matiza la fuerza explicativa de la ciencia de todos los especialistas en las migraciones mexicanas. [4] Efraín no es pobre, no procede del entorno rural y no está integrado sólidamente en una red migratoria. Su perfil no es el del «migrante mexicano típico» que sale para Estados Unidos. Su vida también está hecha de altibajos, de momentos desocupados, teniendo como principal compañía el alcohol, pero también de otros momentos de esperanza y entusiasmo, en los que su trabajo es entonces la principal riqueza, cuyos frutos destina al bienestar de su familia.

Punto de partida

4Este artículo pretende reflexionar sobre el sentido de una experiencia como la de Efraín, teniendo presentes los desafíos que pesan sobre las migraciones internacionales desde el punto de vista de las «sociedades de acogida» y que hacen oscilar las políticas y los programas de los gobiernos de estas sociedades entre declaraciones de buenas intenciones y ciega dureza ante los que migran sin otra recomendación que su intención de labrar una vida mejor. A la vez gota de agua en el océano y, tal vez, la gota que colma el vaso, la historia del Clan es una parte fascinante de este proceso hecho de pragmatismo y de incomprensión. Su historia da testimonio y esta contribución tiene como objetivo dejar registro de ello. Nuestro estudio toma como escala un individuo ahogado en el (los) proceso(s) migratorio(s) y hace de la cultura, puesta en movimiento por los migrantes, el indicador de la incorporación de una organización social a una individualidad vivida. Desde este punto de vista la cultura puede ser comprendida en la unicidad del sujeto y en sus interacciones con el entorno. Ahí radica el valor teórico de la historia de vida de Efraín.

5El posicionamiento teórico adoptado aquí es pragmatista. [5] Se trata de comprender la migración (clandestina o no) como un proceso en desarrollo, hecho de razonamientos prácticos. Consiste, además, en desarrollar la idea según la cual la migración es un tipo de acción que no es ni el fruto de un cálculo racional a priori —en el que un agente desprovisto de todo tipo de restricciones, comenzando por la de su propia historia social inscrita en un entorno social y cultural determinado, se plantearía de antemano (todos) los costes y beneficios de su ejecución—, ni tampoco la expresión de una tradición migratoria en la que se despliega, a través de las instituciones familiares, locales y transnacionales, la reproducción social del grupo social en cuestión y de su orden. [6]

6Por ello, el relato de esta historia y la reproducción de sus secuencias principales permite aportar elementos empíricos sobre los cuales puede construirse una interpretación pragmática de la acción migratoria como realización práctica, es decir, mostrando que el proyecto del migrante se basa, en realidad, en su experiencia de adaptación a varios entornos —familiar, local, nacional e internacional—, lo que implica concretamente que el proyecto migratorio no es un plan de acción a priori que podría simplemente configurarse y deducirse a partir de un conocimiento previo, abordando los riesgos y subrayando las oportunidades, sino que es más bien una construcción vivida y consiste en posibilidades y eventualidades que, paso a paso, redefinen sin cesar los objetivos esperados, dejando entrever una evolución de las expectativas y las aspiraciones del migrante. Esta aproximación pone de relieve lo que podríamos llamar una inteligencia migratoria, a la vez saber hacer, experiencia y capacidad para enfrentar situaciones inéditas. El entorno migratorio constituye una enorme reserva de estímulos y de limitaciones que somete las intenciones del individuo en tránsito a situaciones adversas, y salir airosamente de ellas da testimonio de su capacidad para reaccionar hábilmente. Desde este punto de vista, la migración debe ser entendida como un proceso de intenciones y no como la realización de una única intencionalidad.

7La ventaja metodológica que ofrece la historia de Efraín es que aún está en proceso y que su desarrollo permite evitar la reducción de la migración a la representación subjetiva de las justificaciones de su desenlace. Partiremos por lo tanto de la idea de que, entre el inicio y el fin de una migración vivida e interiorizada, existe un océano de incertidumbres que el azar de las circunstancias selecciona y traduce en destino migratorio. Este posicionamiento teórico pretende ser decididamente anti-causalista y no determinista, porque estas aproximaciones reducen la comprensión del fenómeno migratorio, percibido a través de la historia de un migrante, como el juego de una maquinaria explicativa que hace de los migrantes títeres sobredeterminados por su condición social que actúan de manera ciega. Se trata de dar prioridad al lenguaje de las razones (y no solo al de las justificaciones), que traduce la lógica de un itinerario migratorio en proceso. Apuesta por la idea de que la migración y los saberes que están detrás de ella son una forma de creación social, [7] o bien la capacidad de interactuar de manera adecuada en un entorno dado.

