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Dominación masculina y crisis de la virilidad

La masculinidad está en crisis, y no solo en los entornos populares. Muchos hombres blancos de países ricos, alterados por el ascenso de las mujeres, los movimientos feministas y la reproducción asistida, experimentan un malestar identitario. En Francia, las reflexiones sobre la masculinidad se han multiplicado en los últimos años. En este dossier se presenta un panorama de esos trabajos.


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En Volumen 1, Número 6, 2021

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1 La masculinidad está en crisis, y no solo en los entornos populares. Muchos hombres blancos de países ricos, alterados por el ascenso de las mujeres, los movimientos feministas y la reproducción asistida, experimentan un malestar identitario. Los movimientos “masculinistas”, algunos de ellos agresivos, se abren paso. Sociólogos australianos, norteamericanos y europeos analizan el mundo masculino. En Francia, las reflexiones sobre la masculinidad se han multiplicado en los últimos años. En este dossier se presenta un panorama de esos trabajos. Una primera aproximación al tema consiste en preguntarse sobre la historia y la evolución reciente de la dominación masculina y la virilidad. La masculinidad “hegemónica” comprende realidades diversas, ya que algunos hombres son más dominantes que otros. La heterogeneidad de las “figuras de la masculinidad” lleva a la necesidad, también para los hombres, de “deconstruir el concepto” de esa dominación, y de explorar sus costos.

2 Un segundo enfoque se propone estudiar las diferentes formas de “socialización” de la masculinidad en la escuela, en la familia y en el trabajo, sobre todo porque los hombres están cada vez más expuestos a los modelos del otro sexo y a las sanciones que afectan “a quienes contravienen los comportamientos esperables de su género”.

3 Un tercer enfoque se centra en la noción de virilidad, un nuevo recorrido por su historia y un análisis de sus manifestaciones contemporáneas, que constituyen un objeto de estudio aparte, especialmente entre los jóvenes de sectores desfavorecidos, pero también en comunidades específicas, como la de los futbolistas profesionales.

4 Al importante caudal de investigaciones se suma la diversidad de los posicionamientos. ¿No merecen ser rehabilitados algunos valores asociados con la virilidad? ¿Están libres de prejuicios las posiciones feministas sobre la dominación masculina?

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6 Nuestra selección:

7 Christine Guionnet; Julien Bertrand, Christine Mennesson, Martine Court y Vinciane Zabban; Frédéric Rasera y Nicolas Renahy; Mara Viveros Vigoya.

8 Y también: Mariette Darrigrand, Dominique Folscheid.

9 Carta blanca a Karine Tinat.

Deconstruir la dominación masculina 

10 Los discursos sobre una crisis de la masculinidad se multiplican. Hay una “queja sobre una masculinidad que sufre” (padres divorciados que reclaman la custodia de sus hijos, movimientos “que buscan restaurar una masculinidad en decadencia”, etc.). ¿Cómo se explica este fenómeno? En la revista Savoir/Agir, la socióloga política Christine Guionnet aborda el tema desde un ángulo particular, el de la “ambivalencia” y los “costos” de la dominación masculina. Porque aunque los hombres continúan dominando en términos globales (los sociólogos hablan de “masculinidad hegemónica”), deben adaptarse a una situación que va cambiando rápidamente. Los militantes “masculinistas” consideran que “la guerra de los sexos ha provocado [...] una situación dolorosa para los hombres [...]. Las mujeres habrían obtenido demasiados derechos y libertades, y se habrían vuelto ingobernables”. Según Guionnet, debemos superar las reticencias que este tema de investigación suscita en las feministas. Recordando a Elias y a Tocqueville, muestra que el mundo masculino siempre ha debido “pagar un precio para sostener la dominación”. Retoma también el camino de los Men’s Studies, que muestran “cómo han ido cambiando las figuras de la masculinidad con el tiempo”, y la extensión del concepto, que comprende un mundo por cierto muy heterogéneo. Por eso, señala la conveniencia de “la deconstrucción de la dominación masculina” y destaca el hecho de que los mandatos de adecuación a los estereotipos masculinos (“no llorar, no temer el dolor, mostrarse fuerte”, etc.) son recibidos de modos distintos por diferentes individuos. Así como hay “desigualdades entre las mujeres”, hay hombres más dominantes que otros y hombres “en posiciones dominadas”, los “débiles entre los fuertes”. Se entiende, entonces, que los “malestares identitarios” puedan ser “más o menos importantes”. También merecen el “desafío de una reflexión científica” las razones por las cuales los accidentes de tránsito y los comportamientos violentos, por ejemplo, son “estadísticamente mucho más numerosos en hombres que en mujeres”.

