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Durante la gran crisis fiscal de Nueva York, los incendios provocados y el abandono dejaron el paisaje de la ciudad marcado por las cicatrices de edificios en ruina y parcelas vacías llenas de escombros. En lugar de mejorar sus propiedades, los dueños de los inmuebles los abandonaron; los ladrones entraron a arrancar las tuberías de cobre de las paredes y los suelos; las cañerías se desbordaron y el agua se congeló y causó grietas en los muros; adictos y personas sin hogar se instalaron en las desoladas estructuras, y la delincuencia callejera destruyó el tejido de barrios enteros. La respuesta de la ciudad consistió en derribar los edificios abandonados en peor estado y levantar vallas metálicas en torno a las parcelas vacías. Es la década en que las palabras «sur del Bronx» se convirtieron en todo Estados Unidos en sinónimas de deterioro urbano.
Una de las respuestas populares a dicho fenómeno fue la creación de «parques comunitarios». Armados con picos y grandes tenazas, grupos con nombres como «Green Oasis» [Oasis Verde] y «Green Guerilla» [Guerrilla Verde] levantaron pequeños jardines en los terrenos abandonados y en ruinas. Los activistas ofrecían plantas y árboles gratis a voluntarios del barrio y lanzaban por encima de las vallas sacos de musgo y fardos de semillas de flores silvestres. «Era una forma de desobediencia civil», recordaba uno de los primeros miembros de Green Guerilla. «Le estábamos diciendo al Gobierno: si no lo hacéis vosotros, lo haremos nosotros»…
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