8En el plano metodológico, la historia de Efraín no es, en el sentido estricto, una autobiografía, sino un relato que informa de acontecimientos de los que el Clan es, como en el cine, el actor principal de una película sobre una historia vivida en una situación migratoria. Por eso, no se trata aquí de contar la totalidad de su existencia, sino de establecer una relación estrecha entre ciertos fragmentos de su vida con el fenómeno de las migraciones mexicanas hacia Estados Unidos y, a partir de ahí, poder responder a la cuestión siguiente: ¿en qué medida esta historia, hecha de fragmentos de vida, da información al investigador sobre este fenómeno entendido como conjunto de historias vividas por millones de hombres y mujeres, hechas de intenciones, pero también de efectos observables en las prácticas, tanto de los que emigran como de los que se quedan? Este relato es un documento de primera mano de una riqueza incomparable.

9La plausibilidad de lo que Efraín pudo y supo entregarnos a lo largo de las entrevistas que tuvimos con él representa para nosotros una prueba de su amistad y de su sinceridad. Está claro que su memoria durante estos momentos fue selectiva, igual que nos resulta evidente que su descripción de ciertos acontecimientos obedece a una elección que traza una frontera entre lo íntimo y lo público, entre lo secreto y lo que se puede decir. Sin embargo, estas objeciones no significan que esta historia sea un tejido de mentiras, sino que se trata de una historia que, como todas las historias de vida, presenta sesgos y padece mediaciones, cuya principal ilusión consiste en establecer, como en los libros de historia, una biografía simple y desprovista de ambigüedades, simplemente por el hecho de que se plantea en su conjunto y a posteriori como una totalidad observable, y por consiguiente como delimitable y coherente. [8]

10La reconstrucción de esta historia se desarrolla entre diciembre de 2010 y abril de 2013. Toma la forma de una serie de conversaciones entre Efraín y el autor de este artículo, cuyo rol se limitó a hacer de escriba que anotaba, paso a paso, los fragmentos de esta historia. Estas conversaciones tuvieron como marco, en un primer momento, un autobús entre Zacatecas y México, en el que nos encontramos por primera vez con Efraín, que venía entonces de un enésimo viaje a Estados Unidos. A continuación prosiguieron en el norte de México, en el barrio de Guadalupe Proletaria, donde heredó con sus hermanos, Saúl y Héctor, una casa dejada por su padre, el ferroviario don Inocencio. Unas más formales y otras más informales, las entrevistas se desarrollaron también en restaurantes y en otros lugares públicos a los que invitamos a Efraín para continuar con estos intercambios, en un espacio más adecuado, lejos de la casa familiar, de sus gritos y de sus risas, de la presencia cómplice o del pesado silencio de los miembros de la familia. Todos estos momentos, registrados con la autorización de Efraín, o simplemente anotados a mano en el momento o justo después, constituyen el material que nos ha permitido reconstruir con palabras del Clan la trama de esta historia. Todos los intercambios tuvieron lugar en español.

11Con el objetivo de compartir con el lector la vida de Efraín entre México y Estados Unidos, [9] optaremos por evocar cuatro episodios que nos permiten comprender un poco mejor por qué la vida del migrante es sinuosa y por qué la migración no es un proyecto que se despliegue en línea recta, yendo de un punto A a un punto B. Estos cuatro fragmentos de vida empiezan en México, luego evocan la bipolaridad que caracteriza al migrante, a la vez aquí y en otra parte, a través de un evento que marcó la vida de Efraín y, finalmente, a modo de conclusión, nos plantearemos el valor de la migración como atributo identitario y social.

Salir de México

12El Clan nació un día de abril de 1970, es católico e interrumpió sus estudios en la secundaria. Actualmente, aunque no está casado, es padre de tres hijos: Diana (de veintiún años), Diego (de dieciocho) y Edgar (de siete), y es el compañero de Carmen desde hace más de veinticinco años. Es pintor y gracias a su experiencia migratoria en Kansas City se ha convertido en techero. Cuando era niño, la familia de Efraín le puso el apodo de «el Clan» porque no podía pronunciar la palabra «flan», su postre favorito de entonces. El Clan y sus diez hermanos vivían en aquella época en una chabola de una colonia perdida, establecida a lo largo de la vía ferroviaria, en el barrio de Iztacala, del municipio de Tlalnepantla (estado de México). El padre de Efraín, un apasionado de la fotografía, estuvo toda su vida trabajando en los Ferrocarriles Nacionales de México, empresa nacional en la que trabajaron más tarde dos de sus hijos, Saúl y Rubén. Efraín no tuvo esa suerte, puesto que entretanto la privatización de la compañía ferroviaria provocó el despido de sus hermanos y la jubilación anticipada de don Inocencio.

