Estamos en 1920, en el puerto de Hamburgo, cuando un joven embarca en el vapor Leviathan con destino a Nueva York. Moishke Tarabeur ha abandonado su shtetl en lo que era entonces Polonia y ahora es Bielorrusia. La población de Kletsk se ha visto atrapada en la guerra entre Polonia y el nuevo Estado soviético, que se ha zanjado con el establecimiento de la frontera justo al este de la villa. En la década de 1920, Kletsk era una entre centenares de localidades de mayoría judía en la Zona de Asentamiento entre Varsovia y Moscú. Tenía un próspero comercio de ganado, pero no contaba aún con la gran fábrica de calzado que se crearía bajo gobierno soviético. Sus más de tres mil judíos practicaban el culto en siete sinagogas y había, además, iglesias católicas y ortodoxas y una mezquita para la minoría tártara.
Los judíos de Kletsk se dedicaban principalmente al comercio en el centro de la población, pero eran pocas las fuentes de empleo para los jóvenes y casi no había servicios públicos. La comunidad se proveía a sí misma de escuelas gracias a la ayuda mutua y a la caridad, pero ni sus miembros ni los vecinos tenían servicios médicos, y no había un hospital en kilómetros de distancia. Igual que miles de personas más, Moishke dejó su hogar huyendo de la pobreza, del desorden y del antisemitismo que invariablemente sigue a cualquier rebelión popular en esa parte del mundo.
En 1928, naturalizado ya con el nombre «norteamericano» de Morris, Moishke volvía a casa a ver a su familia y a buscar novia…