1 No basta con tener la apariencia de una «mezcla» para ser mestizo. Los magrebíes no son, desde este punto de vista, una mezcla entre negro y blanco; no son «grises». Las personas de piel trigueña no son mestizas por su color de piel. Si lo son, es porque el padre y la madre pertenecen respectivamente a grupos culturales suficientemente diferentes, algo que, en el caso de los mestizos blanco-negro, corresponde a colores de piel distintos. Pero los mestizos son reconocidos, en primer lugar y, ante todo, por el color de su piel, por su apariencia física.
2 El de los mestizajes es tema de actualidad porque los desplazamientos son más fáciles que antes y los intercambios entre las poblaciones aumentan por razones económicas, cuando la pobreza aleja de sus países a los refugiados del sur o del este, o cuando el interés comercial hace que los occidentales se muevan hacia estos países. Todavía hoy muchos exilios son la consecuencia de situaciones políticas. También hay más adopciones de niños de otros lugares. Esta cuestión de los mestizajes genera a menudo la preocupación de la disolución de la identidad, pero, como sabemos, no es algo nuevo, puesto que los hombres y las mujeres siempre han viajado, ya sea de forma voluntaria u obligada. El miedo al otro nunca constituyó un obstáculo insuperable para el ser humano. Estos desplazamientos hacen que se relacione con otros. Aun cuando no compartan totalmente las representaciones de estos semejantes, hombres y mujeres pueden unirse a ellos, sexualmente, transgrediendo las prohibiciones, bien mediante una violación para consolidar su dominación o voluntariamente, desobedeciendo de ese modo la prescripción de la cultura de sus propios padres. A veces es un acto de lealtad al dominador como, por ejemplo, en el Congo después de la colonización belga. De estas relaciones sexuales voluntarias o forzadas nacen seres llamados «mestizos». Los mestizajes no se limitan al nacimiento de seres, sino que afectan también a las prácticas y a las teorías. Es así como se crean y viven las culturas. Mi contribución se centrará en la cuestión de los seres que llamamos «mestizos».
El nacimiento de los mestizos
3 El proyecto del que surgen los mestizos es una transgresión. Esta transgresión es deliberada porque el hombre o la mujer que elige a una pareja sexual de un grupo distinto del de sus padres desobedece y lo sabe. Esto va acompañado de sufrimiento durante un tiempo. Se fuerza a los padres a aceptar esta elección. En los abuelos de los mestizos siempre hay algo de resignación; incluso cuando —o tal vez debido a ello— la relación entre abuelos y nietos más tarde suele ser pasional. Cabe preguntarse si no es al fin y al cabo una forma de realización de ese deseo de transgresión inscrito en todos los sujetos. En las peores barbaries se dan violaciones, pero también relaciones voluntarias entre hombres y mujeres enemigos. Debe existir un placer de posesión o de apropiación del otro que funciona como fantasma. Los mestizos que nacen de estas relaciones forzadas o voluntarias no pueden ser limpios, son una «corrupción de la pureza», como diría François Laplantine, en el sentido de que no pueden pertenecer totalmente a ninguno de los dos grupos. Son diferentes, rebeldes, sorprendentes, fascinantes. Superan a los dos grupos y se sitúan más allá de ellos. Los mestizos nunca están donde queremos que estén. Es su especificidad. Desde la primera mirada, los mestizos que son fruto de una transgresión realizan una transgresión al situarse fuera de lugar. No son parecidos a sus padres; son diferentes y esto se ve a simple vista. Hay una forma de provocación implícita desde su nacimiento. El nacimiento de estos mestizos plantea siempre algunos problemas. Entre estos, hay uno que surge al verse físicamente diferentes de sus padres. El principio de realidad —que no es otro que el cuerpo humano como condición del alma— se reconoce en el rostro, las formas, el color, el olor, el llanto. Y esto es así para cualquier hombre y cualquier mujer. Distinguiremos por lo tanto entre el niño, el adulto, la joven, el joven, el hombre, el animal y el monstruo, el mestizo.