Christine Guionnet es profesora titular en la Facultad de Derecho y Ciencias Políticas de Rennes 1. Ha colaborado en el Manuel indocile des sciences sociales (La Découverte, 2019) y ha escrito junto con Érik Neveu Féminins/Masculins, sociologie du genre (Armand Colin, 2004).

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Las formas de socialización de la masculinidad

12 Los estudios de las ciencias sociales en francés dedicados a la masculinidad se han multiplicado en las dos últimas décadas. Cuatro sociólogos presentan una serie de investigaciones sobre la “socialización” de la masculinidad en la introducción de una edición especial de la revista Terrains & travaux. Muchos aluden, a veces para diferenciarse, al trabajo de la socióloga australiana Reawyn Connell, cuyo libro Masculinities se publicó en 1995. En este caso, la “socialización” se refiere a “cómo se internalizan las formas de pensar y hacer de género”. Durante mucho tiempo, la atención de los investigadores se ha focalizado en la socialización de las niñas y las mujeres. El interés en los niños varones y los hombres es más reciente. Ellos están cada vez más “expuestos a modelos del otro sexo, debido a la feminización del trabajo educativo”. También están expuestos “a las sanciones que afectan a quienes contravienen los comportamientos esperables de su género”, que son objeto de “desvalorización y estigmatización”. El interés en la socialización de los niños varones se relaciona también con el surgimiento de los movimientos “masculinistas”, que reflejan una “crisis de la masculinidad”.

13 Los cuatro sociólogos insisten en destacar la “diversidad de definiciones” de “lo ‘masculino’ y lo ‘viril’”, que se refleja, por ejemplo, en los tres volúmenes de la Histoire de la virilité, de Alain Corbin, Jean-Jacques Courtine y Georges Vigarello (2011), o el libro de Anne-Marie Sohn "Sois un homme !", sobre la construcción de la masculinidad en el siglo xix (2009). Según esta autora, en esa época se ha pasado “de una forma de masculinidad ‘ofensiva’, a una forma ‘controlada’”. Los artículos presentados en el dossier de Terrains & travaux “permiten ver la diversidad de actores e instituciones involucradas en la socialización masculina”. Se abordan, por supuesto, la familia y la escuela, pero también el mundo del deporte, el ejército (paracaidistas) y la prostitución. Otros estudios se centran en las historias de vida que llevan a oficios tradicionalmente masculinos, como el de mecánico, mixtos (peluquería) o tradicionalmente reservados a las mujeres (asistente de partos). Otros autores muestran que “si es posible hablar de una ‘crisis de la masculinidad’, esta se encuentra principalmente en los sectores populares”. Son especialmente esos sectores los que han visto “sus cualidades y recursos viriles descalificados por [...] la pérdida de valor de las cualidades físicas y las habilidades técnicas” y por el advenimiento de la “precariedad” en el mercado laboral. Los sociólogos hablan de la “estigmatización de los jóvenes inmigrantes”. Uno de los artículos describe las dificultades de la integración de las mujeres en un club de boxeo tailandés de un suburbio popular. Por otro lado, “existe mucha menos información sobre las formas de masculinidad propias de los grupos dominantes”.

