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¿Podemos protegernos de nuestros sesgos cognitivos?

Cerca de trescientos sesgos cognitivos han sido identificados por los psicólogos desde los años setenta. El responsable es nuestro cerebro, que es heredero de una larga historia evolutiva y no obedece necesariamente a las reglas de la lógica.


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En Volumen 2, Número 1, 2022

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1 Cerca de trescientos sesgos cognitivos han sido identificados por los psicólogos desde los años setenta. El responsable es nuestro cerebro, que es heredero de una larga historia evolutiva y no obedece necesariamente a las reglas de la lógica. Considerados como naturales, estos sesgos conforman nuestra vida cotidiana, nuestra concepción del mundo, nuestras ideas preconcebidas; nos inducen a error y refuerzan nuestros prejuicios. Pero dado que son omnipresentes, ¿no tendrán tal vez una función también positiva?

2 La mayor parte de los psicólogos prefieren no extenderse sobre esta cuestión de fondo, para centrarse en los efectos dañinos de estas desviaciones del pensamiento y reflexionar en cómo remediarlo. Especialista de la educación, Pascale Toscani coloca en el centro del proceso nuestra aversión a la «disonancia cognitiva» y la búsqueda de medios de satisfacer nuestro «confort psicológico». A partir de una gran encuesta, los economistas Caroline Hussler y Patrick Rondé muestran que los expertos, al igual que el común de los mortales, tampoco escapan a los sesgos cognitivos. El hecho es confirmado por tres especialistas quebequenses, que analizan el efecto del sesgo de confirmación en la práctica de la psicología clínica. También queda ilustrado por una encuesta europea realizada con expertos de los servicios de información. Para todos estos autores está claro que no saber protegerse de los sesgos cognitivos propios puede tener consecuencias perniciosas en la vida cotidiana, así como también en la vida pública y en el ejercicio de una profesión. En nuestro último artículo, el psicólogo suizo Pascal Wagner-Egger previene, sin embargo, contra el riesgo de simplificar el sujeto. Diferencia, en el seno de la comunidad de los psicólogos, más de seis actitudes epistemológicas diferentes ante los sesgos cognitivos.

3 Damos la palabra a su colega Sebastian Dieguez, que previene también contra el riesgo de simplificar demasiado: los sesgos cognitivos recogidos muestran a menudo «registros muy diversos». Subraya el interés de comparar el mundo de los sesgos cognitivos con el de las ilusiones perceptivas.

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5 NUESTRA SELECCIÓN

6 Pascale Toscani; Caroline Hussler, Patrick Rondé; Serge Larivée, Carole Sénéchal y Zoé St-Onge.

7 Y también Axel Dyèvre, Pascal Wagner-Egger.

8 Carta blanca a Sebastian Dieguez.

Cerebro humano, Traité de l'anatomie de l'homme por J.M. Bourgery, 1831-1854/ CC3.0

Rigidez cognitiva

9 Una manera de abordar la cuestión de los sesgos cognitivos es comenzar por evocar ciertos aspectos del funcionamiento de nuestro cerebro y de su desarrollo desde la primera infancia. A esto se aplica en la revista Futuribles la cognitivista Pascale Toscani, especialista del campo de la educación. Se ha descubierto que nuestro cerebro «trabaja antes que nosotros, es decir, antes de que la información llegue a nuestra consciencia», nos explica Toscani. En efecto, «nuestras neuronas crean constantemente puentes entre nuestro pasado y nuestro futuro, entre lo que hemos vivido o aprendido y lo que podemos proyectar de estas experiencias y conocimientos». Como consecuencia de esto «podemos caer en procesos de resistencia» para no cuestionar algunos de nuestros hábitos de pensamiento. Para mantenernos en nuestra zona de confort, tenemos una tendencia natural a «realizar una selección» entre las informaciones y creencias que nos convienen y las que no nos convienen. De ahí surge una «rigidez cognitiva» que puede conducirnos a una forma de «ceguera». Pascale Toscani recuerda los célebres trabajos del psicólogo Leon Festinger sobre la disonancia cognitiva y los esfuerzos que hacemos para evitar lo que él llamaba una «sensación de malestar psicológico». Evoca también los de Daniel Kahneman y Amos Tversky, más recientes. Estos señalan una serie de sesgos cognitivos que son a la vez mecanismos de defensa contra el riesgo de disonancia. Tomando el ejemplo de las investigaciones sobre la inteligencia, muestra que los propios científicos tampoco están a resguardo de este tipo de sesgos, dependiendo de si privilegian o no el carácter innato de esta facultad.