4 Esta realidad hace que perciban los datos del mundo de manera diferente y que, por ello, no piensen como sus padres; existe un pensamiento mestizo. El nacimiento de los mestizos es problemático porque, como señalan François Laplantine y Alexis Nouss (2001) en el prefacio de su obra Métissages, «tanto en la vida de los individuos como en la de las sociedades, el antimestizaje es la norma, o al menos la tendencia principal». [1]
El mestizaje como fuente de diferenciación
5 El término mestizaje procede de las ciencias naturales y hace referencia a la noción de cruce, de mezcla de personas que pertenecen a culturas diferentes. En la sociedad actual, marcada por la globalización, el mestizaje hace pensar en la homogeneización de las culturas, algo que desencadena un movimiento de repliegue identitario en algunos. Pero la historia nos enseña que el fenómeno del mestizaje no es nuevo; existe desde el inicio de los tiempos; a pesar de ello, el mito de la pérdida de identidad persiste y alimenta el miedo al otro y su rechazo.
6 El mestizaje se presenta como la solución natural que subyace al movimiento continuo de creación de nuevas entidades culturales. Esto puede parecer una paradoja; el mestizaje como fuente de diferenciación.
7 Existe en la actualidad mucho entusiasmo por todo lo que está coloreado con un trasfondo de pensamiento comercial. Lo «étnico» está de moda, los mestizos son populares porque generan ventas. Yannick Noah o Amel Bent son dos ejemplos actuales de esto, pero, más allá del fenómeno, ni Amel Bent ni Yannick Noah han sido «fabricados» por la moda. Ciertamente, el mestizaje nos hace pensar en mezcla de materiales, mezcla de colores, pero no podríamos resumir el resultado en un simple producto en todos los sentidos del término. Lo que caracteriza a los mestizos es la dificultad para clasificarlos en una categoría, porque las fronteras sociológicas establecidas entre las categorías identitarias se confunden, y esto hace que los mestizos fascinen. La mirada se detiene en ellos. Los referentes clásicos ya no funcionan, o mejor dicho, funcionan de otro modo. Los mestizos no juegan necesariamente con esto. Tienen una identidad propia.
8 Como afirma muy bien Marika Moïsseeff (2005), «para quien se ve a sí mismo como mestizo y es considerado como tal porque sus ascendientes pertenecían supuestamente a grupos fundamentalmente distintos en naturaleza, en razón de la diferencia de sus apariencias físicas, las cuestiones identitarias son claramente específicas y negarlas equivale a privarse del análisis de los datos efectivos a los que remite el racismo». Sin esta realidad física, el asunto de los mestizajes se plantearía de otro modo. Se debatiría esencialmente qué es normal y qué no lo es. Se hablaría de la intensidad de los trastornos y de su clasificación. Se hablaría de locura.
9 El trabajo con los niños y los adolescentes mestizos nos muestra en todos los casos que las cosas no son como decidimos que sean. Para poder tratarlos hay que aceptar su diferencia y reconocerlos en su identidad.
El lugar de los mestizos
10 El país de los mestizos, la «Mestizolandia» es, como diría Edgar Morin (2003, 175), «una provincia francesa, pero una provincia que no está territorializada». Y la cultura de los mestizos no es una mera adición de la cultura paterna y materna, de la cultura de aquí y de allí. Es una cultura de aquí-allí-aquí-ahora.
11 Todo iría bien si todo el mundo respetara las reglas comunitarias y se mantuviera en su lugar. Una de dos: o el orden o el desorden, negro o blanco, y esto es lo que los mestizos ponen en cuestión.
12 Los mestizos no están donde se les encasilla. Vienen de dos mundos diferentes. Tras su nacimiento, viven en un tercer mundo que crean continuamente. ¡Todos los padres de niños mestizos experimentan esto!
13 Nunca son una mera mezcla, como podría imaginarse. Están en otro lugar y pasan de un lado a otro sin renegar de sí mismos.
14 En una entrevista publicada en la revista L’autre, encontramos las siguientes declaraciones de Edgar Morin (2003, 175): «¿Cuál es la fuerza de Cervantes en su genial obra Don Quijote? Que critica lo imaginario a través de lo real, pero también lo real a través de lo imaginario […] y, por supuesto, Don Quijote no está loco, es una persona que no puede vivir en el mundo prosaico, necesita transfigurarlo».