Julien Bertrand y Christine Mennesson son profesores en la Universidad Paul Sabatier de Toulouse; Martine Court es profesora en la Universidad Blaise Pascal de Clermont-Ferrand; y Vinciane Zabban, en la Universidad París 13.

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Las reafirmaciones de la virilidad

15 La publicación de los tres volúmenes de la Histoire de la virilité, de Corbin, Courtine y Vigarello, da pie para que dos “sociólogos de las clases populares”, Frédéric Rasera y Nicolas Renahy, se pregunten sobre las transformaciones de “las lógicas del honor masculino” a lo largo del tiempo y reflexionen sobre algunas de sus repercusiones actuales. La principal contribución de esta trilogía, según la revista Travail, genre et sociétés, consiste en abordar la “representación simbólica de lo masculino presente en todos los universos sociales”. Si bien se expresa de manera diferente de un entorno a otro, siempre termina por “reafirmar las posiciones sociales de cada cual”. La obra de Corbin, Courtine y Vigarello muestra que “la búsqueda de la dominación mediante el despliegue de sus atributos físicos también es una práctica de la aristocracia o la burguesía”. Al igual que sus colegas del artículo mencionado más arriba, lamentan que haya “poca información sobre las formas contemporáneas de puesta en escena de lo masculino en las clases altas”. Una excepción es el trabajo de Emmanuelle Zolesio sobre mujeres cirujanas: “las pocas mujeres que integran la profesión deben ‘masculinizarse’”.

16 Volviendo a las clases populares, señalan que en esos sectores “las formas de dominación simbólica” no se limitan a la representación de la fuerza física. El sociólogo Gérard Mauger lo ha demostrado en su estudio de la delincuencia juvenil. También se manifiestan “a través de la forma de vestir el propio cuerpo”, la personalización del automóvil (tuning), “la capacidad de utilizar la palabra justa, resultar gracioso, […] o el arte de consumir drogas como elemento de afirmación contracultural”.

17 Un ejemplo de las “búsquedas de nobleza viril” es la de los hombres que se convierten en futbolistas profesionales. “En el hogar, el jugador descansa y delega el trabajo doméstico a su mujer”. “Obviamente, las mujeres de futbolistas padecen esta forma de dominación”, pero también obtienen algo al beneficiarse del ascenso social derivado de la carrera de sus esposos, en cuya construcción participan. Y pueden esperar que “las cosas cambien” y hacer valer sus diplomas cuando la carrera deportiva del hombre haya terminado. Él es consciente de la “apuesta arriesgada” que hace en la “excelencia viril”, ya que su beneficio es limitado en el tiempo.

Frédéric Rasera es sociólogo y se desempeña en la Universidad de Lyon 2 y el Centro Max Weber. Nicolas Renahy es sociólogo y se desempeña en el Instituto Nacional de Investigación Agronómica (INRA).

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Sobre el “machismo” en América Latina

19 Circulan muchos estereotipos sobre el machismo latinoamericano, definido como “la obsesión masculina por el predominio y la virilidad, expresada en posesividad con respecto a la mujer y en actos de jactancia y agresión hacia otros hombres”. Mara Viveros Vigoya, antropóloga de la Universidad de Bogotá, cuestiona estos estereotipos en un artículo publicado por la revista Mouvements. Se basa en la película Hasta cierto punto, del director cubano Tomás Gutiérrez Alea. En ella, dos intelectuales cubanos, un director y un guionista, deciden hacer una película sobre el machismo en Cuba, con la idea de “elevar el nivel de conciencia de los obreros”. Poco a poco, el proyecto de poner en evidencia el machismo de los trabajadores del puerto de La Habana se diluye en la complejidad de las relaciones humanas para finalmente dejar al descubierto el machismo de los propios intelectuales: la Revolución cubana, que pretendía “transformar los valores tradicionales”, no cambió gran cosa.

