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1 LUCE GUILBEAULT. — ¿Podemos afirmar que El segundo sexo ha tenido más repercusión en Estados Unidos que en Francia? Y si es así, ¿a qué se debe, desde su punto de vista?

2 SIMONE DE BEAUVOIR. — ¿Se refiere al momento de su publicación o a los años posteriores?

3 L.G. — Al momento de su publicación en inglés, en Estados Unidos.

4 S.B. — No sabría decir si tuvo más repercusión. Tuvo desde luego una acogida mucho más agradable para mí, porque la acogida de El segundo sexo en Francia, dada la «canalla francesa», fue muy ruidosa, muy escandalosa y con frecuencia cargada de rencor por parte de los hombres, que me acusaron de haber ridiculizado al macho francés. En Estados Unidos, la acogida fue mucho más serena e incluso diría que, en cierto sentido, mucho más «científica».

5 Ahora bien, es evidente que a lo largo de los veinte años que siguieron a El segundo sexo recibí muchísimas cartas de mujeres francesas y entendí que el libro había causado un verdadero impacto, que podría considerar íntimo, singular o personal. No tuve por supuesto tanto eco por parte de las mujeres estadounidenses. El segundo sexo fue por lo tanto para mí, durante mucho tiempo, un diálogo con las mujeres francesas antes de ser un diálogo en el ámbito internacional.

6 L.G. — Con El segundo sexo influenció enormemente a las primeras militantes del movimiento feminista estadounidense. ¿Podríamos afirmar que los textos de las feministas estadounidenses tuvieron a su vez una influencia, un aporte importante en su pensamiento?

7 S.B. — Desde luego me hicieron reflexionar enormemente: aunque no rechazo en absoluto El segundo sexo, hoy considero que no llegó lo suficientemente lejos. Y, en muchos aspectos, las investigaciones de las feministas estadounidenses lo han superado claramente en audacia y sobre todo en lo que yo llamaría propiamente feminismo. Lo que le reprocho a El segundo sexo ahora es haber confiado excesivamente en el futuro de la sociedad en general y, por ejemplo, en lo que a mí me pareció ser el triunfo del socialismo. Creía que, si se producía una mejora de la sociedad, la situación de las mujeres mejoraría necesariamente. Pero después de veinte años más o menos, cuando constaté que los países socialistas no eran mejores en esto que los países capitalistas, entendí que la lucha de las mujeres era una lucha absolutamente intrínseca, personal, individual, que solo las mujeres podían llevar a cabo. Es cierto que su lucha estaba vinculada a la lucha de clases y que, si el socialismo —en el verdadero sentido del término— veía un día la luz, el feminismo tendría más posibilidades de las que tenía en un país no socialista; pero esto no era suficiente: era necesario que las mujeres llevaran a cabo su propia lucha. Esto es precisamente lo que encontré en los libros de las feministas estadounidenses quienes, tal vez por tener menos esperanza que yo en el socialismo, lo entendieron muy pronto.

8 Hay un libro que me gustaría mencionar porque, desde mi punto de vista, no ha tenido el reconocimiento que merece, ni en Estados Unidos ni en Francia, y a mí me pareció muy interesante. Se trata de The Dialectic of Sex [La dialéctica del sexo], de Shulamith Firestone. Había en él cosas sobre el racismo, la infancia, la emancipación paralela de las mujeres y de los niños que me parecieron excelentes y que me hicieron reflexionar. Leí por supuesto a Betty Friedan en su momento. Y también a Kate Millett, cuyo libro me interesó mucho, aunque prefiero su último libro, interesante y muy rico desde el punto de vista de la experiencia feminista. [1] Leí también a Firestone, y muchos otros libros realizados por colectivos de mujeres en los que encontré muchas ideas que no contradecían las mías, pero que en muchos casos iban más allá. Algunas veces detectaba alguna que otra contradicción, pero era más bien yo, en efecto, la que estaba equivocada y las feministas estadounidenses las que tenían razón, logrando llegar más lejos que yo. Ellas me influenciaron mucho y me ayudaron a profundizar en mi propio pensamiento.

9 L.G. — Si tenemos en cuenta la influencia que usted tuvo en las primeras militantes estadounidenses y que, en cierto modo, usted se ha convertido en un símbolo del feminismo, podemos pensar que casi se vio forzada a una acción militante, a una solidaridad feminista dado que tres años más tarde, después de la fundación del MLF (Mouvement de libération pour les femmes, Movimiento de Liberación de las Mujeres) entró usted en contacto con sus militantes.

10 S.B. — Sí. Pero no fue en absoluto debido al impacto que mi libro podía tener en ese momento en Estados Unidos. Yo no estaba verdaderamente al tanto. En realidad, lo supe más tarde, cuando hablé con algunas feministas estadounidenses. Lo que me llevó a cambiar de posición fue el contacto que tenía con algunas mujeres del MLF. Ellas vinieron a verme para hablarme del problema del aborto y pedirme que participara en una acción para cambiar la ley sobre esta cuestión. Entonces empecé a trabajar con ellas. Fue militando como me vi comprometida, no a causa de lo que hubiera escrito antes, sino a raíz de lo que me proponían en ese momento y de mis intereses.

11 A raíz de esto me involucré en sus acciones, participé con ellas en manifestaciones y reflexioné con ellas. También reflexioné sobre lo que le comentaba anteriormente, es decir, que el problema específico del feminismo es que las mujeres como militantes solo pueden contar con su propia acción para lograr un giro en su situación, mientras que hasta ese momento pensaba que esto podría obtenerse participando simplemente en las luchas de los hombres que tratan de conseguir un cambio en la lucha de clases.

12 L.G. — Y este trabajo que ha realizado con las feministas, todas esas reflexiones, toda la evolución del movimiento en Francia, entre otras cosas, ¿le han despertado el deseo de escribir otro libro que sea, esta vez, a un tiempo teórico y militante?

13 S.B. — No, no. Creo que necesitamos otros libros. Son precisamente otras mujeres, con otras experiencias, mujeres más jóvenes que yo, las que deben escribir esos nuevos libros. Yo ya no tendré además el tiempo; ya soy demasiado mayor.

14 Hay cosas que, sin embargo, habría que corregir por completo. Sería necesario rehacer de cero el psicoanálisis desde un punto de vista feminista y no limitarse solo a modificar de forma parcial el psicoanálisis freudiano. Pero habría que tener veinte o veinticinco años para poder emprender quince años de estudios y, a continuación, ponerse a escribir libros. Es algo que yo ya no puedo hacer. Tengo por supuesto la intención de seguir trabajando con las mujeres que militan y llegado el caso escribiré artículos, ensayos feministas, militantes, teóricos y comprometidos. Pero no me planteo hacer un libro tan importante como fue en su época El segundo sexo.

Notes

  • [*]
    Entrevista realizada durante el rodaje de la película de la directora quebequense Luce Guilbeault, American Feminism (1975). Agradecemos a Carole Roussopoulos e Ioana Wieder, autoras de la película, el habernos autorizado a reproducir el texto de esta entrevista.
  • [1]
    Kate Millet, En pleno vuelo (Barcelona: Hacer, 2007).
Subido a Cairn Mundo el 05/04/2022
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