13Expulsado de la escuela por falta de disciplina a la edad de catorce años, en una familia en la que esta institución fue siempre considerada con respeto, como una oportunidad y una posibilidad para esquivar los planes de la determinación social, el horizonte de Efraín poco a poco se atascó. Una especie de «nini» [10] anticipado, Efraín llevaba entonces mal esta condición que empuja a la ociosidad involuntaria a millones de jóvenes mexicanos. La de Efraín es una familia numerosa cuya existencia ha consistido en luchar contra la precariedad y en aprovechar las raras ocasiones de ascenso social que se presentan, entre las cuales la migración a Estados Unidos, los Ferrocarriles Nacionales y la escuela fueron los principales caminos disponibles.

14Fue por lo tanto con quince años cuando Efraín se aparta de los suyos para ir a Ciudad Juárez. A partir de ese momento se convierte para su familia y hasta el día de hoy en un personaje parecido a un fantasma: a veces ahí, a veces en otro lugar. Una presencia y una ausencia al mismo tiempo. Las estancias de Efraín en Estados Unidos han variado de algunos meses hasta casi dos años, sin contar las semanas empleadas esperando en la frontera de Ciudad Juárez a que una ocasión se presente o a que los controles se relajen para poder por fin franquear la línea de demarcación entre el «primer mundo» y el Sur. La cartografía de las estancias de Efraín en Estados Unidos comprende una buena parte del país: El Paso —en Texas, ciudad «gemela» de Ciudad Juárez—, Austin, Nueva York, Minneapolis-Saint Paul, Miami, Chicago, Denver (donde estuvo retenido en un centro de detención durante cuatro meses antes de ser expulsado de nuevo a México) y finalmente Kansas City. Efraín ha tenido siempre cuidado de evitar California y otros estados como Arizona, con una alta presencia de mexicanos porque, según explica, «la competencia entre trabajadores mexicanos y centroamericanos ahí es más fuerte, hay más controles policiales y las posibilidades de ser invisible son más reducidas ahí que en otros lugares».

15De Miami o de Nueva York, que son otras ciudades de gran tradición migratoria latinoamericana, Efraín guarda un mal recuerdo de la primera, donde, según cuenta, los cubanos controlan la industria de la migración y desprecian a «sus hermanos latinos», y donde el trabajo era escaso en esa época (finales de los noventa). Y tiene un buen recuerdo de la segunda: habitaba en el barrio judío de Nueva York y comparte en su relato recuerdos agradables del vecindario. Este relato da prueba de un interés real por las costumbres y las tradiciones de las comunidades culturales y religiosas que habitan la gran ciudad de la Costa Este. Una manera de subrayar también que la migración rima con la idea de una experiencia de alteridad, el aprendizaje de la vida con los demás.

Una doble vida

16Efraín es bilingüe. Su bilingüismo es una doble pertenencia que funciona en la parte baja de la escala social, la clase trabajadora. Ponerse en la piel de Efraín es, al parecer, tener una doble vida, en donde las dos vidas tienen poco que ver una con otra, como ocurre habitualmente en tales circunstancias. Esta vida de un lado y otro de la frontera comenzó en 1986 y se desarrolla desde entonces en función de períodos que se prolongan unas veces más y otras veces menos. [11]

17Está claro que lo que Efraín nos puede confesar en sus entrevistas sobre algunos episodios de su vida en el Norte son cosas difíciles de explicar a su familia, en particular a su compañera. El migrante es a menudo para su familia un ser secreto o poco hablador, porque su relato puede también comprometer tanto su dignidad como la de los suyos, empezando por su pareja. El epicentro de sus confesiones tenía como tema principal la fidelidad y sus infracciones (el Clan ha tenido otras compañeras: en la frontera en Ciudad Juárez, en Nueva York y en Kansas City) y, como temas secundarios, el alcoholismo y las relaciones con la droga, cuando su vida se hacía allí demasiado difícil por la falta de empleo (especialmente en invierno y después de 2008), y el hecho de enredarse súbitamente en un laberinto de situaciones incontrolables, en las que su suerte se veía ligada a la de los marginales de la zona, encontrados por azar. La invisibilidad del trabajador ilegal se debe también a estar fuera de toda clase social, lo que hace de él un lumpemproletario, vulnerable a todas las miserias para ganarse la vida y, finalmente, un «intocable» para la mayor parte de los autóctonos, un sujeto situado no por debajo de la ley, sino más bien aplastado y disuelto por ella: «el problema, cuando uno es clandestino, es que nadie te ve».

