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La destrucción del World Trade Center por dos aviones-bomba suicidas el 11 de septiembre de 2001 dejó a la mayoría de los estadounidenses aturdidos, humillados y encolerizados. A muchos les sorprendería saber que las muertes del 11 de septiembre de 2001 eran comparables en número —aunque no en concentración espacial— con las provocadas por el holgado historial de atentados suicidas a partir de principios de la década de 1980, en Beirut a principios de dicha década, en el Sur de Asia a principios de la de 1990, en Israel/Palestina durante toda esa misma década y en Irak, contra los ocupantes norteamericanos y sus aliados locales, en 2003-2004.
De hecho, cuando Eli Berman y David Laitin examinaron la cifra de víctimas de atentados suicidas antes y después del 11 de septiembre, descubrieron que 420 personas habían muerto en 1983, 400 en 1998, y más de 200 en cada uno de los años de 1985, 1995 y 1996 (Berman y Laitin, 2005: tabla A2). Además, las cifras probablemente sean muy superiores después de la guerra de Irak. La figura 6.1, calculada a partir de la cuidadosa reconstrucción realizada por ambos autores y que registra la evolución por periodos de tres años de la cifra media de atentados suicidas en todo el mundo desde 1983 a 2002, muestra que los atentados suicidas aumentaban constantemente antes del 11 de septiembre de 2001.
Antes de convertirse en instrumento predilecto de los mártires islamistas, los atentados suicidas formaban parte de una gama de acciones mucho más amplia…
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