20 La antropóloga extrae otra conclusión: el machismo es “una construcción sociocultural e histórica, diversa y compleja”. A partir de distintos trabajos sobre la “dominación masculina” en América Latina, comenzando por Octavio Paz, señala el peso del legado de las “sociedades coloniales ibéricas”, por cierto jerárquicas, “que subordina[n] a las poblaciones indígena, negra y mestiza”, en las que “las relaciones no se regían por principios universales sino contextuales”. En Colombia, por ejemplo, se observa “una gran cantidad de matrimonios formales junto a los modelos clásicos del mestizaje de los hombres blancos que viven en unión libre con mujeres negras o mulatas”.

21 Siguiendo a otros investigadores, Mara Viveros Vigoya muestra también el papel de la “producción de imágenes nacionales”. Así, el término “machismo”, surgido en México, tiene su origen “en el contexto de las relaciones conflictivas entre los Estados Unidos” y ese país. Para esta antropóloga, la película de Gutiérrez Alea presenta con acierto el machismo “como una reacción de defensa irracional que los hombres adoptan ante el desafío que constituye la redefinición del lugar de la mujer en la sociedad”, pero el hecho es que “las identidades masculinas latinoamericanas son múltiples y diversas […] y no pueden reducirse a generalizaciones reificadas y esencializantes”.

Mara Viveros Vigoya es profesora asociada, Departamento de Antropología, Universidad Nacional de Colombia, Bogotá.

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Carta blanca a Karine Tinat

“Bienvenido, hombre colaborador”

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¿Qué opina de la noción de “crisis de la identidad masculina”? 
Gracias a algunos autores y algunas autoras, como Elisabeth Badinter o André Rauch —por nombrar solo a dos—, sabemos que, a lo largo de la historia, a menudo los hombres se han sentido “desplazados” por las mujeres. En diversas ocasiones, percibieron que su innegable supremacía podía verse cuestionada, por ejemplo, cuando se publicó la Declaración de los Derechos de la Mujer y de la Ciudadana, durante la Revolución francesa. También podemos pensar en otros períodos clave, como la conquista del sufragio femenino, que repercutió en todo el mundo, o la segunda ola del feminismo en la década de los setenta con sus agitadas manifestaciones. En síntesis, la historia contemporánea está marcada por momentos en los que, repentinamente, los hombres temieron ser destronados de sus múltiples situaciones sociales de privilegio.
Si consideramos las reacciones de algunos hombres frente al escándalo de Weinstein y el movimiento #MeToo, me parece que la idea de una “crisis de la identidad masculina” nunca ha sido tan actual como ahora. En la Ciudad de México, en el medio universitario y académico, me sorprendió observar que muchos colegas, que se consideraban “casi feministas”, se enfurecieron cuando las estudiantes y otras mujeres de su entorno denunciaron sus prácticas misóginas. También en México, como en otros países, los hombres han sido blanco de acusaciones injustas y exageradas que no merecían. El 9 de marzo pasado, el país declaró una jornada nacional “sin mujeres” para denunciar los femicidios, la impunidad y el sexismo habituales en la sociedad mexicana. Por un día, las mujeres desaparecieron del paisaje urbano y de los lugares de trabajo; los hombres, desconcertados, dijeron que no entendían “las reacciones de las mujeres de hoy”.