18Efraín conoce la frontera entre México y Estados Unidos en Ciudad Juárez y sabe cómo pasar de un lado al otro del Río Grande; sabe también cómo dominar la violencia que reina en este corredor de la desesperación. El gran orgullo del Clan es no haber tenido que volver a recurrir a un coyote o pollero desde las primeras veces en las que intentó largarse para ir a El Paso, al otro lado de Ciudad Juárez. Incluso durante algún tiempo él mismo ayudó a pasar a su hermano, a amigos de México o a gente sin un peso que conoció en el camino y que deseaban llegar al Norte. No escatima en consejos para atravesar el límite político entre México y Estados Unidos.

19Dejamos aquí un largo extracto de lo que podría ser considerado como un manual de la migración clandestina escrito por Efraín:

20

Cuando llegas a Ciudad Juárez hay que evitar llamar la atención, ¡especialmente del lado mexicano! Por eso es conveniente no llevar una mochila demasiado grande que pueda dar la impresión de que vas a salir de viaje, no llevar agua, porque indica que vas a caminar mucho tiempo, por ejemplo para bordear por el desierto la vigilancia de los dos lados de la frontera. Así que hay que beber antes. Si quieres pasar por el río, hay que desnudarse y poner la ropa en dos bolsas grandes de basura, una dentro de otra, así se mantendrá seca y servirá además de flotador para cruzar mejor el río. Trata de no parecer perdido, como si estuvieras buscando el camino. Enrolla los billetes y guárdalos así en un tubo metálico minúsculo que llaman «clavo». Intenta no cruzarte con los tumbadores (delincuentes al acecho que agreden a los migrantes) ni con la policía, que tiene una corrupción y una rapacidad que pueden llevar al traste el proyecto de migrar.
Cuando estés en condiciones de pasar la frontera, no merodees por el camino o cerca del río y evita que te vean. También es importante conocer —y lo digo por experiencia— el entorno de la frontera, sus caminos, sus atajos que parecen desvíos, los lugares de cruce, los puntos de vigilancia, la tecnología desplegada, los turnos de ronda del personal, los horarios de los trenes de mercancía, una vez que estás al otro lado […].
Si te prenden cerca de las alambradas la policía o los tumbadores, no dudes en saltar al otro lado, porque en tales casos la Border Patrol, la policía fronteriza estadounidense, da mejor trato a los alambristas (los que pasan a través de las alambradas) que el que puedas esperar del lado mexicano. Si te atrapan y desvalijan cerca del río, al ir a cruzar a nado, mejor resignarse y pararse en la Casa del Migrante[12] más cercana para recuperarte un poco, de salud y de moral. Si te toparas, del lado estadounidense, con detectores de movimiento escondidos en el suelo, no dudes en combinar pasos, saltos e incluso rueda por el suelo para dejar huellas incoherentes que confundirán a la patrulla que intervendrá al recibir la alerta. Una vez que hayas pasado al otro lado, no hay que bajar la guardia. Siendo varios, al llegar a la ciudad conviene separarse y caminar a distancia unos de otros y dar la impresión que se sabe a dónde se va. Hay que esconderse durante el día y esperar al tren de mercancías que viene de Los Ángeles y va hasta Kansas City. Entonces tendrás que subirte en marcha, y para hacerlo hay que correr con las manos libres para poder auparse al vagón, evitando los vagones de cabecera y los de cola, para no ser visto y para que no te cambien el destino en la estación siguiente».[13]

21Estas recetas y técnicas que forman parte del «kit de supervivencia» del migrante clandestino mexicano a Estados Unidos se explican con el tono de una deontología migratoria: «hacer o no hacer, deber o no deber». El Clan se ha convertido en un maestro en la materia en este territorio: «es una tierra de hombres, porque también hay que ser paciente, tener cualidades de resistencia física (al hambre, a la sed, a la falta de sueño, al frío, al calor) y de aguante (caminar mucho tiempo) y conservar siempre la esperanza de que lo vamos a lograr, incluso si hemos sido rechazados varias veces, después de haber intentado pasar al otro lado un montón de veces». También hay que ser capaz de contentarse con muy poco, como comer de la basura de un McDonald’s en Kansas City, porque el hambre aprieta. Así es cómo describe Efraín una de sus llegadas a esta otra ciudad fronteriza entre Kansas y Misuri. [14] Al llegar, al tener que encontrar trabajo y alojamiento, se impone el «búscate la vida»: contactar con los pocos amigos que pueden recomendar al migrante, con los contactos hechos al azar en el lugar y con las asociaciones caritativas, como la Casa Marianella en Austin (Texas), que el Clan tuvo que frecuentar cuando se vio desviado de su camino hacia Kansas City debido a un control policial inoportuno en el tren de mercancías en el que había logrado subirse.

