1 Durante la última campaña presidencial francesa, el candidato Benoît Hamon incluyó en su programa la renta básica. Ponía en primer plano una vieja idea, que surgió durante la Revolución francesa, bajo la pluma del angloamericano Thomas Paine. Actualmente, vuelve con fuerza, casi en todo el mundo, especialmente en Brasil. En su forma más pura, consiste en atribuir a cada individuo, rico o pobre, el derecho incondicional a recibir regularmente la misma cantidad de dinero. Rico o pobre, ya que, si la renta básica estuviera reservada para los necesitados, se pagaría según las condiciones de recursos, lo que implica, según los promotores de la renta básica, humillantes procedimientos administrativos, que adolecen de lentitud e incertidumbre. Esta asombrosa idea, que muchos consideran absurda, ha sido y sigue siendo apoyada tanto por pensadores de derecha como por pensadores de izquierda. En la derecha, el economista Milton Friedman, por ejemplo, y hoy los franceses Gaspard Koenig o Guy Sorman. En la izquierda, John Kenneth Galbraith y Martin Luther King, por ejemplo, y hoy el filósofo belga Philippe Van Parijs o el economista Thomas Piketty, quien apoyó a Benoît Hamon. Le otorgamos un lugar especial a la experiencia brasileña, rica en enseñanzas.
3 Nuestra selección
4 Stéphan Lipiansky, Jean-Eric Hyafil, Juliana Teixeira Esteves y Denis Clerc.
5 Y también: François Meunier, Anton Monti, Philippe Warin, Yannick Vanderborght y Philippe Van Parijs.
6 Carta blanca a Christopher Brooke.

Génesis europea: los años setenta
7 Diez años antes del protagonismo actual del debate, la revista Connexions publicó un texto de Stéphan Lipiansky que tenía el interés de detallar la génesis del regreso de la idea en Europa. Los primeros signos se dan en Finlandia, Suecia, Dinamarca y los Países Bajos en los años setenta. El primer autor que recomendó un ingreso incondicional en el sentido de Paine, es decir, destinado a todos los ciudadanos sin excepción, fue el médico holandés J.P. Kuiper (1975). Le siguió el economista francés René Passet en 1979. En su obra Los caminos del paraíso (1983), el sociólogo francés André Gorz recomienda una renta básica de por vida, aunque condicionada a cierta cuota de trabajo a lo largo de la vida. El año siguiente, otro francés, el economista Yoland Bresson, publica un libro que defiende una renta básica incondicional. Pero es el filósofo belga Philippe Van Parijs quien asumió el liderazgo del movimiento en 1984. Rápidamente ganó una audiencia internacional, con la creación de la Basic Income European Network (BIEN - Red Global de Renta Básica).
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Carta blanca a Christopher Brooke
«Apartar la idea del trabajo productivo del corazón de nuestro pensamiento político»
- El primer pensador que expresó la idea central de la renta básica fue Thomas Paine, en su manifiesto Justicia agraria (1797). Escribió: «Se propone que los pagos [...] se hagan a cada persona, rica o pobre. Es mejor proceder de esta manera para evitar odiosas distinciones». ¿Pretendía definir un nuevo derecho humano?
- No creo que Paine estuviera definiendo un nuevo derecho humano, sino más bien que utilizaba una idea mucho más antigua. La Biblia dice: «el cielo, incluso los cielos, pertenecen al Señor: pero la tierra fue dada a los hijos del hombre» (Salmos 115, 16), y este versículo a menudo ha sido interpretado como que Dios le dio la tierra a toda la humanidad para que ella la administrara en común. Por supuesto, se puede usar este tipo de pensamiento para rechazar la noción de propiedad privada. Pero eso no es lo que hace Paine: él sostiene que nadie debería vivir en peores condiciones en un mundo de propiedad privada que si tuviéramos que vivir en condiciones naturales, beneficiándonos de la parte que nos corresponde del patrimonio común de la humanidad. Por lo tanto, no está definiendo un nuevo derecho, sino más bien proponiendo una política que, dice, sustituirá el «patrimonio natural» que es legítimamente nuestro.