10 La segunda parte de su artículo la dedica a analizar la posibilidad de que la enseñanza dedique más esfuerzos a la prevención de los sesgos cognitivos. Su conclusión es a la vez prudente y optimista: por un lado, «es probablemente imposible liberarse de los sesgos cognitivos, independientemente de que seamos jóvenes en fase de aprendizaje o adultos», por el otro, «conocer y comprender el mecanismo de los sesgos cognitivos es en realidad un recurso potente para enseñar y aprender». La cuestión de fondo sigue siendo a su parecer la siguiente: «¿Somos finalmente capaces de mirar el mundo de otro modo que no sea a través del prisma de nuestra propia subjetividad?».

Pascale Toscani es investigador asociado en la Universidad Paul Valéry de Montpellier, responsable de GRENE.MONDE, laboratorio de investigación en neurociencias y educación.

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El códice de sesgos cognitivos, John Manoogian III, 2016 / CC4.0

Los expertos no están a salvo

12 En los temas sociales sujetos a debate en el plano científico o tecnológico, y a fortiori en caso de urgencia sanitaria o ambiental, los decisores recurren a los expertos. En Francia, y en otros lugares, los fracasos repetidos en la gestión de crisis (sangre contaminada, vacas locas, dioxina, etc.) han llevado a introducir el principio de precaución, que traslada más que nunca el juicio de los expertos al centro de los debates. Pero, dejando a un lado el hecho de que los expertos no están siempre de acuerdo entre ellos, ¿cómo podemos asegurar la objetividad de su opinión? En la revista Economie & prévision, los economistas Caroline Hussler y Patrick Rondé concluyen, a partir de una encuesta realizada con más de 1200 expertos franceses, que estos no están a salvo de los sesgos cognitivos. En particular, son especialmente susceptibles de caer en lo que los anglosajones llaman el self-serving bias, que consiste en privilegiar, conscientemente o no, los juicios que favorecen sus intereses profesionales.

13 La noción de experto varía según los contextos. En este caso, los dos investigadores han optado por «una definición más restrictiva»: especialistas «designados de manera ad hoc por una autoridad superior». Las cuestiones planteadas estuvieron relacionadas con «la importancia que le otorgarían a 1150 propuestas tecnológicas de futuro». A cada experto se le pedía en primer lugar que «evaluara su propio nivel de conocimiento» sobre estos diferentes temas. Un conocimiento «muy alto» o «alto» significaba que el experto se consideraba como un especialista en la materia, siendo estos no más de un 10 por ciento del total. Visto el alto número de temas abordados, la mayoría admitía tener de ellos un conocimiento «nulo»: podían ser por tanto considerados como «profanos» en la materia. Entre las dos categorías, los que decían tener un «conocimiento limitado» eran considerados como «iniciados».

14 Resultado: los expertos que indicaban tener el grado más alto de conocimiento en un tema eran también los que le concedían más importancia. Según los autores, esto «pone de evidencia una tendencia de los expertos a privilegiar los campos y los temas en los que están implicados». En otras palabras, «cuantas más competencias punteras sobre un tema tienen los expertos, más consideran que este tema es primordial para el futuro de la sociedad». Algo que habría que relacionar con el hecho de que «el interés [material] principal de los científicos reside en la asignación de fondos para su ámbito de investigación».

Caroline Hussler es profesora de gestión en la Université Jean Moulin-Lyon 3 (Universidad de Lyon 3).
Patrick Rondé es profesor de economía en la Université de Strasbourg (UNISTRA – Universidad de Estrasburgo).