22Después de algún tiempo deambulando, después de llegar por primera vez a Kansas City, el Clan terminó por elegir domicilio en una misión protestante que actuaba como asociación caritativa para los migrantes sin papeles y todos los sin techo de la zona. En esta misión, Efraín, y más tarde también su hermano Saúl, estaba sometido a una moral estricta cuya disciplina implicaba volver antes de las nueve de la noche, trabajar o buscar activamente empleo, ayudar en las tareas domésticas y prohibía el consumo de alcohol y drogas. En una noche de desmadre, los dos hermanos terminaron por quebrantar estas normas y fueron expulsados de la misión.

23Una vez ahí, explica Efraín, hay que estar disponible para todo tipo de trabajo. Abierto a cualquier cosa, fue sucesivamente jornalero agrícola en la cosecha del pimiento y del tomate —un trabajo matador, recuerda—, mano de obra para cargar y descargar cajas en almacenes, repartidor de pizzas y terminó por ejercer su oficio, es decir, pintor. Estos últimos años se ha especializado como techero. Para conseguirlo tuvo que darse a conocer en el mercado de trabajo local, lo que implicó, entre otras cosas, muchos meses levantándose a las cinco de la mañana para ir al lugar donde convergen todos los trabajadores ilegales en torno a las seis de la mañana para esperar a ver si un patrón pasa a buscarlos y les propone un trabajo de un día, de varios días o a veces —si te toca el gordo— de más de una semana. Según Efraín, el salario, incluso como trabajador ilegal, es siempre al menos ocho veces superior al salario recibido en México por la misma tarea. Efraín explica que, en una buena semana, de lunes a sábado y a razón de entre diez y doce horas por día, se pueden ganar más de 600 dólares, que equivalen a 7200 pesos mexicanos.

El accidente

24La vida del migrante pende de un hilo, especialmente cuando se es sin papeles y con recursos limitados. [15] Hay que ser mentalmente fuerte para no hundirse en cuerpo y alma. Efraín cuenta, por ejemplo, cómo fue testigo en repetidas ocasiones de caídas graves o mortales del tejado de compañeros que estaban mal asegurados. Cuando el accidentado muere o es hospitalizado se descubre la extrema precariedad del que ha perdido la vida o ha quedado inválido. Su familia no recibe nada y, si sobrevive, no solo perderá su empleo, sino que tendrá igualmente que volver a México sin ninguna indemnización por accidente de trabajo. Durante ese tiempo, los demás seguirán su trabajo y tratarán de olvidarlo confiando en que no les toque a ellos la misma suerte.

25Como el proletario de Marx, la mayor parte de los migrantes internacionales mexicanos como Efraín no disponen más que de su cuerpo como única riqueza. Efraín tomó conciencia de la relación con su cuerpo cuando tuvo un accidente cardíaco un domingo de junio de 2004, cuando iba a reunirse con unos amigos mexicanos de la misión, para desayunar con ellos en un restaurante situado cerca, en el barrio negro de Kansas City. Efraín y un amigo habían decidido ir a pie. En el camino fueron testigos de la disputa de una pareja, y luego víctimas de una agresión a mano armada, llevada a cabo por la mujer, que sacó una pistola y se puso a disparar a diestro y siniestro. La calle que llevaba al restaurante era empinada y los dos amigos se pusieron a correr para evitar las balas que silbaban, a la vez que silbaba, a lo lejos, una sirena de una patrulla de policía. No les hirieron. Cuando llegaron al restaurante, sin aliento, se sentaron para explicar a sus amigos, ya a la mesa, lo que acababa de ocurrirles, y mientras que el amigo explicaba con muchos detalles la pesadilla que acababan de vivir, Efraín cayó de espaldas de la silla en la que estaba y quedó tirado en el suelo, víctima de una crisis cardíaca. El servicio de emergencia llegó rápidamente al lugar. Fue reanimado y trasladado urgentemente al hospital universitario de la ciudad. La misión y un tal Paco, [16] que había entablado amistad con Efraín, intervinieron para hacerse cargo de los cuidados y de los gastos de hospitalización. El Clan pasó varias semanas en este establecimiento en el que le implantaron un marcapasos. Su compañera, Carmen, logró reunirse con él y acompañarle durante una parte de su estancia, de nuevo gracias a la mediación de Paco.