15 Los mestizos cuestionan el orden establecido.
16 No me parece posible abordar esta cuestión de los mestizajes si se rechaza su rastro vivo y, cuando digo vivo, no pienso en los conceptos, pienso en la gente, los que vemos en el metro, los que esperan en la oficina de correos y los que están en las salas de espera de los psiquiatras o de los trabajadores sociales. Pienso en quienes nacieron mestizos como hijos nuestros y que tanto se parecen a los otros niños. Pienso también en la vida de todos los días en las situaciones humanas, la alegría, la fiesta, el banquete, pero también en la enfermedad, el dolor, el sufrimiento, el miedo, la angustia, el amor y también la muerte.
17 Los mestizos blanco-negro por ejemplo no son blancos hasta cierto límite o, en sentido inverso, no son negros hasta que empieza la «blanquitud». Pensamos en mezcla de colores y, al mismo tiempo, intentamos separar y distinguir siempre los dos colores iniciales, como si tuviéramos miedo de contemplar seres no naturales, híbridos, impuros, que hay que purificar volviendo al origen para humanizarlos, monstruos. Este hecho es observable en los abuelos de los mestizos, quienes suelen estar vinculados a sus nietos por un vínculo pasional, con todos los riesgos que esto implica. En estos abuelos hay, primero, un sentimiento de orgullo. Este sentimiento va unido al temor de que sus nietos se les escapen, como si su misión fuera la de transmitirles de manera absoluta su cultura y su descendencia para vincularla a «su» humanidad, para poner orden.
18 Este sentimiento de orgullo tan solo es equiparable a la turbación que experimentaron al conocer la unión de su criatura con otra de cultura diferente. Hacen de su nieto o nieta el extranjero ideal que pasean por su cultura y al que abren puertas que, por pudor o por falta de representación, suelen permanecer cerradas para sus yernos o nueras. Los instruyen en su gusto y les muestran con mucha aplicación las «buenas maneras», tal y como son definidas por su propia cultura.
19 El temor es ante todo el de ver a sus nietos convertirse en otros. Por ejemplo, en el caso de ascendientes blancos y católicos con un yerno o una nuera de origen africano, el riesgo puede ser el islam o la delincuencia o ambos. El miedo a que se conviertan en pendencieros. También puede ser el miedo a la poligamia, que los otros llevarían en la sangre. Para los abuelos negros, si la familia política es blanca, será el miedo a que los nietos pierdan el sentido de la familia, los gustos culinarios de los negros. Es cierto que no hay nada más terrible que comer quenelles, pero quienes comen quenelles ¿son por ello menos humanos? Los mismos que comen quenelles sueñan con comer ancas de rana, ¡qué horror! Además, sus machos no están circuncidados. Son como los albinos, blancos, pero no saben bailar. Como los albinos, no soportan el sol porque sus ojos de gato son frágiles; son todos zurdos y viven otro mundo. Y algo más, pueden ver claramente en la oscuridad ¡y no pueden comer los alimentos con especias! También existe el temor al suicidio y a la violencia en general, porque ciertos colonos dejaron tras su paso una imagen de barbarie. En Togo, por ejemplo, el pueblo ewé suele hablar sobre cómo el gobernador francés Maillet hacía que se golpeara a los muertos para asegurarse de que no estaban simulando. Esto dejó una memoria espantosa de lo que los blancos son capaces de hacer. O el miedo a que el nieto se sienta atraído por las armas de fuego, por el tabaco, etc.
20 Los mestizos, por su parte, aceptan estos viajes en las culturas de sus abuelos sin angustia. Tienen la capacidad de resolver estos problemas basados sobre todo en el miedo al otro. Creen siempre en su propia cultura y se enriquecen sin cesar, y enriquecen también a su entorno.
La atención a los mestizos
21 En el ámbito de la atención física o psíquica, así como en el trabajo social, pueden existir estos miedos y existirán si las ciencias sociales y humanas esquivan la cuestión de la diferencia que es, ante todo, la de la apariencia, y que es esencial. Siempre hay una reticencia en este ámbito a afrontar la diferencia física del otro, lo que fundamenta su identidad. Se pasa demasiado rápido a la universalidad del alma como noción o concepto que pasa por alto la realidad corporal que la condiciona. Al mismo tiempo, me parece que se reflexiona más sobre la ética en el ámbito asistencial y se ha dejado un poco de lado el cuerpo en su realidad, algo que refleja, desde mi punto de vista, la dificultad que experimentamos para acoger las culturas de la gente en su diversidad.