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El doctor Syntax asistiendo a una demostración científica en la Royal Institution, London. W. Combe./ CC4.0

El sesgo de confirmación en la psicología clínica

16 El sesgo de confirmación puede ser el sesgo cognitivo por excelencia. Consiste en reforzar las ideas asumidas seleccionando las informaciones que las confirman: es una manera simple y natural de evitar los fenómenos de disonancia cognitiva. Los psicólogos canadienses Serge Larivée, Carole Sénéchal y Zoé St-Onge, especializados en terapia infantil, estudian sus efectos en la psicología clínica. En la revista Enfance muestran sucesivamente cómo este sesgo suele estar activo en la adquisición de conocimientos nuevos que hace el terapeuta en la propia evaluación clínica, en la evaluación de los efectos de la intervención clínica y en sus evaluaciones ante un tribunal de justicia. Varios estudios muestran que «incluso ante nuevos conocimientos que pueden serle útiles en su práctica, el clínico puede muy bien orientar su búsqueda de informaciones para reafirmar los conocimientos que ya tiene». Haciendo ellos mismos una investigación sobre el sesgo de confirmación en las publicaciones especializadas, muestran asimismo que su lectura puede estar también afectada por dicho sesgo. Después de repasar las críticas habituales dirigidas a los psicoanalistas, cuyos análisis no son «comprobables», evocan una serie de experiencias convincentes llevadas a cabo desde los años setenta en psicología clínica que muestran la imposición del sesgo de confirmación en la psiquiatría adulta. La tendencia es igualmente significativa en los clínicos experimentados y en los principiantes. Y se manifiesta también en la evaluación de los resultados: «la observación de verdaderas mejorías en un paciente puede inducir al clínico a pensar que estas mejorías son el resultado directo de su intervención, cuando pueden ser tal vez imputables a una causa externa, como el efecto placebo». El fenómeno es tan potente que según un estudio, prevenir explícitamente contra el sesgo de confirmación no tiene efecto alguno en el comportamiento de los clínicos. Ante un tribunal de justicia, el sesgo de confirmación «puede hacer que un interrogatorio se desvíe siguiendo una falsa pista». Los autores evocan varios métodos concebidos por psicólogos para «evitar este fenómeno». A pesar de que ninguno les parece realmente garantizado, ven en estas propuestas una «necesidad ética». Concluyen abordando el problema al revés: «si el fenómeno está tan extendido es ciertamente porque es de alguna utilidad. Respondería a la necesidad de confianza, a la necesidad de proteger al ego, a la necesidad de coherencia y a la necesidad de facilitar la toma de decisiones».

Serge Larivée y Zoé St-Onge enseñan en la Escuela de Psicometría de la Université de Montréal (UdeM – Universidad de Montreal).
Carole Sénéchal enseña en la Facultad de Educación de la University of Ottawa (Universidad de Ottawa).

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Personificaciones de las matemáticas y la geometría, Charles Lucy (1692- 1767), National trust, Charlecote Park,

Carta blanca

Sebastian Dieguez: «En el fondo, una especie de egocentrismo natural».

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Se han contabilizado hasta 288 sesgos cognitivos. ¿No es acaso el sesgo de confirmación el más importante de ellos?
Ciertamente, en estos últimos años, ha habido una inflación del número de «sesgos cognitivos». El problema es que muchos de estos fenómenos pertenecen a registros muy diversos: la psicología humana es rica en «efectos», «ilusiones», «heurísticas», «errores», «excesos», «actos fallidos», «abusos», etc. Y todo esto tiene que ver además con ámbitos diferentes: la toma de decisiones, la percepción, el razonamiento, la inferencia, la memoria, la evaluación de las probabilidades y de los riesgos, el yo, los otros, los valores, las emociones… El resultado es que, por ahora, no existe ninguna teoría realmente sólida que dé cuenta del conjunto de estas producciones. El sesgo de confirmación ha aparecido en efecto a menudo como «omnipresente» en la cognición humana, y como responsable de otros tantos sesgos. Pero no es sorprendente, en la medida en que él mismo recubre un gran número de fenómenos diferentes (la «cognición motivada», la «exposición selectiva», el «sesgo de disponibilidad», el «sesgo retrospectivo», el «cherry picking», la «mala fe», la «disonancia cognitiva», el «wishful thinking», la «negligencia de hipótesis alternativas», etc.), y que a veces es sinónimo de «sesgo de autocomplacencia», es decir, el problema mucho más general que consiste esencialmente en remitir todo a sí mismo. De hecho, rara vez tratamos de «confirmar» compulsivamente las cosas que nos disgustan o que no nos sirven, lo que sugiere que el problema de los sesgos es sobre todo el de una especie de egocentrismo natural, el del exceso de confianza en uno mismo que a menudo le acompaña. Es difícil por lo tanto saber si unos sesgos son más importantes o más graves que otros, depende ciertamente del contexto y de los desafíos propios de cada situación.