26En Estados Unidos, el migrante ilegal no dispone de su cuerpo, porque su cuerpo es allí la inversión de su familia y la herramienta de trabajo a distancia con la que cuenta para vivir menos mal. Por ello este acontecimiento marcó la vida de Efraín y le condujo a cuidar más su cuerpo y su salud en general. Desde entonces se preocupa más de preguntar por las condiciones de trabajo antes de aceptar un empleo temporal. Sin embargo, Efraín sigue siendo un vividor, al que le gusta la vida y no duda en decir: «en la vida hay dos cosas importantes, más allá de mi familia: el trabajo bien hecho, porque habla bien de ti, y el alcohol, porque interrumpe el curso monótono de la existencia, creando la ficción de que tu vida podría discurrir en otro lugar».

Altibajos

27La vida de los precarios y de los vulnerables, como es el caso de los migrantes ilegales mexicanos en Estados Unidos, rima con «sin»: sin esto o sin aquello, sin acceso a tal o tal cosa, a tal o tal servicio, sin tener el derecho de, etc. Es una experiencia de constante desposesión, en un mundo fuertemente orientado —especialmente en Estados Unidos— por el materialismo del «tener». El migrante en situación irregular, como Efraín, ni siquiera tiene el tiempo de estar alienado siendo poseído por lo que lo posee. La posesión es una excepción y se parece a una especie de epifanía en su vida. Esta situación tiene otro nombre y se llama pobreza. Todo lo que poseyó, posee y poseerá tiene un carácter efímero.

28La pobreza, como subraya Oscar Lewis en su célebre libro Los hijos de Sánchez, [17] tiene también como metáfora el sistema de los vasos comunicantes: hoy tenemos y mañana todo se habrá evaporado. El migrante ilegal no capitaliza, ve pasar cosas entre sus manos: bienes materiales, sueños e ilusiones. Cuando escuchamos (o leemos) este tipo de historia quedamos cautivados por los altibajos que marcan su curso. El éxito social, según los criterios de Efraín, entendido desde el bienestar de su familia, sigue siendo un horizonte que ha conseguido acariciar en alguna ocasión, como cuando pudo volver a su país en furgoneta. Pero rápidamente se la robaron, a pesar del antirrobo y todos los mecanismos de precaución que había empleado para protegerla. Este acceso al consumo y a la posesión de bienes nunca es duradero. En varias ocasiones, tras haber vuelto a su país, y una vez agotada la economía, tuvo que decidirse a vender, a menudo a un precio más bajo que el de compra, un televisor, una cadena de música, un teléfono y un ordenador portátil, un reloj y un iPod, para finalmente volver a salir hacia el Norte.

29Sin embargo, pudo hacer varios arreglos en la pequeña casa que heredó de su padre, construyendo una nueva cocina y un nuevo dormitorio para su hija Diana, que ya no se ve obligada a compartir su intimidad con Diego, su hermano mediano. También ha sido mejorada con nuevas capas de pintura y muebles nuevos que la hacen más funcional. Sin embargo, sigue siendo una casa modesta de un barrio pobre de México.

30Cuando la migración no es ya una situación, sino que se transforma poco a poco en una condición social del migrante y de su familia, los acontecimientos migratorios vividos por el migrante parecen ser del orden de una permanente vuelta a empezar. La experiencia de Efraín no escapa a esta tendencia. En efecto, su paso por la misión en Kansas City, los empleos puntuales como techero y el reconocimiento que empezaba a recibir por la calidad de su trabajo parecían indicar una especie de ascenso social y hacer de la migración un medio para salir de su condición social, pero sus vagabundeos, el alcohol, la droga y las ganas de vivir algo diferente le condujeron a hacer de su experiencia migratoria un elemento añadido de encierro en su condición social. Esta situación da lugar a una cierta ambivalencia cuando, por ejemplo, al volver a su país, su familia le pregunta «¿cómo te ha ido allá?». Este reencuentro está hecho a menudo de triunfos materiales efímeros y de dudas prolongadas sobre el futuro del Clan, que es también el de su familia. El dinero de la migración ganado por el Clan es una importante fuente de ingresos para su familia, si no la única, cuando los tiempos son más duros. Esta relación implica una fuerte dependencia de la familia y una gran responsabilidad para él.