- La renta básica ha sido y sigue siendo propuesta por pensadores tanto de derecha como de izquierda. ¿No es algo bastante raro en la historia de las ideas?
- No estoy tan seguro. Esta idea siempre ha navegado en la frontera de la tradición liberal en el pensamiento político, y hay liberales tanto de derecha como de izquierda: es la tradición tanto de Friedrich Hayek como de John Rawls, por ejemplo. Y el mismo Thomas Paine ha sido una fuente de inspiración tanto para la derecha como para la izquierda. Para algunos en la izquierda, es un gran héroe radical en tres países —Gran Bretaña, Estados Unidos y Francia—, pero sus ideas alimentan poderosamente la paranoia actual sobre las intenciones malignas del Estado y la necesidad de que la población se arme de vigilancia.
- Los promotores de derecha de la renta básica enfatizan la libertad individual; los promotores de izquierda, la reducción de las desigualdades y de la pobreza. ¿Las dos caras de una misma moneda?
- Sí. Fue Bernard Shaw, creo, quien primero señaló el problema de que el estado de bienestar defendido por la ideología del nuevo liberalismo a inicios del siglo XX en Inglaterra ocultaba una contradicción en su interior. De un lado, las medidas adoptadas en materia de salud pública, seguridad social y seguridad en el lugar de trabajo se justificaban para promover las facultades del ciudadano para gestionarse de manera autónoma, pero, al mismo tiempo, evidenciaban un enorme paternalismo. Solo hay que darle el dinero a la gente, decía, y si quieren usarlo para invertir en salud y pensiones, son libres de hacerlo.
- Uno de los principales opositores de la renta básica era John Rawls, el teórico de la justicia, quien escribió: «Quienes quieran surfear todo el día en Malibú, California, deben encontrar los medios para financiarse y no pueden aspirar a los fondos públicos» (Rawls 1988). ¿No es sorprendente?
- Si volvemos al siglo XVIII, Rawls está mucho más cerca del espíritu de Jean-Jacques Rousseau que del de Thomas Paine. La idea de Rousseau es que la república moderna es una comunidad de personas que trabajan y generan de este modo un excedente imponible, y el hecho de que cada hogar contribuya un poco a los ingresos públicos hace que los ciudadanos se interesen en apoyar al Estado, porque así pueden beneficiarse de los gastos públicos, mientras que al Estado le interesa no amenazar los medios de subsistencia de los ciudadanos, para que el flujo de impuestos pueda perpetuarse sin disminuir. Desde este punto de vista, pagar a las personas un ingreso garantizado, que les permita hacer menos trabajo asalariado, va en contra de los intereses fundamentales del contrato político. Pero algunos promotores de la renta básica la defienden precisamente porque quieren eliminar esta idea del trabajo productivo del corazón de nuestro pensamiento político. Muchas personas no pueden trabajar, o no quieren, y solo algunas formas de trabajo son remuneradas, etc.; por lo tanto, un ingreso garantizado que no dependiera del desempeño del trabajo remunerado es un medio para sacar el trabajo del centro de nuestro imaginario político y promover una forma de igualdad de estatus entre los trabajadores y los no trabajadores. Queda por ver si esta ambición es realizable.

La renta básica, desde ahora
15 Los principales argumentos en favor de la renta básica están claramente explicados en un artículo de la revista Multitudes. En un mundo cada vez más amenazado por la precariedad, escribe Jean-Éric Hyafil, «es la elección de la emancipación de los individuos», que podrán así escapar de los bullshit jobs (trabajos basura). Se trata, al mismo tiempo, de «dejar el discurso de la lucha contra la pobreza asociado a las pensiones mínimas sociales, con toda la dimensión paternalista que lo acompaña». Refiriéndose a Van Parijs (la renta básica debe estar «en el más alto nivel sostenible»), recomienda una implementación por pasos, comenzando por «una renta básica incluso de un monto equivalente a la actual renta de solidaridad activa (RSA)». Denuncia el efecto de espantapájaros del costo de tal medida, pues «solo cuentan los efectos redistributivos y los efectos incitativos (sobre el comportamiento de los agentes económicos)». A diferencia de Marc de Basquiat y Gaspard Koenig, no está a favor de la «vía de la renta básica como crédito fiscal».