22 Los terapeutas suelen tener miedo a devaluar su método y convertirlo en una concepción del mundo y caer así en la ideología. Este riesgo no debe impedir reconocer la importancia de las formaciones del inconsciente, es decir, los actos fallidos, los lapsus, los síntomas, los sueños, las transferencias, todas ellas condicionadas por la cultura, la lengua y que son aportadas al terapeuta como material que no puede ser descartado de un plumazo.
23 Si los mestizos tienen un sentido tan agudo de la metáfora como se observa tan a menudo en la clínica es tal vez porque son como su padre y como su madre. Una manera de ser otro.
La creatividad de los mestizos y su estatus iniciático
24 Cuando se le pregunta a la gente por el mestizaje, a menudo lo que se obtiene es una mezcla de «culturas», esto significa sobre todo cocina y música. Aceptamos ciertas diferencias, siempre hasta cierto punto. El mestizaje se convierte, de esta manera, en una forma de hablar, de comer, la música que escuchamos y la manera de vestirse, a veces la decoración o una mezcla de colores. Esta manera de ver las cosas tiene la ventaja de ser divertida, al menos en apariencia. Se trata de maneras de hacer y esto deja espacio para cierta creatividad. Elegimos una receta que podemos adaptar como queramos. Seleccionamos discos y podemos escucharlos en un orden y un volumen que podemos modificar según nuestra voluntad. En las recetas de cocina podemos poner más o menos sal, aderezar el gusto, añadir o quitar tal o tal especia, cambiar las medidas para obtener el gusto que más se ajusta a lo que buscamos. En cuanto a la música, como esta no se come y, en principio, no tiene ningún olor, basta con seleccionar los discos, ponerlos más visibles y esto da una imagen de la cultura musical y del grado de apertura que tenemos. Podemos, en función de lo que queremos mostrar, en función del acontecimiento, de los invitados y del lugar, realizar el «mestizaje» deseado.
25 Este tipo de mestizaje es como una construcción que tiene una intención, un objetivo.
26 No hay en este mestizaje lugar para el desorden, lo inesperado, la sorpresa. Este mestizaje es concebible, modificable a voluntad, ecléctico, pero finalmente solo deja posibilidades finitas de existencia. Por ser desechable pertenece a una categoría de conductas adquiridas. Refleja una interrupción momentánea de la identidad. Se trata de un mimetismo, «hacer como ellos».
27 Esta conducta puede ser imperativa cuando necesitamos que nos acepten en una sociedad de acogida. Detrás de ella está el miedo al rechazo o la necesidad de un reconocimiento social. Lo que mostramos en este caso suele ser deforme, más bien rígido, en cierto modo fuera de lugar, en todo caso superficial y desafectado, descarnado, un préstamo. Finalmente, lo que se muestra aquí es una cosa muerta, utilizada con un objetivo preciso. ¿Logrará su objetivo? Pero el tiempo que se le «concede» pasa y la conducta pierde todo su valor, dejando al autor un sentimiento variable, según pertenezca a la clase dominante o dominada. En el primer caso, su poder aumenta y crece; en el segundo, la duda lo atrapa, porque es consciente de una carencia. Luego podrá recuperar la confianza según sus medios. En este mestizaje, el sujeto se esfuerza en dominar su efecto. No hay penetración, pude haber una adición, nuevos recursos, pero no hay experiencia iniciática.
28 Tal vez no hemos examinado de manera sucesiva las diferentes formas de mestizaje, pero sí hemos analizado juntos los problemas que plantea: problema de identidad, infracción al orden, transgresión, sufrimiento, etc. Es lo inesperado, lo imprevisto, lo que se manifiesta tras pagar un precio: el precio de una renuncia después de un encuentro. Lo entenderemos también como enriquecimiento mutuo y como una necesidad.
Las mujeres mestizas
29 Este fenómeno es fuente de fantasmas, específicamente sexuales, en las comunidades mayoritarias de las sociedades en las que viven estos mestizos.
30 Las mujeres mestizas tienen una belleza legendaria. Por esta razón no se las rechaza en todas partes, pero tampoco se las acepta completamente. Ellas se acercan voluntariamente a la minoría, pero pertenecen al tercer grupo que está en el comienzo: 3, 2, 3… y vuelta a empezar.
31 Cuando se hacen madres, presentan a su hijo un mundo expandido. ¿Experimentan lo mismo todos los bebés?
Notes
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[1]
Traducción propia (todas las traducciones de citas textuales en este artículo lo son).