Especialmente en lo que respecta a los síntomas de los adolescentes, la noción de trastorno límite de la personalidad ha confirmado el valor de un enfoque dimensional y evolutivo frente a los diferentes modos de funcionamiento psíquico, en lugar de un enfoque categórico rígido. Dentro de este marco semiológico, surge una redefinición de la noción de comorbilidad, en particular para los trastornos postraumáticos. La recurrencia psicotraumática sugiere, actualmente, que es menos la pérdida de una triangularización rígida de los conflictos que el impacto de estímulos sensoriales, prematuros con respecto a las capacidades del individuo, lo que explica el aumento del diagnóstico. Esta constatación renueva el interés terapéutico de un cuidado institucional con mediaciones muy ajustadas, especialmente corporales.