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¿Qué opina del concepto de “masculinidad tóxica”?
La creación del concepto de “masculinidad tóxica” es la prueba de que hoy queremos luchar contra la nocividad de los comportamientos estereotipados, según los cuales los hombres deben ser fuertes, insensibles, valientes, responsables y poderosos. Estas características, propias de lo que se ha llamado la “masculinidad hegemónica”, funcionaron como mandatos para los hombres que, por mucho tiempo, no tuvieron posibilidad de afirmarse de otro modo. Las mujeres, por su parte, tuvieron que sufrir durante siglos las consecuencias de esas actitudes dominantes, ya que la masculinidad es, ante todo, relacional.
En el campo académico, en México, la “masculinidad tóxica” no es un concepto al que recurramos a menudo. Los investigadores y las investigadoras, especialistas en estudios de género, prefieren estudiar diferentes masculinidades e insistir en la pluralidad de esas manifestaciones. Como en otras sociedades, en México, y principalmente en los sectores urbanos, muchos hombres de clase media cuestionan los roles de género tradicionales y se identifican cada vez más con la figura del hombre colaborador, es decir, alguien que colabora en las tareas domésticas sin que se cuestione su sexualidad como podía suceder en el pasado. Pienso que, desde hace ya unos años, los hombres de las grandes ciudades han entendido que incluso podían adoptar algunos códigos de la feminidad, como el uso de cosméticos, sin poner en peligro su virilidad. Esos hombres fueron bautizados “metrosexuales”. La “masculinidad tóxica” es, en mi opinión, la expresión de un deseo de terminar de una vez por todas con la dominación masculina en sus formas más destructivas.

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¿Podemos hablar de una especificidad de la dominación masculina en América Latina?
No puedo hablar de una especificidad de la dominación masculina en América Latina por, al menos, dos razones. La primera es que no me especializo en toda la región latinoamericana. La segunda es que dudo mucho de que sea posible abordar la dominación masculina sin tener en cuenta que hay comportamientos heterogéneos de una sociedad a otra.
Trabajo como profesora e investigadora en México desde hace dieciséis años. Entre 2005 y 2008, tuve la oportunidad de realizar un trabajo etnográfico en una comunidad purépecha del estado de Michoacán. Desde mis primeras inmersiones en ese pueblo, que por entonces contaba con unos 3500 habitantes y vivía al ritmo de los flujos migratorios ilegales hacia los Estados Unidos, me sorprendió la omnipresencia de relaciones de posesión y dispositivos de control de los hombres sobre las mujeres. Observé, en particular, numerosos robos de muchachas, que eran casamientos luego de un secuestro, sin el consentimiento de la muchacha y mediante el uso de la fuerza física del joven y sus cómplices. A una mujer casada no se le permitía hablar con un hombre que no fuera de su familia en la calle, ni ir a trabajar fuera de la comunidad, a riesgo de ser sospechosa de infidelidad. Desde los Estados Unidos, los hombres vigilaban a sus esposas y novias por medio de videos realizados por cómplices que se habían quedado en el pueblo. También he estudiado algunos rituales de masculinidad durante las peleas de gallos en la Semana Santa, o en los ritos de iniciación de los jóvenes de 15 años que, para unirse a una de las pandillas del pueblo, tenían que pelear en estado de ebriedad durante cinco minutos sin caer al suelo.
Mi experiencia de campo me ha demostrado hasta qué punto, en ese contexto, la dominación masculina se construía, y sigue construyéndose, a partir de una posesividad extrema hacia las mujeres y un control de su sexualidad. Esta peculiaridad se encuentra en otros medios culturales, dentro y fuera de México, pero prefiero no esencializar.

Karine Tinat dirige el Centro de Estudios Sociológicos del Colegio de México.