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Varios estudios parecen mostrar que los expertos están tan sujetos a los sesgos cognitivos como los profanos. ¿Qué piensa sobre esta cuestión?
Me parece muy útil realizar comparaciones entre sesgos cognitivos e ilusiones perceptivas. Por ejemplo, con lo que habitualmente es denominado como ilusiones ópticas constatamos la misma proliferación (hay cientos) y la misma dificultad para darles un orden teórico. Pero hay una diferencia sorprendente: son divertidas. La gente adora estas ilusiones que se comparten a cientos en las redes sociales. Algunas son espectaculares: percibimos movimiento en una imagen estática, vemos dos colores diferentes a pesar de ser el mismo, vemos aparecer puntos inexistentes, etc. Todo el mundo reconoce de buena gana que estas imágenes le han «tomado el pelo» y nadie se empeña en «luchar» contra ellas. De hecho, en esto radica todo su interés: los psicólogos dicen que están «encapsuladas» o que son «impenetrables», es decir, que da igual saber que son ilusiones. Podemos dedicar toda la vida a estudiarlas, seguirán «funcionando». Sin embargo, cuando se trata de sesgos cognitivos, nos gustaría de alguna manera erradicarlos, o al menos enseñar a la gente a detectarlos, a desconfiar y superarlos. Algunos piensan que están exentos de ellos, otros se indignan cuando les juegan una mala pasada y muchos se sienten molestos cuando se les dice que han sido irracionales en un test. Es muy interesante, y esto muestra a qué punto la racionalidad es valorada, en particular en las personas cuya condición de expertos les lleva a pensar que tienen una perfecta objetividad.

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¿En qué medida traduce la existencia de sesgos cognitivos sistemáticos las facultades de adaptación del cerebro humano?
De nuevo la comparación con las ilusiones perceptivas es instructiva. Desde hace más de un siglo la existencia de estas ilusiones ha servido como modelo para nuestra comprensión del sistema visual. Las ilusiones prueban que no vemos las cosas tal y como «son»¸ sino que anticipamos, por así decir, lo que deberían ser. Vemos volumen, contornos, profundidad, contrastes o movimiento ahí donde no los hay, porque estas cosas nos son ordinariamente útiles en la «vida verdadera», y porque nuestro cerebro ha evolucionado por lo tanto para ser particularmente sensible a esto. La idea es que los sesgos cognitivos nos informarían de la misma manera sobre procesos de un «nivel más alto» que la percepción, en particular sobre nuestras relaciones sociales, nuestra imagen de nosotros mismos, nuestros razonamientos y nuestras decisiones. De ahí el debate, siempre abierto, de saber si estos sesgos son adaptativos o disfuncionales. La respuesta depende probablemente del contexto: los sesgos nos han servido seguramente durante la parte más importante de nuestra historia, pero tal vez se han convertido hoy en algo demasiado fácil de explotar.

Sebastian Dieguez es investigador en neurociencias del Laboratorio de Ciencias Cognitivas y Neurológicas de la Université de Fribourg (UNIFR – Universidad de Friburgo). Ha publicado Total Bullshit! Au cœur de la post-vérité (París: PUF, 2018).