31Sin embargo, la lectura de los hechos que hasta aquí marcaron la experiencia migratoria del Clan presenta indudablemente un sesgo, puesto que se asienta sobre un marco normativo fundado, entre otros, en el modelo del asalariado y de la ascensión social y en una cierta ideología del progreso. Según este marco explicativo, una distinción implícita aparece entre migrante «con» y «sin» papeles, haciendo de uno un trabajador internacional y del otro un lumpemproletariado ilegal. Existe, sin embargo, otra manera de entender la historial del Clan, fundada sobre la relación entre lo que él defiende, justifica y cree a propósito de su experiencia migratoria y lo que el investigador ve y comprende a través de sus justificaciones. Se confronta el mundo de Efraín, tal y como él lo construye, con la capacidad del investigador para reconstruir el código que organiza las relaciones en este mundo.

Interpretación del itinerario de un «profesional del vivir en otra parte»

32El arte de ir y venir es la capacidad de pasar de un lado a otro de una frontera que actúa como un río de posibilidades y restricciones. Es también la capacidad de permanecer un tiempo aquí, luego otro tiempo allí, y en esto entran en juego adaptaciones que se repiten, períodos sedentarios transitorios. Se trata a la vez de una técnica que implica un dominio, con sus diferentes grados de destreza y de práctica, y de un aprendizaje fundado sobre una experiencia directa, hecha de ensayo y error. Ser migrante no es un oficio, ni tampoco una vocación. Y sin embargo, el Clan hizo de sus idas y venidas entre México y Estados Unidos una especialización —un saber práctico— que podría perfectamente aparecer en un hipotético currículum de la migración clandestina y transnacional. Su situación, convertida en condición social, tiende a categorizarlo como un «profesional de la migración» y va más allá de la distinción jurídica entre migrante legal e ilegal.

33Cuando le preguntábamos al Clan, ante su larga trayectoria en Estados Unidos, si no deseaba ser regularizado y así, por ejemplo, poder considerar un reagrupamiento familiar en Kansas City, él eludía la cuestión o no comprendía bien nuestra intención. Kansas y Estados Unidos son para él un lugar de trabajo y no un lugar de vida, ¿por qué tendría que tratar de hacer permanente esta situación regularizándola?

34Para Efraín, Estados Unidos no es una tierra prometida, ni para él ni para su familia, sino tan sólo una manera de ganar dinero y satisfacer sus necesidades inmediatas y futuras. No hay ambigüedad en él, él es mexicano y desea seguir siéndolo. No se trata de nacionalismo, sino de forma de vida. Su elección no es política, sino antropológica. Sus idas y venidas no están guiadas por la intención de acumular un capital para invertir en México, en un taller de pintura, por ejemplo, como desearía el sociólogo moralista. El dinero que gana sirve para que su familia pueda vivir y para asumir, en el mejor de los casos, y poco a poco, los proyectos de cada uno de sus miembros, como por ejemplo que su hija Diana, la mayor, pueda continuar su educación con estudios superiores. Efraín se ha convertido a lo largo de estos años en un padre de familia responsable.

35Desde un punto de vista pragmático, las migraciones internacionales tan solo son un espacio de continuidad para construir nuevas experiencias. El minimalismo de esta definición tiene el defecto de ser vago y general, pero tiene el mérito de darnos a entender, en el caso de Efraín, que su experiencia vivida en Estados Unidos es una manera de repetir, en otro lugar, su vida construida en México y vincular las primeras experiencias de esta con otras nuevas. La continuidad entre unas y otras es también un signo de crecimiento de sus competencias. Efraín aprendió así a esquivar las trampas existentes en la frontera. En este sentido, migrar no es una ruptura con una vida anterior, sino, por el contrario, una manera de proseguirla en otro lugar. No hay dos Clanes, uno anterior y otro posterior a la migración, sino que se trata del mismo sujeto, con más experiencias, cuyo discurso se ha hecho más complejo. Por ello el relato de su vida aquí y allí no es un trayecto efectuado en línea recta, sino una manera de recorrer un terreno y su relieve, franqueando collados, atravesando desiertos o llanuras fértiles, como las de Kansas. Su proyecto migratorio y su historia se confunden en una única experiencia, fundidos ambos en uno, ajustándose a los avatares de una vida «clandestina» y transnacional.

36Este saber ir y venir es su marca de fábrica y su orgullo, y para el sociólogo una manera de aprender más sobre lo que significa migrar clandestinamente.