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La fracasada experiencia de Brasil
17 Brasil es probablemente el país donde el proyecto de una renta básica ha llegado más lejos. Tal vez temporal, su fracaso es rico en enseñanzas. La historia es contada por Juliana Teixera Esteves, profesora de Derecho Laboral, en la revista Chronique internationale de l’IRES. La iniciativa fue de un senador del Partido de los Trabajadores (PT, el partido de Lula). Economista de formación, Eduardo Suplicy, uno de los fundadores del PT, había dejado Brasil durante la dictadura e hizo un doctorado en la Universidad de Chicago, donde frecuentó a los teóricos de la escuela de Milton Friedman. En 1991, presentó un proyecto de ley inspirado en la idea de Friedman de un impuesto negativo. El texto preveía un ingreso complementario para los ciudadanos mayores de veinticinco años empleados en el mercado laboral formal o jubilados, pero que percibían un ingreso inferior al salario mínimo. Aprobado por el Senado, fue rechazado en la Cámara de Diputados que, sin embargo, continuó examinando la propuesta a lo largo de los años posteriores. Con el aprendizaje de estos debates, el senador Suplicy modificó su proyecto en el sentido de una verdadera renta básica, no sujeta a condiciones de empleo y abierta a los extranjeros residentes en Brasil desde al menos cinco años. Finalmente se votó en 2004. Pero sigue siendo letra muerta, ya que compite con proyectos sociales considerados más eficaces, en particular la Bolsa Familia, instituida ese mismo año. En 2007, el Senado retomó el proyecto creando un Fondo de Ciudadanía para financiarlo, pero la Cámara de Diputados no lo aprobó por considerar que los recursos financieros eran insuficientes. Una de las razones del fracaso es el éxito de una idea con la que entra en competencia: vincular el ingreso mínimo a la obligación de escolarizar a los hijos. Esta idea se aplicó, a partir de mediados de los años noventa, en varios municipios y estados brasileños, incluido el Distrito Federal (Brasilia). Otro obstáculo: la idea de la renta básica nunca ha sido plenamente respaldada por los sindicatos. Por último, la mayoría de los críticos, tanto de derecha como de izquierda, consideran, con razón o no, que tal medida no alentaría a sus beneficiarios a buscar empleo.
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Una peligrosa inmersión en lo desconocido
19 Al mismo tiempo que se publicaba la defensa de Jean-Éric Hyafil, Denis Clerc publicaba en la revista L’Économie politique una demolición sistemática del concepto de renta básica. Evocando diferentes cálculos realizados, denunció en primer lugar el carácter irreal en el plano financiero. Luego pasa a la crítica de fondo: se trata en realidad de una idea «ultraliberal»: «tras la apariencia de una sociedad generosa, se esconde un mundo en el que cada cual debe valerse por sí mismo. Algunos descubrirían entonces, pero un poco tarde, que la protección social colectiva y el empleo pueden tener ventajas». Puesto que no solo se reducirán las prestaciones sociales tradicionales, sino que los empleadores, gozando del colchón garantizado para todos, se aprovecharán de esto para reducir los salarios y multiplicar los empleos «uberizados». El artículo termina con un himno al empleo: «participación en la obra colectiva, un lugar reconocido en el sistema social, una independencia más segura para elegir su vida». En una palabra, la renta básica es «una inmersión en lo desconocido».