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Entre los responsables de los servicios de información

21 Los primeros trabajos de Daniel Kahneman abordaron los sesgos cognitivos del ejército israelí. Esto no pasó desapercibido para los responsables de los servicios de información de los países anglosajones. En 1999 un analista de la CIA publicó una primera obra sobre la «psicología del análisis de los servicios de información». Otras le siguieron. En la revista Défense nationale, Axel Dyèvre, director de una empresa de asesoría en estrategia y en gestión de riesgos, extrae las primeras informaciones de un programa lanzado por la Unión Europea que él contribuyó a dirigir, titulado RECOBIA (Reduction of cognitive biases in intelligence analysis – Reducción de los sesgos cognitivos en el análisis de los servicios de inteligencia). Los servicios de inteligencia, precisa el asesor, tienen la misión de «anticipar y de hacer frente a amenazas de organizaciones no estatales, como grupos armados o terroristas, o a amenazas que proceden de Estados a través de sus servicios o sus ejércitos, o incluso de individuos aislados». Ahora bien, los responsables de los servicios de información, sean cuales sean sus funciones, también están sujetos a sesgos cognitivos como los demás. Estos sesgos son en efecto el producto natural del funcionamiento del cerebro humano. Forman parte de nuestra naturaleza y son «totalmente inconscientes». De hecho, analizando sistemáticamente las tareas de los responsables de los servicios de información en una veintena de servicios especializados de los Estados miembro de la Unión Europea, los investigadores identificaron «veintinueve sesgos cognitivos diferentes particularmente susceptibles de activarse» en el ejercicio de sus funciones. Axel Dyèvre da como ejemplo el «efecto halo», que puede inducir a conceder a un experto «un grado de credibilidad» en temas que no forman parte del «centro de su campo de especialización» o también el «sesgo de anclaje cualitativo», que muestra a qué punto la formulación de una pregunta puede «influenciar la respuesta». Al igual que otros autores, considera que «conocer la existencia de los sesgos cognitivos y comprender y medir sus efectos no protege en ningún caso contra su aparición», pero que «ser sensibles y haberse enfrentado, recurriendo a ejercicios, a la tendencia a caer bajo su efecto puede mejorar la capacidad para reconocer las situaciones de riesgo».

¿De qué racionalidad hablamos?

22 ¿Es el ser humano un ser racional o no? El descubrimiento de los múltiples «sesgos cognitivos» ha reactivado este viejo debate y algunos especialistas rechazan la idea de que estos modos de funcionamiento del cerebro humano ilustren la irracionalidad del ser humano. En la revista L’Année psychologique, el psicólogo suizo Pascal Wagner-Egger describe en detalle la diversidad de actitudes de sus colegas. Según él pueden repartirse en «seis posiciones epistemológicas». Para los irracionalistas «duros», no hay duda de que los sesgos cognitivos son verdaderas «patologías del razonamiento». Para los irracionalistas «temperados», las heurísticas que describen los sesgos cognitivos «pueden a veces conducir a juicios razonables». Para los racionalistas «convencidos», los errores denunciados por los psicólogos reflejan a menudo el hecho de que en sus experiencias los sujetos apelan a otros criterios de racionalidad diferentes de los esperados por los experimentadores: dan «buenas respuestas a malas preguntas». En resumen, «la gente es racional en principio, pero falible en la práctica». Para los racionalistas «críticos», los sesgos revelados por las investigaciones «solo se observarían en la situación específica del laboratorio». Para los racionalistas «modulares», las heurísticas reveladas por los sesgos cognitivos son, en realidad, «eficaces en la vida cotidiana». Los humanos actuales están dotados de una «racionalidad limitada», debido a que «los problemas que tenían que resolver nuestros ancestros eran poco numerosos y delimitados». Para los «arracionalistas», finalmente, referirse a las normas racionales de la lógica es un error de fondo, porque estas no tienen nada que ver con el razonamiento humano.

23 El autor ilustra su declaración mostrando cómo estas seis posiciones epistemológicas abordan una tarea clásica propuesta en psicología cognitiva (las cuatro cartas de Wason). Para Pascal Wagner-Egger, la principal lección que hay que retener de estos debates es probablemente que establecer la existencia de un verdadero sesgo cognitivo exigiría demostrar «que la respuesta considerada falsa no es explicable por una forma de racionalidad concurrente».

Traducido y revisado por Cadenza Academic Translations
Traductor: Yago Mellado Lopez, Editor: Victor Zamorano Blanco, Editor sénior: Mark Mellor

Cerca de trescientos sesgos cognitivos han sido identificados por los psicólogos desde los años setenta. El responsable es nuestro cerebro, que es heredero de una larga historia evolutiva y no obedece necesariamente a las reglas de la lógica.



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