Notes

  • [1]
    Tanto el nombre como el apodo son ficticios.
  • [2]
    A Saúl, su hermano mayor, le tentaría la aventura y acompañará a Efraín durante más de un año en Kansas. Pero después de su retorno a México en 2011 no deseó volver a repetir la experiencia.
  • [3]
    Este término latinoamericano designa una fábrica en una zona franca que se beneficia de una exoneración de los derechos de aduana para poder producir a menor coste mercancías montadas, transformadas, reparadas o elaboradas a partir de componentes importados y cuya mayor parte salen luego como exportación (N. del Ed.).
  • [4]
    Véase Jorge Durand, «Tres premisas para entender y explicar la migración México-Estados Unidos», Relaciones. Estudios de historia y sociedad 21, n.°83 (2000): 19-35; Douglas S. Massey et al., «Teorías sobre la migración internacional: Una reseña y una evaluación», Trabajo 3 (2000): 5-50 [publicado originalmente en Population and Development Review 19, n.°3 (1993): 435-478]; Alejandro Portes, Josh DeWind, coords., Repensando las migraciones: nuevas perspectivas teóricas y empíricas (México: MAPorrúa/Universidad Autónoma de Zacatecas, 2006).
  • [5]
    Véase Hans Joas, George Herbert Mead: une réévaluation contemporaine de sa pensée (París: Economica, 2007).
  • [6]
    Véase Massey, «Teorías sobre la migración…».
  • [7]
    Véase Joas, George Herbert Mead…, 85-112.
  • [8]
    Véase Daniel Bertaux, L’enquête et ses méthodes: le récit de vie (París: Armand Colin, 2010), 37.
  • [9]
    A partir de los nombres de los lugares citados por el Clan en las entrevistas se desvela toda una geografía que comprende lugares como Santa Rita, San Isidro, Rancho Anapra, situados en la franja fronteriza de Ciudad Juárez, entre México y Estados Unidos, y que constituyen puntos de cruce de la migración clandestina; ciudades norteamericanas importantes como Kansas City, Austin o Denver; y metrópolis como Chicago, Miami y Nueva York. Del lado mexicano, ciudades como México, Monterrey o Irapuato fueron puntos de tránsito de su itinerario hacia Estados Unidos. Estos topónimos dibujan un auténtico mapa geográfico que representa las prácticas migratorias de Efraín.
  • [10]
    Término puesto de moda entre otros por el actual rector de la Universidad Nacional Autónoma de México, José Ramón Narro Robles, para designar a los jóvenes que ni estudian ni trabajan. La ociosidad forzada en la que se encuentran hace de estos jóvenes un ejército de reserva ideal para el crimen organizado.
  • [11]
    Por ejemplo, Efraín permaneció en Kansas durante cerca de dos años, entre 2009 y 2011, luego estuvo en México entre finales de 2011 y principios de 2012 y alternó desde entonces estancias cortas, acompañadas también de varios intentos fracasados de cruzar la frontera.
  • [12]
    Se trata de una red de centros de acogida y de asistencia para migrantes mexicanos y extranjeros creada por las autoridades mexicanas en colaboración con organismos religiosos.
  • [13]
    Extracto de la entrevista realizada el 5 de enero de 2011 en México.
  • [14]
    Kansas City presenta, en efecto, la particularidad geográfica de estar ubicada entre dos estados, el de Kansas y el de Misuri, entre los ríos del mismo nombre. Efraín se movió por estas dos ciudades, unidas y separadas por estos dos cauces.
  • [15]
    Véase Philippe Schaffhauser, «La religiosité des sans-papiers mexicains de Deer Canyon, États-Unis», Amérique Latine Histoire et Mémoire. Les Cahiers ALHIM 20 (2010): 37-56, doi: 10.4000/alhim.3609.
  • [16]
    Un trabajador social de la misión de origen norteamericano, pero que los mexicanos que estaban ahí albergados habían terminado por rebautizarle así como reconocimiento por su trabajo y sus esfuerzos con todos los sin techo recogidos en esta institución.
  • [17]
    Oscar Lewis, Los hijos de Sánchez (México: FCE, 1964).
Philippe Schaffhauser
Profesor de sociología e investigador en el Centro de Estudios Rurales del Colegio de Michoacán. Ha publicado Migration, dé-migration, retour au Mexique et droits des travailleurs migrants. Sociologie du mouvement des braceros (París: L’Harmattan, 2019).
Esta es la última publicación del autor en Cairn.
Subido a Cairn Mundo el 23/08/2021
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