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Para leer también en francés en Cairn.info
Las virtudes del «cuidado»
21 En la revista Esprit, el financiero François Meunier, profesor asociado de Finanzas en la ENSAE (École nationale de la statistique et de l’administration économique), deja voluntariamente de lado la cuestión del financiamiento y la de saber si la renta básica podría desincentivar el trabajo. Se concentra en dos de los principales argumentos presentados por los partidarios de la renta básica, la incondicionalidad y la simplicidad. En contra de Milton Friedman, y también de Michel Foucault, que se inspiró en él, afirma que es necesario «interesarse en las razonas que llevaron a una persona a la pobreza»; lo que implica poner en marcha una batería de controles para determinar su derecho a los subsidios. Frente a la incondicionalidad, Meunier propone el care. También impugna el argumento de la simplicidad, pues, en realidad, la renta básica no exonerará a la colectividad pública de la necesidad de continuar con diferentes formas de ayuda, en particular a la vivienda, y la retención en la fuente seguirá haciendo necesario un control de los ingresos.
Para un debate sereno
22 Para una argumentación completa de los partidarios de la renta básica, Cairn da acceso a un pequeño libro de Philippe Van Parijs y Yannick Vanderborght, L’allocation universelle publicado por La Découverte en 2005. Philippe van Parijs ocupa la cátedra de Ética Económica y Social en la Universidad Católica de Lovaina y Yannick Vanderborght es profesor de Ciencias Políticas en la Universidad Saint-Louis de Bruselas. El objetivo de los autores es nutrir «un debate sereno y bien informado». Trazan la «prehistoria» y la historia de la idea, describen sus variantes, responden a las principales objeciones, muestran que la renta básica no es solo un proyecto económico y social, sino también filosófico, y finalmente presentan la «viabilidad política de la medida». Dejan claro que la renta básica difiere fundamentalmente de las medidas como la renta mínima de inserción (hoy, renta de solidaridad activa), en el sentido de que se asigna a todos, ricos y pobres, sin control de recursos, sobre una base individual y no familiar y sin ningún requisito de contrapartida, en particular en materia de trabajo.
El caso finlandés
23 El finlandés Anton Monti describe en la revista Multitudes el proyecto iniciado por el gobierno finlandés para experimentar la renta básica con una población objetivo. El objetivo es otorgar 550 euros mensuales a un grupo de 1500 personas. Si son solicitantes de empleo, podrán beneficiarse de otras prestaciones sociales. Si tienen un empleo, estarán sujetas a una tasa impositiva promedio del 43 por ciento sobre todos sus ingresos. Monti analiza sucesivamente el proyecto «visto desde la izquierda» y «visto desde la derecha» —porque lo está implementando un gobierno de centroderecha.
El fenómeno de la falta de demanda
24 Cerca del setenta por ciento de las personas que tienen derecho a la renta de solidaridad activa (RSA de actividad) no hacen uso de ella. Dos tercios de ellos desconocen su existencia y la tercera parte restante se niega a hacer el trámite. En un artículo de la revista Après-Demain, el investigador del CNRS Philippe Warin cita en particular el análisis de la socióloga del derecho Evelyne Serverin, para quien esta ausencia de demanda masiva es consecuencia de un «defecto congénito» de un programa cuya «piedra angular ideológica» es el incentivo al trabajo. Material de reflexión para los promotores de la renta básica.
Algunas referencias
25 de Basquiat, Marc y Gaspard Kœnig. LIBER II: une proposition réaliste. París: Editions de l’Onde/Génération libre, 2017. De un economista y un filósofo.
26 Dourgnon, Julien. Revenu universel. Pourquoi? Comment? París: Les Petits Matins, 2017. De un consultor, asesor de Benoît Hamon.
27 Geffroy, Laurent. Garantir le revenu. Histoire et actualité d’une utopie concrète. París: La Découverte, 2002. De un profesor de Ciencias Políticas en Lille.
Traductor: Jaime Velasquez, Editor: Yago Mellado Lopez, Editor sénior: Mark Mellor