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Elogio de la virilidad

26 Hoy los sexos están “directamente en guerra”, considera la semióloga Mariette Darrigrand. Entre las víctimas, observa en la revista Etudes, hay “palabras dañadas”, como “virilidad”. Darrigrand, originaria del suroeste de Francia, recuerda la consigna de los jugadores de rugby de su familia: “Sean viriles, pero correctos”. Especialista en observación de los medios de comunicación, comprueba que “viril” se equipara cada vez más con “agresivo”, y que, por legítimo que sea, el movimiento #MeToo generó “la construcción de una especie de tribunal popular cuyo principal acusado era la virilidad”. Lamenta la existencia de “una injustificada amalgama de ‘virilidad’ y ‘virilismo’”, rastrea la génesis de esta palabra y examina su candente actualidad. En su opinión, Donald Trump, Vladimir Putin y Jair Bolsonaro son ejemplos de un “virilismo de compensación”, un verdadero fenómeno social bien descrito por la psiquiatra Marie-France Hirigoyen en su último libro, Les Narcisse. Para esta semióloga, es un contrasentido acusar a la virilidad; en lugar de eso, hay que “civilizarla”, en el sentido que Norbert Elias dio a esta palabra en su libro La civilisation des mœurs, que trata sobre la Edad Media. Elias, escribe Mariette Darrigrand, “creó ese concepto para referirse al momento en que los caballeros violentos aceptan, bajo la presión de las mujeres, ser corteses”. Finalmente, comenta el curioso hecho de que, en su origen, la palabra “viril” en francés se escribía con una “e” muda al final, lo cual significa que se habría descrito al hombre con un adjetivo femenino.

La virilidad desplumada

27 En un controvertido artículo publicado en Le Journal des psychologues, Dominique Folscheid, codirector del Departamento de Investigación de Ética Biomédica del Collège des Bernardins, ofrece una visión mordaz de lo que presenta como un derrape descontrolado. Según él, la virilidad, “denunciada como principal agente de la dominación masculina, extraída de su cáscara naturalista por las teorías del ‘género’, descalificada como valor por la ética del care, humillada por las prácticas de reproducción asistida (o procreación médicamente asistida, PMA), se parece a un gallo al que le hubieran arrancado las plumas”. Después de plantear que “el principal problema de la virilidad es la articulación de lo cultural con lo natural”, Folscheid, que es filósofo, rastrea la evolución de las concepciones de la virilidad desde Platón y Aristóteles, por un lado, hasta el Génesis y el cristianismo por otro. Luego retoma a Tocqueville y a Nietzsche, dos figuras del siglo xix, en tanto uno criticó y el otro magnificó la desigualdad entre hombres y mujeres. Pero “las armas de la revuelta feminista son las que Nietzsche ha descrito: las del débil, que buscará inocular la mala conciencia en los fuertes”. Las teorías del “género” tratan de instalar la idea de que “la feminidad impuesta a las mujeres es solo una construcción social dominada por los hombres”. Las diferentes formas de empoderamiento de las mujeres inducen una crisis de la virilidad, que se ve reflejada en libros como La fin des hommes, de la autora estadounidense Hanna Rosin. “La virilidad, que se vio trastornada, reprimida e intimidada, es objeto de un teasing constante”. Al mismo tiempo, la intervención del “Prometeo técnico”, con la invención de la píldora y el desarrollo de la reproducción asistida, liberó al sexo de sus mandatos milenarios. Se puede comprobar, por un lado, una sexualización de la sociedad que, al tiempo que refuerza el poder seductor de las mujeres, les ha dado a los hombres nuevos argumentos para afirmar su poder. Y, por otro lado, en el marco de la reproducción asistida, una reducción de la virilidad “a su dimensión genésica”. Por una parte, “la virilidad se encuentra magnificada en su potencia bruta” y, por otra parte, “debe sufrir la humillación que le inflige la ley cínica del mercado”. Conclusión: “aún no se ha encontrado un punto de equilibrio”.

Traducido y revisado por Cadenza Academic Translations
Traductor: Lelia Gándara, Editor: Patricia Cohan, Editor sénior: Mark Mellor

La masculinidad está en crisis, y no solo en los entornos populares. Muchos hombres blancos de países ricos, alterados por el ascenso de las mujeres, los movimientos feministas y la reproducción asistida, experimentan un malestar identitario. En Francia, las reflexiones sobre la masculinidad se han multiplicado en los últimos años. En este dossier se presenta un panorama de esos trabajos.



Subido a Cairn Mundo el 23/08/2021
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